El monstruo se levantó convertido en pandemia y los venezolanos lo conocieron de cerca desde el 13 de marzo de 2.020. La atención se fijó en Miranda por los primeros dos casos que eran una mujer de 41 años que estuvo de viaje por Estados Unidos, Italia y España y de un hombre de 52 de años que viajó a España.

El susto empezó a correr y obligó la cuarentena obligatoria para los pasajeros del vuelo Iberia 6673 de los días 5 y 8 de marzo, donde llegaron los dos casos positivos. Para el 17 ya decretaron la cuarentena total a nivel nacional.

Hoy ese virus proveniente de Wuhan, en China ha contagiado a más de 143 mil venezolanos y supera los mil 400 muertos, mientras tiñe al mundo con más de 118 millones de infectados, superando los 2.600 mil fallecidos y con la novedad de sus variantes, esas que lo hacen mucho más contagioso, cambiante y de síntomas agresivos.

“La salud sigue dando tumbes en Venezuela, va del timbo al tambo, cuando invitan semanal a la pandemia dura o light. Todo luego de un diciembre libre, tal como el episodio bíblico de Sodoma y Gomorra para que la gente haga todo lo que se le antoje, un Carnaval celebrado por todo lo alto y con más presencia de esta pandemia, que luego se lo endosan a repiques de otros países”, denunció Douglas León Natera, presidente de la Federación Médica Venezolana (FMV), al recordar las intermitencias de la flexibilización desde el 1 de junio de 2.020, ya desde diversos esquemas y a riesgo de una especie de autodestrucción, al no considerar las consecuencias de los rebrotes en países más desarrollados y cuando tampoco se fomenta una regia campaña de conciencia para el cumplimiento de las medidas básicas de protección como el lavado de manos, uso correcto del tapaboca y distanciamiento social, cuando éste último ni aplica en el transporte masivo de unidades gubernamentales, con los pasajeros faltos de oxigeno ante el hacinamiento que triplica la capacidad de usuarios.

Considera que la situación es más grave que el año pasado, porque se tiene el 80% de pacientes crónicos infectados y terminaron de complicarse por otras enfermedades.

“No ha mejorado nada el enfermo. La situación del sistema de salud no mejora a falta de medicamentos y con apenas el 4% de insumos en centros asistenciales. La gente llega al hospital y sale en busca de colaboración y de algunos que puedan ayudar”, lamentó Natera de una situación que ya se vivía con la cercanía de una emergencia sanitaria, pero que agudizó con este virus, muchas veces generando el temor de pacientes que preferían la atención médica domiciliaria y acudir a la caridad del prójimo, cuando ni siquiera un seguro médico de $50 mil puede cubrir semanas de cuidados intensivos en alguna clínica, la mayor preocupación cuando la vida pende de un ventilador. Un día de hospitalización puede estar a partir de $ 2.000 y superar los $3.000 en la UCI para críticos por dificultad respiratoria.

Tal escenario también es cuestionado por Huniades Urbina, secretario de la Academia Nacional de Medicina, al reconocer que se ha venido aprendiendo sobre la marcha y de acuerdo a los estudios consecutivos en el mundo.

“No hubo el acondicionamiento y tal como lo temía la Organización Mundial de la Salud (OMS) la situación de Venezuela se compara a Haití, sin la capacidad de respuesta ante un sistema de salud público que ya venía golpeado”, señala de los pronósticos de la máxima instancia internacional.

En ese tramo tardío tiene peso la importancia de considerar los aportes desde expertos, comunidad científica, academias y demás gremios, tal como lo considera Jaime Lorenzo, presidente de la organización Médicos Unidos de Venezuela, al reconocer que se aprenden de los errores, aun en circunstancias que pudieron evitar al saber los efectos negativos del coronavirus.

“Todo fue porque los medios de comunicación encendieron las alarmas y allí, el sistema sanitario estuvo obligado a prepararse, tal como lo hicieron en España, Estados Unidos y hasta Reino Unido, pero que pese a las previsiones vivieron situaciones muy difíciles”, señala molesto el galeno.

Esa evasión también califica para la ciudadanía que, según Lorenzo, tampoco estuvo preparada para acudir a la prevención y cortar la cadena de contagios. Esto se evidenció, incluso en las semanas de cuarentena radical, con transeúntes en la calle y sin llevar correctamente el tapabocas que es una de las medidas básicas que empieza por la conciencia individual y compromiso personal. El seguimiento también estuvo corto, con los primeros meses de continuo patrullaje policial para supervisar el cumplimiento de las medidas, pero que se fue perdiendo con personas apretujadas en colas de establecimientos comerciales y hasta en entidades gubernamentales, con algunos espacios que ni siquiera cumplían con la ventilación para lugares cerrados.

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