En medio de la segunda oleada de Covid-19, nombres queridos por todos concitan preocupaciones y oraciones, y dejan saber también de gestos de humanidad y solidaridad que, sin duda, son quizás el matiz más positivo de lo que se ha aprendido con la pandemia. Saber que Soledad Bravo, su esposo Antonio Sánchez, sus hijos y nietos, se hallaran contagiados y luchando en su residencia de Oripoto, fue de mucho impacto.
Se hace monitoreo a este figurón de la cultura venezolana, y a su familia, cuando se recibió por redes sociales su “go found me”, una figura a la que tanta gente ha recurrido para responder desde las dificultades financieras a los retos que impone enfermarse en Venezuela, y más aún verse envuelto en la “ruleta” del contagio de coronavirus.
En el caso de Soledad Bravo y su familia, se puede retratar un sinfín de precariedades en las que se encuentra lo que se conoció como pujante clase media. Su esposo, un reconocido intelectual venezolano, y ella, una de las más destacadas estrellas de la “canción necesaria” que la catapultó junto a Mercedes Sosa en las décadas de los 60 y 70; no tienen seguro médico, ni recursos con que responder.
Claro, un médico de la familia guiaba la situación, pero a medida que pasaron las horas se hizo más necesaria la petición de ayuda, y es que se debe recordar que tanto la cantante como su esposo, son de edad avanzada, y además por tener alguna complicación pre existente de salud, de plano se hallan entre la población de alto riesgo.
La historia que cuenta la hija de Soledad Bravo
La penúltima semana de marzo, el “go found me” de la familia de Soledad Bravo, ha estado recibiendo las muestras de cariño y los gestos de solidaridad de quienes conocen de sus más de cincuenta años de carrera y la innegable venezolanidad propia y de toda su familia.
En los programas mañaneros de la radio se ha dejado escuchar su hija Anasol, quien cuenta nuevas historias de lo que ocurre a la familia en medio de este contagio, agradeciendo profundamente los aportes que han llegado desde Venezuela y distintas partes del mundo.
A poco tiempo de hacerse público el caso, unos delegados de la Fundación Frigilux llegaron a tocar la puerta de la familia de Soledad. Ana Sol, con las dificultades propias del aislamiento les recibió e informó respecto de los temas que resultaban de atención más perentoria.
Al cabo de unas horas más, ese equipo solidario estaba en marcha para atender a la familia, que ahora cuenta con todas las necesidades hospitalarias que están requiriendo, más la respectiva provisión de medicamentos.
Así se configura una comunidad solidaria con la familia de Soledad Bravo
Las donaciones a través del sistema “go found me” y otras vías, son gestos particulares, individuales, que han podido salvar muchas vidas durante los últimos meses, y además se han convertido en un puente por el que transita permanentemente el sentido de familia entre los venezolanos que están en el país y los millones que se enrumbaron hacia otras naciones.
La intervención de la Fundación Frigilux, complementa el soporte, también emocional y económico; por cuanto significa que las grandes marcas, los grandes emprendimientos industriales y comerciales, muestran su rostro, no solo humano, sino también de gran venezolanidad. Lo está haciendo con la familia de Soledad, como lo ha venido haciendo con centenares de casos y decenas de miles de aportes sociales.
Yaser Dagga creó hace cinco años esta fundación, que si bien mantiene como norma la mayor prudencia, incluso la respetuosa reserva, sobre las acciones permanentes de carácter social a las que se dedica, ha resaltado su nombre, en su avocamiento pleno a sonados casos, como el del joven Ruffo Chacón en Táchira, a quien dejaron ciego unos perdigones; o el también conocido caso de Ingrid Gómez, salvajemente herida por la violencia de su ex pareja.
Cuando Anasol Sánchez, la hija de Soledad Bravo, habló de la Fundación Frigilux en los programas de la radio, fue enfática en que es importante que la gente conozca que también existe este tipo de apoyo. En realidad, del balance más reciente, el del año 2020, se desprende que en distinto tipo de proyecto para atender fundamentalmente a los sectores más vulnerables de la población, se prestó apoyo en cerca de 70.000 casos.
El presidente de Frigilux y la Fundación del mismo nombre, Yaser Dagga, había celebrado los primeros cinco años de esta iniciativa, acentuando la idea de que en estos años habría resultado muy importante el redimensionar y fortalecer la responsabilidad social empresarial. En esto, la institución tiene proyectos permanentes y, como en el caso de Soledad, una importante voluntad de atender asuntos de emergencia, en la mayor medida de sus posibilidades.
“Hemos crecido. Cada año en este andar de nuestra fundación ha sido de mayor compromiso, pero en especial en este que acaba de culminar, en el que tratamos más que nunca de abrazar a nuestra gente, y sobre todo a los niños más vulnerables”, dijo Yaser Dagga, al cumplirse en enero pasado el primer quinquenio de la Fundación.
En el caso de la familia Sánchez-Bravo confluye el agradecimiento y la admiración de los venezolanos a una pareja de la cultura y la intelectualidad; la unión familiar en esa residencia de Oripoto donde varias generaciones luchan contra el Covid, y el gran apoyo de la Fundación Frigilux, todo, para que los equipos médicos, con el favor de Dios, también impulsen la recuperación plena y el triunfo frente al coronavirus.
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