La degradación del lenguaje se ha venido imponiendo en Venezuela desde la llegada de Hugo Chávez al poder. El nacimiento de la neolengua, el desdoblamiento gramatical, la pluralización del verbo haber, el lenguaje soez y el insulto son algunas de sus marcas distintivas. Y esta manera de hablar sirve de acicate para la mentira y el engaño.
Un ejemplo del mal uso del idioma es la utilización abusiva de anglicanismos. En este sentido, el profesor Héctor Faúndez en su más reciente artículo en esta misma página (“Desbaratando la lengua castellana”), advirtió sobre la proliferación de expresiones en inglés, incluso en el habla culta ¿Cuál es la razón de esto? Tal vez la causa se encuentre en una falla en los estudios de primaria y de bachillerato, pero también, hay que agregar, por la forma como hablan quienes dirigen el país.
Vaciar las palabras de sus significados para discriminar entre venezolanos es una modalidad de la neoglengua revolucionaria. La incorporación de un vocablo a la categoría de neolengua se produce por un quiebre en la relación entre significante y significado. Así ocurre con la palabra “patriota” cuando se vacía su significado para darle uno muy distinto: no es patriota “la persona que tiene amor a su patria y procura su bien”, como dice el Diccionario de la Real Academia, sino quien es incondicional al proyecto chavista. Quien disienta de este modelo es un “traidor a la patria”, un “pitiyanqui”, e insultos de esa guisa.
Entre las modalidades más agresivas de esta forma de neolengua es el desdoblamiento gramatical que consiste en poner el género femenino a sustantivos no marcados. Cuando se dice “todos y todas” se incurre en el innecesario desdoblamiento que atenta contra el principio de economía del lenguaje y produce un circunloquio que nada añade.
El desdoblamiento del lenguaje es frecuente en la jerga revolucionaria, por el abuso de la duplicación de cada palabra en dos géneros como ocurre con “camaradas y camarados”., “todos y todas”. Es muy difícil -casi imposible- que un revolucionario no desdoble el idioma. Pero el asunto no se detiene ahí porque se ha venido generalizando este defecto del habla, incluso en sectores académicos y jurídicos. Como buen ejemplo de esto tenemos el artículo 41 de la Constitución de 1999, que contiene 17 desdoblamientos.
Para proclamar el respaldo al lenguaje inclusivo algunos hablantes usan el símbolo arroba. Así escriben “tod@s” y “abogad@s”, entre otras. No obstante, el Diccionario panhispánico de dudas rechaza esta modalidad y expresa: “la arroba no es un signo lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible desde el punto de vista normativo. Adicionalmente, no se puede pronunciar al ser un símbolo y no un signo lingüístico. Su uso entraña una modalidad del mal uso del idioma
Otro rasgo de este mal hablar el español es la pluralización del verbo haber. Se suele decir “hubieron muchos problemas”, cuando lo correcto es “hubo muchos problemas”. Haber es un verbo impersonal; es decir, carece de sujeto y solo se conjuga en tercera persona del singular, salvo cuando funciona como auxiliar. La mayoría de los verbos en español se conjugan con un sujeto. Debido a esto, la tendencia es a creer que haber lo necesita; pero solo requiere un complemento directo.
Los efectos de la degradación del lenguaje en la política son letales, porque facilita su manipulación para la mentira y el engaño. Este estilo no debe ser imitado debido a que, entre otras cosas, afecta la manera de pensar. Un ejemplo es la intervención que tuvo el diputado Juan Díaz esta semana en la Asamblea Nacional, donde afirmó: “Hoy la juventud que ha salido del país por alguna razón y que ha ‘volvido’ es testigo tangible de que solo es posible en revolución una sociedad de prosperidad, igualdad y justicia social”.
Orwell lo dijo con claridad: “El lenguaje político -y, con variaciones, esto es verdad para todos los partidos políticos, desde los conservadores hasta los anarquistas- está diseñado para lograr que las mentiras parezcan verdades y el asesinato respetable, y para dar una apariencia de solidez al mero viento”.
Este artìculo se publicó originalmente en El Nacional el 14 de marzo de 2021
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