¿Con qué datos decidió Nicolás Maduro que en Carnaval iba a flexibilizar la cuarentena, mientras los expertos le advertían que hacerlo significaría incrementar los casos de Covid-19? Con los mismos con los que ahora se ve obligado a apretarla, cuando había dicho que iba otra vez a permitir que la gente saliera de vacaciones.
Retroceder, suspender algo que había anunciado, significó la quiebra para un montón de gente: desde las aerolíneas que, por ejemplo, se vieron obligadas a devolver el dinero de los pasajes a Margarita, hasta los hoteles y posadas que quizás contrataron para atender a a los turistas, y hasta las señoras que a lo mejor compraron un bulto de harina pan para hacer empanadas (especialmente a ellas).
Está claro que gobernar es muy difícil y nunca llueve a gusto de todos. Pero si se toman decisiones acertadas, y se comunican acertadamente, el ruido, el dolor, son muy inferiores.
Eso, que se llama eficiencia, nunca ha sido un objetivo del chavismo, que privilegia la eficacia, el lograr los objetivos “a cualquier costo” que tanto mal nos ha causado. Una eficacia que, además, tiene presupuestos morales muy dudosos, lo cual pone a la sociedad en permanente estado de sospecha en relación con sus dirigentes.
La pandemia ha hecho un tremendo daño económico en todo el mundo, a qué dudarlo. Pero si se combina con la falta de transparencia, con la toma de decisiones basadas en pálpitos y en general, la ausencia total de datos para decidir, el resultado solo puede ser desastroso, como lo está siendo en Venezuela.
Si esto se disimula es porque el desempeño de los años previos, sin pandemia, había sido tan horroroso que la pequeña liberalización que ha permitido el chavismo hará, por fuerza, que la economía rebote un poco.
¿Alguien mide los costos de las decisiones sobre el Covid-19?
En estos días, la OPS le hacía un tremendo reclamo al Gobierno chavista: les dieron un montón de pruebas de inmunoglobulina para tener información de cómo estaba la cosa con el Covid-19, y tres meses después no las habían usado.
Aquí, en Venezuela, por ejemplo, las clases se suspendieron cuando había dos casos de coronavirus; se cerró por completo la economía por todo un trimestre el año pasado.
¿Era necesario? ¿Había otras alternativas? Posiblemente, pero cómo saberlo sin información.
Los países que han controlado la pandemia exitosamente, como Corea del Sur, Taiwan o Nueva Zelanda, han confiado en los datos, e incluso en la big data, para proceder.
¿Alguien está midiendo el costo tremendo para el futuro (por citar uno solo) de que los jóvenes venezolanos vayan para su segundo año sin sistema educativo?
Seguramente no, porque aquí, el primero, segundo, y tercer racional para cualquier decisión, también sobre el Covid-19, es el racional político. Y así nos va.
Ustedes por si acaso cuídense mucho en esta Semana Santa. Porque el Gobierno no los va a cuidar.
Y no se pierdan Las Pedradas de García Otero en Caraota Digital, directo al grano:
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