Con la llegada al poder de los gobiernos de izquierda en México, Argentina, Chile, Perú, Honduras, Colombia y la más reciente victoria electoral de Lula en Brasil, se habla de una nueva “ola rosada” en América Latina, similar a la de los inicios de los años 2000. En buena parte, se trata de una ola en contra de los gobiernos de turno, abrumados y afectados, entre otras cosas, por la crisis socioeconómica desatada por la pandemia y sus propias carencias. En efecto, en Uruguay también ganó la oposición de centro derecha frente al gobierno del Frente Amplio, en Perú Castillo “se tumbó solito” y ya en Argentina han aumentado las posibilidades de una victoria de la oposición en el 2024. Si hubiese elecciones libres y transparentes en Cuba, Nicaragua y Venezuela, muy probablemente también habría cambio de gobierno. Respecto al régimen de Maduro parece evidente que el ambiente regional ha cambiado a su favor. Sin embargo, en comparación con la anterior “ola rosada”, hay relevantes diferencias. En ese entonces, todos los gobiernos de la región se beneficiaban del elevado precio de las materias primas. La “solidaria” chequera petrolera de Venezuela era muy abundante. Además, Maduro no tiene ni la legitimidad, ni la popularidad que Chávez tenía en sus inicios.
En particular Boric, pero también Petro han manifestado críticas al régimen de Maduro en relación a la violación de los derechos humanos en Venezuela. Por eso han sido calificados de “izquierda cobarde” por Maduro. En cuanto a los EEUU, se subraya mucho el relativo deshielo en materia petrolera con la muy limitada licencia a Chevron. Sin embargo, con una Cámara de Representantes republicana y con el halcón Bob Menéndez, en la poderosa Presidencia de la Comisión de Política Exterior del Senado, no veo mayores avances bilaterales al respecto. La reunión de Macron, Petro y Fernández en Paris con los jefes negociadores del régimen y la oposición venezolanos, así como las visitas del Asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan a Petro y Lula, en las cuales se planteó la situación venezolana y el comunicado conjunto de los EEUU, la UE, Canadá y el Reino Unido, en apoyo a las negociaciones en México y a unas elecciones libres, transparentes e internacionalmente observables, parecen evidenciar que la comunidad democrática internacional está presionando a Fernández, y en particular a Petro y Lula, de aprovechar su “cercanía” a Maduro para que acepte una salida democrática negociada a la crisis venezolana, que, con la emigración de más de 7 millones de personas, está afectando a buena parte del continente. Petro, por la situación económica y la relación especial de Colombia, particularmente sus Fuerzas Armadas, con los EEUU; y Lula, también por su debilidad económica, la minoría en el Congreso y su dependencia de los aliados moderados, como el vicepresidente Alkmin, me parece que van a buscar buenas relaciones con EEUU y la UE. Todo esto, obviamente, no significa que las negociaciones en México, concluyan con una salida democrática. Sin embargo, considero evidente que la comunidad democrática está de nuevo actuando para buscarla y que la “ola rosada” no necesariamente favorece totalmente al régimen de Maduro. La comunidad democrática está haciendo su parte, pero es necesario que la oposición democrática venezolana haga la suya, con una unidad más efectiva y el aumento de la presión interna sobre el régimen. Al respecto, la movilización política por las elecciones primarias, debería coordinarse con la creciente protesta social, por el desastre socioeconómico y de los servicios públicos.
@sadiocaracas
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