La denuncia de Telemundo 51 de Miami sobre los carros robados en Miami para venderlos en Venezuela luego de ser alquilados no es, aparentemente, un modus operandi que se esté aplicando masivamente. 

Pero sin duda, el comercio ilegal de vehículos entre el sur de Florida y Venezuela es un fenómeno que tiene más de 25 años y que ha tenido diversas maneras de implementarse a través de ese tiempo. 

Los carros robados en Miami y encontrados por GPS en Puerto Cabello, Carabobo, muestran, según Fermín Mármol García, director del Instituto de Ciencias Penales, Criminológicas y Criminalísticas de la Universidad Santa María, que “así como la delincuencia organizada se las ingenia para traficar personas, armas, minerales o drogas, lo puede hacer con vehículos automotores de alta gama, de alto valor, motocicletas, vehículos del área de maquinaria de construcción o maquinaria agrícola”. 

Esas organizaciones delictivas, indica el criminalista, tienen una fortaleza: pueden forjar, tanto en Estados Unidos como en Venezuela, los documentos necesarios para lograr que el vehículo abandone el territorio norteamericano, y que en Venezuela suceda lo mismo para que estos bienes ingresen al país legalmente. 

Las caras del negocio de los carros robados en Miami

Señala Fermín Mármol García que este nuevo modus operandi, el de alquilar vehículos de alta gama y embarcarlos completos para que viajen a Venezuela, debe estar afectando mayoritariamente a empresas pequeñas de alquiler de vehículos, que tienen menos logística y probablemente, menos maneras de controlar los vehículos que arriendan, vía GPS, en tiempo real. 

Agrega que este nuevo modus operandi, en todo caso, es diferente del que ha regido en los últimos 25 años, aproximadamente, pues el comercio de vehículos de manera ilegal entre EEUU y Venezuela se remonta, como mínimo, a 1995. 

Indica Mármol García que en ese año comenzó a darse un fenómeno: ciudadanos estadounidenses que vendían sus vehículos, especialmente motos de alta cilindrada, a mafias en Venezuela, que las introducían en el país. 

Esos ciudadanos estadounidenses, al mismo tiempo, denunciaban las motos o los carros como robados, y cobraban los seguros. Se hacía con motos, fundamentalmente, porque se exportaban desarmadas e ingresaban a Venezuela como repuestos, y aquí se reconstruían; y con motos de alta cilindrada porque su valor era equivalente al de los carros promedio. 

El modus operandi fue desmontado por la policía estadounidense y las empresas de seguros, y los delincuentes migraron a otra modalidad: compraban los papeles de carros que en Estados Unidos ya estaban en desguazaderos, y con esas identidades se legalizaban carros que circulaban ilegalmente en Venezuela después de haber sido robados en Colombia o Brasil. 

Este modus operandi sobrevivió hasta hace unos siete años. 

Señala Mármol García que el tema de los carros robados debe ser observado, para evitar que las mafias se fortalezcan y compliquen aún más el panorama de la presencia de grupos de delincuencia organizada en Venezuela.

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