Todo parece indicar que para el tercer período gubernamental de Xi Jinping el envejecimiento de la población se acelerará sensiblemente en su país, lo que representará un importante escollo para los planes oficiales de estímulo al crecimiento y el manejo de crisis económica. Los grandes gurús de la demografía mundial ya predicen que a partir del año 2023 la población del gigantesco país de Asia comenzará a encogerse inexorablemente. Ello tiene serias implicaciones para el futuro de la gran nación y para su timonel.
Investigadores del Financial Times anticipan que durante los próximos 5 años, la cohorte de ciudadanos que se transformaron en padres durante la política de “un solo hijo” que comenzó en 1980, avanzará desde sus 60 o 70 años hacia sus 80. Este inmenso contingente de personas- cerca de 85 millones de ciudadanos- que inevitablemente enfrentarán costosas enfermedades crónicas se transformará en un área de atención económica constante por parte del Estado. Ocurre, pues, que las autoridades deben prepararse para épocas de vacas flacas en aquello de sostener las cargas pensionales de esta población que se seguirá expandiendo. En el 2050 habrá 1,3 personas activas por cada pensionado con lo cual ya se puede vaticinar que el sistema de salud que se ocupa de los “seniors” no podrá soportarlos.
Los aspectos demográficos de la dinámica china, pues, deben ser objeto de consideración. La declinación de la tasa de nacimientos es preocupante, por ejemplo. Desde el inicio de los mandatos de Xi en el 2012 y hasta el 2021 el número de bebés nacidos cada año cayó más del 45% hasta solo 10,6 millones en el último año. Asimismo, la tasa de abortos local es la más alta del mundo desarrollado. Muy poco o casi nada se ha logrado con el esfuerzo gubernamental que se inició en 2016 para aumenta la tasa de fertilidad, ni tampoco con sus férreos programas para controlar los abortos. Ya no existe la política de un solo hijo, pero los jóvenes desde la pandemia se encuentran muy desincentivados de traer un nuevo miembro a la familia. La política de Cero COVID y el temor ya atornillado en el ánimo de la población a los encierros prolongados por el efecto que producen en los empleadores, contribuye a que se esquive el matrimonio y, por ende, los embarazos.
En definitiva, China está pagando las rigideces de las políticas demográficas de hace más de 40 años. De acuerdo al gobierno, ellas evitaron el nacimiento de 400 millones de chinos, pero, al propio tiempo, se produjo también un inédito desequilibrio entre el número de hombres y de mujeres. En muchas regiones la relación hombre/ mujer es de 120 a 100 con lo cual el país estaría en falta hoy de 40 millones de féminas.
El asunto se ha transformado en una pesadilla para quienes miran hacia el futuro. Hay quienes piensan que una de las bases de la política COVID CERO tiene un asidero determinante en este problema demográfico, ya que una contaminación en masa solo le agregaría dramatismo a este colosal problema.
Así inaugurará el timonel Xi su tercer mandato: con reformas importantes e inversiones sociales colosales en un país en el que los hombres se jubilan a los 60 y las mujeres a los 55.
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