Hoy es viernes y el Gobierno lo sabe. Expect the unexpected: El viernes pasado, haciéndose el desentendido, lanzó tres nuevos billetes, y ayer jueves (“viernes chiquito”, dicen por ahí), “aumentó” los salarios y las pensiones.
Hasta hace poco, la prerrogativa de las sorpresitas la tenía el TSJ, que los viernes solía tirar sentencias anti Asamblea Nacional. Ya en control del chavismo el Parlamento, la práctica (como aquellos maridos que los viernes en la noche salían a comprar cigarros y no regresaban hasta el domingo), ha sido aprovechada por el Ejecutivo para colar contrabandos.
Los Gobiernos, por supuesto, viven de las buenas noticias, y nada los friega más que tener que dar las malas. Hace rato que el madurismo no tiene ni una sola buena noticia que dar.
Solía aplicar la de hacer de la necesidad virtud, y entonces anunciaba cosas malas explicándolas como si fueran lo contrario. Pero, como a estas alturas de la revolución bolivariana, Nicolás Maduro es como el séptimo marido de Elizabeth Taylor en su noche de bodas, le es muy difícil meterle una coba o un piropo que no hubiera oído a la guapa Eliza.
Entonces, por ahí le ha dado por no anunciar un “aumento”, que en realidad es una rebaja de sueldo, y lo lanza un jueves en la noche. O anuncia tres billetes que juntos no suman un dólar, y esta “ampliación del cono monetario” (un proceso que si de algo requiere es de información al público) un viernes en la noche, con un tuit.
Un aumento de salarios que los rebaja a la mitad
Ya es la segunda vez que el Gobierno chavista aumenta el sueldo mínimo y toda la escala de sueldos de la administración pública sin hacer un decreto ni decirle nada a nadie.
La explicación, como en el caso de los billetes, es sencilla: ese aumento no es más que paja, ceros a la derecha sin contenido, un suspiro salarial, una cosa que es aire con un poquito de azúcar.
Lo mismo puede decirse de los billetes. Molestarse en explicar las características de seguridad de algo que no llega a valer ni medio dólar no tiene ningún sentido.
Por lo menos, en medio de esta debacle, si algo se puede decir bueno del madurismo es que ha aprendido que aumentos descabellados contribuyen a que la inflación (8,1 millones por ciento solo desde la aparición del bolívar soberano, hace 29 meses) sea aún más descabellada.
Desde aquella aplicación de un salario mínimo nominal del 30 dólares, que el régimen sería el primero en incumplir, han entendido, por lo menos, el arte de la mesura. Que no tiene ningún sentido “aumentar” el sueldo a $1, cuando hace cinco meses apenas lo “aumentaste” a $2. Mensuales, para que dé peores escalofríos.
Pero al mismo tiempo, y resistiéndose a entrarle al origen mismo de la tragedia (que es su desastrosa gestión de dos décadas, incluida su permanencia en el poder mucho más allá de lo recomendable, e incluso de lo legal y lo legítimo), tiene que hacer algo para que parezca que aún controla algo.
Y qué mejor señal de control que “aumentar” el salario mínimo, aunque eso lo que provoque sea llorar y no le sirva a nadie para comer un día, uno solo, decentemente.
Por eso lo aumenta así, disimuladito.
Aunque usted no lo crea, y a esta altura del chavismo, hasta les queda ese pequeño ápice de vergüenza.
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