Sin fundamento nada se sostiene. Ni los ideales mejor concebidos pueden convertirse en realidades positivas sin un adecuado fundamento. La experiencia de la historia y de la vida lo demuestran, una y otra vez.

En el caso dramático de la Venezuela del siglo XXI, se han despreciado todos los fundamentos afirmativos del historial democrático y de la República Civil, y se han resaltado los negativos hasta el paroxismo.

¿Cómo se puede reconstruir la democracia, desde los propios cimientos, si éstos han llegado a ser aborrecidos por muchos que estarían llamados a defenderlos?

Desde una percepción de pantano o desierto democrático, es lo mismo; se ha montado un proyecto de dominación que si algo no tiene es novedad. O acaso las hegemonías despótica y depredadora es una innovación en la trayectoria de la historia venezolana.

La lucha por salvar al país y encaminarlo por el sendero del derecho, la justicia, la libertad y el enprendimiento económico, no es una lucha perdida. Aunque pueda parecerlo ante tantos y tantos despropósitos del sectarismo y las falsedades que se pretenden consagrar como ídolos (de barro).

Ello, es obvio, no es fundamento de nada que pueda ayudar al pueblo venezolano en su aspiración de cambio. Pero los fundamentos existen y la necesidad de cambios para un nuevo país, también. Hay que luchar para que aquéllo sustente la posibilidad de ésto. ¿Es posible? Sí lo es.

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