“¡Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó!”
Vicente Salias

Pueblo malherido

Antes de Hugo Chávez –esa maldición bubónica que le cayó a Venezuela y la arrasó como la peor peste conocida en nuestra historia– nadie podía suponer ni imaginar que los venezolanos, otrora respetados y admirados, iban a ser repudiados y abominados por todas partes de América Latina y el mundo. A la ruina socioeconómica y política que ha causado la peste chavista se suma la más degradante y vil de todas las ruinas: la moral.

El venezolano y lo venezolano, debido al chavismo, es despreciado y desgraciado por naciones que nos deben no sólo su libertad e Independencia, que en muchos casos nos deben su democracia.

Somos un pueblo malherido.

Pueblo humillado

Nadie se salva, ni empresarios (la mayoría venidos a menos, exceptuando chavistas), ni deportistas, ni artistas, ni académicos, ni periodistas, nadie. De sólo decir que provenimos de Venezuela se nos observa y atiende con pena, vergüenza ajena, como víctimas y en el peor y más desgraciado de los casos, se nos trata con asco. Me produce una profunda indignación que esto suceda (que ya es casi a diario), pues entiendo que nada cambiará mientras el chavismo rija el poder. Nada. Hay que derrocarlos para recuperar el honor y la dignidad malogradas.

Seremos –seguiremos siendo– objetos de desprecio, de sorna (los chistes sobre nosotros son inaguantables) y de lástima mientras el chavismo exista. Sí, damos lástima.

Somos un pueblo humillado.

Pueblo vejado

Un bandolero peruano asesina a mansalva a un joven comerciante venezolano y las cámaras del circuito cerrado de televisión muestran la barbarie. Una manada de xenófobos chilenos humilla a un grupo de venezolanos que intentan cruzar su frontera, su crueldad indigna. Un candidato a la presidencia de Perú –sí, a la presidencia– dice que nos arrojará al mar cuando alcance el poder, se topa con un venezolano e intenta golpearlo (sólo es candidato, ¡imaginemos!). Una alcaldesa colombiana después de un horrendo crimen cometido por un delincuente, que resulta ser venezolano, advierte de la “amenaza” venezolana, para ella somos un peligro.

Por más que hagamos llamados a la reflexión y a la tolerancia la situación empeorará, lo cierto es que los venezolanos estamos creando un drama social sin precedentes en Las Américas.

Somos un pueblo vejado.

Pueblo perseguido

Para sobrevivir, para que nuestras familias sobrevivan, para que nuestros hijos no sean maltratados, humillados, vejados y perseguidos, los venezolanos –me incluyo– nos hemos visto obligados al destierro. No ha sido nada fácil, no lo será jamás. La vida se nos va en idiomas, acentos, sabores, olores, visiones y culturas ajenas. Somos sonámbulos que andamos a tientas en otras tierras. Que nos maltraten, humillen y vejen es desconsoladoramente inhumano. 

No somos delincuentes, la mayoría de los venezolanos, un noventa y cinco por ciento de los que hemos emigrado, somos trabajadores productivos. ¿Por qué nos agreden?

Somos un pueblo perseguido.

Pueblo bravo

No podemos seguir causando lástima ni mendigando respeto por el mundo, nuestra solución como pueblo, como cultura, como país, no está en la reivindicación de nuestros derechos humanos como extranjeros –que también hay que hacerlo– ni combatiendo por doquier contra la xenofobia de la cual somos víctimas. No, la manera de recuperar nuestra dignidad y honor es reivindicando nuestra bravura como pueblo y luchando como lo hizo Bolívar y Sucre contra los causantes de nuestro holocausto: el chavismo.

Las humillaciones no cesarán, las heridas no acabarán, las vejaciones no tendrán fin, la persecución será eterna, mientras no resolvamos nuestro único y central problema: la peste chavista. Esa debe ser nuestra única disposición de ánimo y nuestro único esfuerzo contra la xenofobia que nos afecta: acabar con el chavismo. 

Seamos –lo ruego– el pueblo bravo que liberó a Las Américas.

Seámoslo…

The post Xenofobia, por Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr appeared first on LaPatilla.com.

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