¿Cuánto de verdad abarca la afirmación de que «los pueblos se dan los gobiernos que se merecen?». Quizás mucho. 0 tal vez poco. Pero lo que sí es cierto es que, en el caso de Venezuela, existe la certeza de que no hay dudas al respecto. 

Inclusive, que tal hecho se produjo con tanta veracidad y certeza que a Hugo Chávez se le eligió, y a Nicolás Maduro Moros, sencillamente, la estructura institucional del Estado venezolano le permitió convertirse en sustituto. Y que lo hizo en estricta obediencia a lo que demandaba una sociedad que, con ello, hacía valer la prolongación de su castigo. Especialmente  de la partidocracia que se había permitido defraudar la confianza y seguimiento de millones de amantes de la Democracia, además de firmes ejemplos históricos de lo que significa ser y vivir en libertad.

En otras palabras, los pueblos no sólo «se dan el Gobierno que se merecen». Es que, además, «nunca se equivocan», y, por lo tanto, sus errores también representan una «justa y bien merecida compensación», en retribución a lo que traduce el hecho de haber sufrido y vivido mal, como consecuencia del desempeño de malos gobernantes y de peores administradores.

Acertado o desacertado lo que se dice, lo innegable es que sí hay un hecho  vigente en la historia actual del país. Y se trata de que en lo que no hay dudas,  es en que  resulta triste y lamentable lo que ha sucedido y sucede actualmente en Venezuela. Pero, además, en que las citas convertidas en derechos históricos de uno u otro lado, al final, han terminado evidenciando que las añejas indicaciones  no han pasado de ser otra cosa que la conversión de falsas afirmaciones para convertirlas en  justificaciones de sufrimientos.

¿Y por qué lo son?. Porque  ningún pueblo se merece a un gobierno impuesto con base en la arbitrariedad y en la usurpación, además de que  tampoco se puede etiquetar de equivocación a una imposición tramposa y forzada con hambre y miseria. 

De hecho, si hoy Venezuela está en ruinas y sometida a vivir en condiciones de  miseria y de hambre, definitivamente, no ha sido como producto de la equivocación de los venezolanos,  sino de un plan fraguado en los laboratorios ideológicos de la Isla de Cuba, y promovidos por la mente criminal del dictador comunista Fidel Castro. Sí, por el mismo que era asistido financieramente desde los fondos internacionales del fanatismo alentado por el ámbito financiero ruso, y la avaricia de quienes luego pasarían a estructurar el aún vigente sistema de «vida feliz comunista» de la llamada Nomenklatura.

Valga el hecho militar antillano para precisar que las señaladas coincidencias, definitivamente, no eran otras cosas que el sistema estructurado en garantizarle alimentos dirigidos a  quien intentó invadir a Venezuela por la costa, en el desembarco de Machurucuto, Estado Miranda, el 8 de mayo de 1967. Fue  un intento que terminó en un hecho frustrado y de sediciosos derrotados,  además de capturados y expulsados del país por las entonces llamadas «gloriosas» Fuerzas Armadas venezolanas, obedientes y defensoras de la Constitución, además de fieles defensoras de la democracia y de la vida en libertad.

No obstante, esa fracasada y derrotada invasión no los desestimuló. Por el contrario, conscientes del potencial y de las riquezas de Venezuela, como segura fuente de financiamiento para introducir e implantar al sistema comunista en el continente, modificaron el macabro plan. 

Se trató de una renovación que hicieron  aprovechando  los altos márgenes de analfabetismo y de la marginalidad, y socavando a los gobiernos democráticos. Asimismo, aprovechando la fragilidad de los sistemas de gobierno, corrompiendo, contaminando y engañando a los más humildes con ofertas populistas y  fomentando divisiones, además de odio de clases. De igual manera,  desprestigiando a los partidos políticos y corrompiendo las instituciones en colaboración con organizaciones delictivas del narcotráfico. 

