Desde el mes de mayo hasta el inicio de junio los cubanos hicieron frente a 54 emergencias en el suministro de electricidad. Ya el gobierno se ha hecho una costumbre de informar a la ciudadanía sobre los cortes de fluido eléctrico por la importancia política, económica y social que las interrupciones acarrean. Los cortes ya son diarios y pueden durar varias horas.

El año pasado la situación de desconformidad de la población por la incapacidad gubernamental de manejo del aprovisionamiento en el sector estuvo en el origen de muchos disturbios y todo indica que el malestar que se está reproduciendo este año de nuevo estimulará la protesta. La del pasado viernes 15 que incendió la localidad de Pinar del Rio pudiera ser una de una serie indetenible de manifestaciones antigubernamentales.

El saldo del año 2021 fue de centenares de detenidos, además de 400 sentenciados a prisión. Este año a ese malestar se viene a sumar la inflación incontenida y una crisis económica que cada día alcanza a mayor número de hogares. 

En la medida en que los años han avanzado, las formas de control policial ciudadano se han vuelto no solo más sofisticadas sino más extremas. Se cuenta por miles el acumulado de presos y torturados en sus mazmorras, particularmente jóvenes. Las ejecuciones igualmente han estado creciendo de manera exponencial.

La desesperación se está haciendo presa de quienes no tienen nada más que perder.

Las dramáticas condiciones de vida que han tenido que enfrentar las familias desde la pandemia -ni medicinas ni comida, ni fluido eléctrico- ya no pueden más ser endosadas a las sanciones americanas. El cuento ha sido demasiado trillado, pero además, toda población en cualquier latitud aspira a que sus gobernantes lo salvaguarden de penurias en los momentos de dificultad.  Así es como el deterioro brutal de la calidad de vida, ya bien precaria desde que Venezuela no ha podido sostener el subsidio a la isla por su propia debilidad económica, es atribuible solo a quienes operan desde el Palacio de Gobierno.    

De esta forma a Diaz Canel le ha tocado hacer frente al mayor reto de cuestionamiento del poder en varias décadas. La realidad es que la pandemia no era necesaria para demostrar que el país ya estaba en un despeñadero. El modelo socialista equivocado había derivado no en múltiples crisis coyunturales – el gobierno lo repetía a cada paso – sino de una gran crisis estructural y sistémica.

Del 2016 a esta parte la pobreza sostenida y la desigualdad no han podido más maquillarse. El país había dejado de producir alimentos y medicinas y se dedicaba únicamente a los servicios. La sanidad se había descalabrado por entero incluyendo asistencia obstétrica y la tasa de mortalidad superaba en proporción a la de los peores años del Periodo Especial.   La mortalidad por cada 1000 niños nacidos vivos se catapultó, en 2021, 55% por encima de 2020 y 92% por encima de 2019.

En el terreno de la provisión de alimentos la situación es aún peor. El Plan de Soberanía Alimentaria lanzado en 2020 ha sido el peor fiasco que se haya vendido a la ciudadanía. La inexistencia de aranceles y de límites a la importación privada de comida no ha servido de alivio a la penuria porque el país no dispone de divisas para importar y, a la vez, la inflación mundial y las dificultades y encarecimiento del transporte han tornado los alimentos en bienes o inexistentes o inaccesibles.

Por otra parte, pretender «aumentar la producción alimentaria local valorizando la agricultura familiar, urbana y suburbana” ha resultado ser una quimera: no resulta posible trabajar cuando las gentes se encuentran apremiadas por el hambre. Sortear cotidianamente la escasez se ha vuelto una tarea agotadora y por lo general con magros resultados. La caída del sector turismo a raíz de la pandemia también ha servido para deteriorar la capacidad de producción de divisas del país. De allí que poner comida en el plato de las familias se ha vuelto una tarea de titanes y el gobierno guarda con celo las cifras que demuestran que la población cubana está hoy más subalimentada que nunca en su historia.

 El catedrático Mauricio de Miranda, explicita de esta manera el cansancio que se ha hecho flagrante como lo muestran los nuevos amagos de disturbios: ¨Lo que hoy por hoy muestra la sociedad cubana y particularmente evidencian los estratos jóvenes es la convicción de estar atrapados dentro de una situación que solo puede empeorar… una revolución y los sacrificios que ella impone se aceptan para cambiar y mejorar la vida de las personas. Los plazos no pueden ser eternos. Lo que ha estado ocurriendo es la reacción tardía de un pueblo que no puede sufrir mas los rigores de la pobreza y los ajustes de un semi neoliberalismo con maquillaje socialista¨.

No es cierto que la confrontación con el régimen criminal se haya apagado. Se equivocan quienes opinan que la ciudadanía se encuentra adormecida o sometida, o es cobarde y pasiva frente a los desmanes y estropicios gubernamentales. Lo que carece de sentido es exponer la disidencia en protestas de cuya utilidad todos dudan por sus atroces consecuencias. Lo que si ocurre es que nuevas y más alambicadas formas de oposición se ponen en marcha subrepticiamente en contra del totalitarismo, toda vez que la sofisticación del régimen en el establecimiento de controles policiales ha crecido exponencialmente.

Cuba y su pueblo están llegando a su límite…

https://www.analitica.com/opinion/cuba-se-cansa/