No es una decisión fácil. Tener “hospitalizado en casa” a un familiar con COVID-19 resulta un duro golpe económico que no todos pueden soportar. Son más de mil dólares semanales los que se deben disponer para garantizar el tratamiento y la atención adecuada al paciente.
Dorys Oscío tiene un mes viviendo ese drama con su hermano Heriberto. Él tiene 52 años pero sus pulmones están severamente comprometidos al ser fumador. Depende oxígeno para poder respirar y se consume dos bombonas al días, cuya recarga cuesta 20 dólares cada una, lo que es igual a 280 dólares a la semana.
Uno de los cilindros es prestado, pero por el otro paga un alquiler de 50 dólares semanalmente, lo que aumenta el monto a 330 dólares. “Lo ideal sería tener cuatro bombonas para no estar en este corre y corre”.
Ella debe ir dos veces al día al centro de recarga ubicado en el sector La Candelaria de Valencia, pero si en la tarde ya no tienen disponibilidad tiene que recorres varios lugares para evitar que su hermano deje de respirar.
Pagos de enfermeras y médicos
Para que Heriberto pueda tener la atención que requiere en casa, necesita contar con un equipo que esté vigilante de su tratamiento y evolución. En principio, la familia había contratado a una enfermera 24 horas al día, pero no podían pagar sus honorarios profesionales.
“Por eso ahora contratamos a una que va en las tardes a ponerle el tratamiento endovenoso y se queda cinco horas con él, y cobra 20 dólares diarios, y en la noche llega otra hasta la mañana siguiente a la que le pagamos 50”.
En total, son 70 dólares al día y 490 los que deben pagar a la semana para que el paciente cuente con el servicio de enfermería.
A eso se suman las visitas que realiza el médico en casa. “Va dos veces a la semana y por cada consulta son 40 dólares”, y los exámenes médicos por los que deben pagar hasta 100 dólares semanalmente, “se tiene que hacer con un laboratorio que toma las muestras a domicilio”.
El drama de tener todo lo necesario
Es un drama muy complejo. Dorys y su familia hacen de todo para que su hermano tenga lo necesario.
“Es que hasta las medicinas más básicas son muy costosas, en cada visita a la farmacia gastamos mínimo 80 dólares, y eso que ya le quitaron los antibióticos”.
Ellos no son de una posición económica privilegiada, simplemente se han unido para lograr el bienestar de Heriberto. “Hemos vendido de todo y pedido ayuda”.
La decisión de mantenerlo en casa la tomaron debido a las condiciones en las que se encuentran los centros públicos de salud en Carabobo.
“En un hospital o CDI la gente está a la buena de Dios, esperando un turno, sin la atención debida, por eso preferimos hacer este esfuerzo”.
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