Hoy se cumplen ocho años de la muerte de Hugo Chávez. Cuando falleció, un dólar costaba 22,80 bolívares. Hoy, ese mismo dólar vale 189.200.000.000. Todos sabemos que en el camino le quitaron cinco ceros, y lo llamaron “Bolívar Soberano”: en mayo de 2018, su billete de mayor denominación, de Bs. 500, equivalía a 9 dólares. 

Para conmemorar el aniversario del fallecimiento del autor principal del desaguisado, el Banco Central de Venezuela “amplía” su cono monetario con los nuevos billetes de $0,11, $0,26 y $0,53. 

Entre los tres, no llegan a valer un dólar, y sus denominaciones son de Bs. 200 mil, 500 mil y un millón, es decir, 100 mil millones de los de 2007 (acuérdense del “bolívar fuerte” o 100 billones de los de 1998. 

Pa que les quede claro: 100.000.000.000.000. Robert Mugabe es un niño de pecho al lado de nosotros. 

La confesión del desastre en el cono monetario

El chavismo siempre fue reacio a dejarle muchos ceros a la moneda, porque siempre pretendió hacer creer que endeudarse, mal manejar los recursos públicos, poner a gente no preparada a dirigir el Estado, y gerenciar el país a punta de caprichos dominicales, no tendría consecuencias mientras la vaca de ordeño del petróleo resistiera. 

Pero como a esa también la mataron, en Venezuela sucedió lo que se dijo que nunca podría suceder: la hiperinflación y la destrucción total de la moneda. 

Mientras mi cerebro funcione, no olvidaré la cuña de 2008 del bolívar fuerte. La recordaré siempre como un ejemplo de profecía autocumplida, de propaganda chavista que se vuelve antichavista; como una muestra de que los “profetas del desastre” tenían razón. Échenle una mirada: 

Adecuadísima fecha, entonces, este 5 de marzo para sacar los nuevos billetes. Maduro, en muchos sentidos, se limitó a ser consecuencia. Lamentablemente, su obcecación en avanzar en la ruta del socialismo, mucho después de que ya era inviable, agravó el costo de los errores cometidos por su padre político. 

No hay reconversión en camino

Lo cierto es que cada vez a menos gente le interesa el bolívar, una moneda que está muerta desde que ha tenido que ser reconvertida dos veces.

No hay una tercera reconversión en camino, a menos que el BCV quiera establecer récords de ridículo o que de tantos ceros, la moneda pase a ser inmanejable, aunque la gente hace sus propias reconversiones: ya llama «mil» al millón.

Vivimos en un país en el que mucha gente no tiene moneda nacional en sus bolsillos desde hace meses, o años. «¿Soberanos?», difícilmente.  

Cuando los ceros a la derecha valen como si fueran ceros a la izquierda, es imposible recobrar confianza en un Banco Central que emite billetes de 100 billones e intenta hacer de la necesidad virtud, enviando el siguiente mensaje, hecho a propósito para tratar de que la gente no lo entienda: 

(Dicho sea de paso, es imposible creer en un billete tan feo y para más de diseño repetido). 

Un billete de 1.000.000, seamos piadosos y quitémosle los otros ocho ceros, es una confesión del fracaso de un Gobierno. Más si ese billete vale apenas $0,53 y además permite pagar un salario mínimo.  

Probablemente, Nicolás Maduro y el chavismo apuesten cada día más por el “bolívar digital”, lo que significa en la práctica apostar por el dólar. Igual, llegado un momento, para los bancos y agentes financieros va a ser demasiado cero vacio ocupando bits en sus computadoras.

Los nuevos billetes, sin embargo, no generarán inflación, como se prevé por ahí. Sencillamente es una sinceración de que el cono monetario era completamente inútil, y lo sigue siendo, pero Maduro todavía no se atreve a sacar un billete de 10 millones, por lo cual, tampoco resolverán el problema del efectivo. Quizás solo a los camioneteros.  

Tanto cero solo sirve para engañar a pensionados y a algunos trabajadores públicos, que hacen bien que exijan que sus salarios se paguen en verdes. 

Lo primero que tiene que pedir un venezolano a quienes dirigen sus destinos, al menos desde 1983, es que deje de meterle la mano en el bolsillo, mes a mes, con ese perverso impuesto llamado inflación.

Porque aquí, mientras el Estado no limpie sus cuentas y empiece a gastar lo mismo que le ingresa (o menos, porque hay una deuda enorme que pagar), las víctimas del derroche de los políticos seremos siempre los ciudadanos. 

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