La palabra “quebranto”, un sustantivo, viene del verbo en latín clásico crepare y el latín vulgar “crepantare”que significa rasgarse o agrietarse produciendo un crujido. Cuando usamos la expresión “quebrantados de corazón” nos referimos a la traducción literal del Inglés broken heart, como corazón roto, en el sentido del alma; es decir, refiriéndonos al corazón como ese lugar donde se asientan las emociones y sentimientos. El lugar donde atesoramos lo que conocemos como Amor. 

Hay un síndrome denominado “corazón roto”, en el cual, literalmente el corazón, el miocardio, se debilita produciendo un fuerte dolor en el pecho, sudor frío, dolor en el brazo izquierdo, cansancio, dolor de la mandíbula y diferentes manifestaciones de problemas circulatorios. Este síndrome es más común en las mujeres y se produce, generalmente, después de una noticia que ocasiona un dolor (emocional) muy intenso. Una mala noticia puede ocasionar la liberación de hormonas que pueden resultar tóxicas, produciendo síntomas muy parecidos a los de un infarto.

En otras palabras, llegar al conocimiento de un hecho doloroso, algo que nos rompe el corazón, metafóricamente hablando, también puede ocasionar un dolor físico en el pecho, acompañado de otros síntomas, que los médicos han denominado Síndrome del corazón roto o Miocardiopatía de Takotsubo. Por lo tanto, la metáfora se convierte en una realidad palpable desde el punto de vista físico. Un estado de angustia, de dolor emocional como respuesta a una situación desgarradora puede conllevar a este padecimiento, el cual, afortunadamente, no suele causar un daño permanente como el ocasionado por un infarto.

Quizá, saber esto nos permita entender por qué algunas experiencias que nos causan un profundo daño emocional, pueden causar realmente un daño físico. Cuando sentimos que tenemos el “corazón roto”, que hemos sido quebrantados, rasgados en nuestro interior por diversas vivencias que nos producen un estado de angustia o ansiedad, como la pérdida de un ser querido, una traición, un accidente, la quiebra económica, una calumnia, una noticia que involucre nuestro bienestar o la salud propia y de un ser amado, entre otras; se produce una abrupta caída de los niveles de dopamina y oxitocina, conocidas como las hormonas de la felicidad. Y por el contrario, aumenta el nivel de adrenalina y cortisol. Esta última denominada la hormona del estrés.

Por esa razón, ese proverbios (17:22) que dice: “El corazón alegre es buena medicina, pero el espíritu quebrantado seca los huesos”, es una verdad contundente a la hora de hablar sobre el sufrimiento; ya que, de acuerdo a la ciencia, después de un período prolongado de estrés, el cerebro registra el dolor emocional, la angustia, como un daño físico. No obstante, la capacidad de resiliencia del ser humano, de acuerdo a las herramientas psicológicas y espirituales que posee cada individuo, le permitirán convertir el dolor y las lágrimas en fortaleza. Aunque las cicatrices podrían no borrarse en toda una vida. De allí, que es necesario esforzarse en ser saludable, no solo en lo que al cuerpo se refiere, sino también es absolutamente necesario buscar la sanidad emocional y espiritual.

Ahora bien, hay unas cuantas tristezas que experimentamos en la vida que llegan a nosotros de manera inadvertida, nos asaltan, nos golpean inesperadamente. Hay muchas otras que vienen a nuestro encuentro como resultado de nuestras propias acciones, como una consecuencia de las decisiones que hemos tomado, como fruto de las semillas que vamos sembrando a lo largo de nuestro caminar. De la misma manera, cada uno de nosotros puede convertirse en un motivo de alegría o en una profunda tristeza para otros. De ahí, que es muy importante no ir por la vida rompiendo corazones, como le solía decir a mis hijos cuando eran adolescentes. Por el contrario, deberíamos convertirnos en una “persona vitamina”, como lo expresa la psiquiatra catalana Marian Rojas Estapé en su libro con ese título.

