Lamento profundamente tener que discrepar de la ministra Siches, pero, en Chile, son pocos los que se han pegado con un palo en la cabeza. Lo digo porque la mayoría de las veces ese tipo de golpes, en lugar de provocar amnesia, genera un intenso dolor que nos obliga a despertar del estado de somnolencia. Hoy por hoy, lo que sucede es que la mayor parte del país sigue sin querer tomar consciencia del avance de una élite totalitaria que, sin asco o un mínimo de pudor, avanza su proyecto en contra de la mayoría democrática. Después de un extenso período en que muchos podemos autodenominarnos “exonerados políticos en las sombras,” las primeras víctimas públicas comienzan a caer ante el despotismo de tiranuelos que hace mucho controlan nuestras instituciones. En los últimos días los rostros de esta campaña contra la democracia son Matías del Río y Sergio Micco. Hagamos un análisis de su situación.
El periodista encarna al primer sentenciado público por una élite que no trepida en usar su poder para destruir a su “enemigo”. Hemos visto este mismo proceso en todos los países del mundo donde se ha intentado imponer un régimen de corte tiránico y, curiosamente, la historia siempre se repite: empiezan por los detractores y terminancon sus propios aliados. ¿La razón? En la medida que destruyen el país que gobiernan, la torta a repartir se hace cada vez más chica, los colmillos crecen y los cuchillos se afilan. Así las cosas, cada chileno – de izquierda o derecha, revolucionario o reaccionario- debería entender que, “tarde o temprano vienen por ti”.
No sé si por escasez de palos o exceso de cabezas duras una parte importante de la población se resiste a entender y aceptar que estamos atrapados en las dinámicas de un proceso revolucionario. Pocos hemos tenido el coraje de denunciarlo. No quiero imaginar qué sucederá cuando, gracias al proyecto de ley presentado por Luis Cuello, Carolina Tello, Karol Cariola, Carmen Hertz y Daniela Serrano, termine por imponerse la ley mordaza. Entonces quedaremos en la ruina -la multa asciende a 30 millones de pesos- quienes digamos, por ejemplo, que tras “el voto informado” se esconde una intervención descarada. Por supuesto, no nos meterán presos; la izquierda ya entendió que no quiere mártires. La destrucción de tu vida debe hacerse en silencio, sin dejar huellas, como le sucedió a Sergio Micco.
De las confesiones del ex Director del INDH se infiere que el famoso estallido es producto de un plan diseñado al amparo de la captura de instituciones cuyos miembros se encuentran atrapados en la espiral del silencio. ¿Quién está detrás de la destrucción de Chile?
El mismo Micco, en una entrevista dada a Las Últimas Noticias el domingo 31 de julio, nos aporta el código para abrir la bóveda del silencio: “[…] una de las cosas más complejas después del 18 de octubre de 2019 fue que vimos zonas geográficas o poblaciones donde claramente el crimen organizado, junto con movimientos sociales, atacaban una comisaría para intimidar a las fuerzas de orden”. ¿Movimientos sociales -que sabemos son un brazo de partidos de extrema izquierda- coludidos con el crimen organizado?
El fenómeno político señalado por Micco tiene un nombre, “narcopolítica”, y en lo que queda de esta columna voy a nombrar los flancos por los que avanzan sus tentáculos. Sabemos que todo comenzó con la relación entre el PC, Chávez, las FARC y la narcoguerrilla vestida de causa mapuche. Mientras los colombianos investigaron esta red que saltó a la luz con la muerte de Raúl Reyes, los chilenos nos hicimos los lesos. La misma actitud estamos teniendo con otros flancos como la violación sistemática de la soberanía en la frontera norte donde la mayor parte de los migrantes ingresan en forma ilegal, por pasos no habilitados. La consecuente situación de hacinamiento, violencia, tráfico de drogas, operación de carteles, destrucción de ciudades, especialmente Iquique, Antofagasta y Arica, tampoco nos alarma. Hoy el avance de los carteles amenaza ciudades más al sur como Copiapó y La Serena. Mientras, en la Región Metropolitana y alrededores, se repite el mismo fenómeno: con la violencia del narco se ha destruido la calidad de vida de cientos de miles de chilenos. Más de la mitad de la población se siente insegura en las calles. El comercio del centro desaparece y latones cubren las fachadas que hasta octubre de 2019 eran prósperos negocios. En el sur, la narcoguerrilla opera sin ningún control. En el marco de este desmadre Hugo Gutiérrez se da el lujo de afirmarque un triunfo del Rechazo es una declaración de guerra contra los pueblos originarios. Por su parte, Héctor Llaitul amenaza públicamente a mapuches y huincas: «no quitamos vidas, no hacemos acciones de aniquilamiento, a pesar de tener identificado a esbirros al servicio del poder y que han cometidos crímenes en contra de la causa mapuche, tampoco podemos ajusticiar a yanaconas que se han paseado libremente en el Wallmapu y nadie los toca». No hay que ser muy inteligente para leer la clave de este mensaje, «los tenemos identificados».
¿Aguanta Chile tanto desmadre? ¿Tenemos que volver a pasar hambre y hacer colas para botar a los totalitarios del trono? ¿Cómo enderezamos esta situación?
En principio, se me ocurren dos ideas. Primero, quienes estamos por el Rechazo tenemos que dejar de validar la legitimidad del voto Apruebo porque destruye la democracia y desintegra el país. En suma, los dos votos no valen lo mismo y el votante informado debe enterarse. Segundo, es hora de que el Presidente de la República convoque al Consejo de Seguridad Nacional para que sus integrantes tengan la oportunidad, en su rol de asesores del Presidente de la República, explicarle la situación interna y abordar la hipótesis de un conflicto vecinal en este contexto. Usted me dirá que él ya está enterado y no necesita aclaraciones, a lo que yo respondo que, ante el desmadre total que está sufriendo el país, es de suma importancia que esta gestión se realice para dejar en evidencia la posición de “su Excelencia”.
Directora de la cátedra Hannah Arendt, Universidad Autónoma de Chile
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