Al final, el efecto ha sido que dicho propósito ha culminado en  alianzas con países comunistas o regímenes tiránicos, algunos de ellos «ocupados» en  usurpar y contaminar ahora 

a varios países de la América Latina.

No obstante haberse mantenido una lucha opositora permanente durante 23 años, demostrando el talante democrático de las raíces culturales venezolanas,  y si bien es cierto que la oposición venezolana no ha logrado restituir la democracia, la ciudadanía organizada venezolana sí ha dado una dura pelea ante la agresión política.

Y, con la misma, aun cuando siempre está presente ante cualquier descalificación política nacional, la sociedad ha logrado desgastar, dividir y desenmascarar al régimen ante el mundo democrático internacional. Es decir, ante  quienes, gracias a esa férrea y prolongada lucha nacional, han hecho posible que a los enemigos del país les hayan impuesto duras sanciones y señalamientos al régimen dictatorial. Todo lo cual, más temprano que tarde, contribuirá a restituir la paz del país, a recuperarlo, como a REFUNDARLO, y hacer posible la aparición de la nueva Venezuela.

Cuando eso suceda, desde luego, todos esos venezolanos que han migrado con temor y dolor del territorio nacional, como por acción del hampa, de las amenazas del delito organizado, además de las persecuciones y de las violaciones de derechos humanos, debe producirse una respuesta. Especialmente, de parte de quienes fueron  obligados a huir y a emprender un nuevo camino, para refugiarse en otros derroteros y lograr integrarse, además de contribuir con el desarrollo de los países receptores.

Hay quienes afirman que  ya son más de 150.000 profesionales universitarios bien capacitados, los que han llevado «el progreso» a otras naciones, junto a empresarios venezolanos que también se han ido junto a trabajadores y técnicos especializados. Y se ha tratado de una migración que ha concluido en la fundación de  empresas,  y en la prestación de  valiosos servicios en otras latitudes. Es decir, en efectos  que, con toda seguridad, enriquecidos por las  experiencias y los conocimientos, regresarán a la Patria.

Y lo harán, posiblemente,  para contribuir con los que aún permanecen en suelo venezolano, para luchar y rescatar al país. Hasta llevarlo al sitial de la nación desarrollada que le corresponde, y pasar a formar parte integral e importante de la comunidad internacional.

Si bien es cierto que no es nada fácil para ningún país recibir abruptamente  a cientos de miles refugiados -que no emigrantes,  porque hay una clara diferencia en el caso venezolano- se mantiene presente, cual reto histórico, el hecho de que se proyecte con mucha tristeza, las muertes, las violaciones, los casos de maltrato, de desprecio y de crueldad a la que ha sido sometido un buen número de compatriotas. 

Durante años, en Venezuela se recibieron a centenares de miles de personas de otros países, y se hizo  con bondad, cariño y respeto. Se trató de una acción de «brazo extendido»  a todos esos inmigrantes que vinieron a refugiarse  y a fraguar un porvenir diferente. En cuanto a lo que ha sucedido con los migrantes venezolanos y para beneficio de gran parte de los mismos que pudieran regresar, hay que adelantar la presunción de la posibilidad de que se trata de  connacionales hoy sometidos a un refugio, pero que también se trata de venezolanos  que tienen una Patria, su casa, y un pueblo que exteriorizará su hermandad  para recibirlos con  alegría al producirse  su regreso, para que se integren al rescate y refundación de  su país. 

Los venezolanos nunca han sido emigrantes. Y, a su regreso al país, nadie duda que dejarán una huella positiva donde quiera que hayan estado.  

La solidaridad afectiva con ellos se refleja en una apreciación que ya se escucha abiertamente, y es que «Dios les bendiga y cuide a todos y a cada uno de  esos compatriotas que están en tierras lejanas. Y que pronto se produzca su regreso a casa»

https://www.analitica.com/opinion/los-venezolanos-nunca-han-sido-emigrantes/