La persona vitamina es aquella que saca lo mejor de nosotros a relucir, la que se alegra con nuestras alegrías, la que nos consuela enjugando nuestras lágrimas y nos muestra un nuevo camino a seguir cuando pensamos que todo está perdido. Es esa persona que se interesa genuinamente por nuestro bienestar, que es capaz de hablarnos con su mirada; alguien, cuyos gestos y acciones hacia nosotros nos iluminan la vida. La persona vitamina es empática, se calza con los zapatos del otro para comprender sus sentimientos. Está dispuesta a la escucha activa, sin juzgar al interlocutor. Se esmera en conectar con el otro y siempre actúa con bondad.

Irremediablemente, todos en algún momento de nuestra vida seremos “un quebrantado de corazón” o “tendremos el corazón roto”. De la misma manera que las relaciones humanas pueden ser perfectibles, también pueden rasgar el corazón.  Sin embargo, me atrevería a decir que los quebrantados de corazón son en primer lugar, personas valientes, capaces de amar; pues, nadie puede romper tu corazón a menos que tú se lo hayas dado primero.  Y se requiere de mucha valentía para entregar nuestro ser en una relación. 

Muchos nos pueden decepcionar, pero solo aquellos a quienes amamos pueden rompernos el corazón. De manera que un corazón roto ocurre de la pérdida de algún tipo de amor. Cuando hay una disrupción en la relación. Y hablamos de toda la diversidad de vínculos que pueden unir a dos personas: la relación padre-hijo, la relación de hermanos, la relación de pareja, la relación de los vínculos políticos, conocidos en Inglés como “in law”; tal como la relación suegros- nuera, yerno. También la relación de amistad en todas sus formas.

En nuestra sociedad hay ideas preconcebidas que solo han traído tristeza, además han sido la causa del desmoronamiento de muchas relaciones. Como esa que se expresa de la esposa del hijo varón, la nuera, como “la que no era para mi hijo”. Más que una idea, un juicio concebido, probablemente, en una mente narcisista. O el caso opuesto, la nuera o el yerno que jamás podría concebir a la madre de su cónyuge como un ser querido, sino esa concepción chocante que se expresa en tantos chistes en los cuales se denota a la suegra como la espina en el zapato, la bruja o la malvada del cuento. 

Sinceramente, pienso que como una sociedad que debería evolucionar, deberíamos erradicar estas concepciones tan destructoras de las relaciones de familia. Concepciones tan arraigadas que no permiten reconocer el amor genuino que personas vinculadas a través de este tipo de relaciones expresan a lo largo de los años. ¿Cómo podremos dejar un legado de amor a las nuevas generaciones, si muchas veces las relaciones de familia están  teñidas por conceptos que solo exaltan la hipocresía? Tenemos una sociedad en la que abundan los corazones rotos porque abunda el egocentrismo.

Creo que después de la muerte de un ser amado, no hay nada que ocasione un dolor más grande, un dolor que rompa el corazón de una manera tan devastadora, como sentirnos no correspondidos en el amor que genuinamente hemos expresado, atesorado y cultivado por alguien. Más aún, cuando la respuesta al amor es la crítica destructiva, el chisme, la desaprobación, la mentira y la falsedad. Puesto que no se puede amar sin ser vulnerable, cada vez que amamos honestamente nos estamos exponiendo a la herida. Pero, ¿acaso dejaremos de amar porque podríamos salir heridos en el intento?

El psiquiatra Sigmund Freud (1917), padre del psicoanálisis en su libro “Duelo y Melancolía” expresó que el dolor debido a la pérdida de una persona por medio de la muerte, o a causa de una ruptura amorosa puede llegar a resolverse con el paso del tiempo, mientras que la melancolía permanece, porque perderla implica un tipo de pérdida especial o patológica para el yo.  Por esa razón las cicatrices no se borran.

Los corazones rotos son universales, así como son universales las emociones y los sentimientos humanos. No importa ni la cultura, la lengua, las creencias, ni la formación profesional, todos podemos ser “quebrantados de corazón” en algún tiempo de nuestra existencia. Lo importante es convertirnos en la palabra que afirma y no en la lengua que destruye; ser el beso y no la flecha que traspasa el alma; los ojos cristalinos que dicen la verdad y no la mentira maquillada.

“En medio de todos, los quebrantados de corazón son los más valientes, porque ellos se atreven a amar”. Brené Brown. 

“Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo”. (Jesucristo) Juan 16:33.


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