El régimen chavomadurista ha demostrado ya que su única prioridad -frente a la pandemia- es la de privilegiar a su cúpula y discriminar a la gran mayoría de los ciudadanos, por lo que respecta a la vacunación contra el Covid19.
El propio usurpador lo anunció desde el principio: primero serían vacunados él y su círculo más próximo, luego la alta oficialidad castrense, los “enchufados” cercanos y algunos médicos y personal de salud. Los demás tendremos que esperar quién sabe cuánto tiempo, si es que, acaso, llegan más vacunas.
Tales privilegios los ejercen aquí de la forma más impúdica y chocante, publicitándolos sin vergüenza alguna, comenzando por Maduro y el “cogollo” que lo rodea. Y digo que impúdica y sin vergüenza resulta tal actitud porque la misma ha producido en otros países un gran escándalo cuando las altas autoridades han procedido de la misma manera, aunque no en la forma tan descarada y abusiva como aquí. En Argentina, por ejemplo, el ministro de salud fue destituido por haber favorecido secretamente a unos pocos amigos con la vacuna contra el Covid19, luego de que la prensa y la oposición condenaran tal actitud. En España, incluso, han criticado a las hermanas del rey porque aceptaron vacunarse en Dubái (¡!). Incluso en Estados Unidos se dijo que el ex presidente Trump, su familia y amigos cercanos habrían sido vacunados también en los inicios del plan masivo de vacunaciones. Lo cierto es que el presidente Biden lo hizo luego que se procedió a vacunar a los médicos y sanitarios quienes, al igual que en todas partes han arriesgado su salud para atender a los contagiados.
La verdad es que, hasta ahora, el régimen venezolano es uno de los que ha manejado de la peor manera la emergencia humanitaria que implica esta terrible pandemia. Ha transcurrido ya un año desde la declaratoria mundial de la misma, y en Venezuela seguimos sin avances, sino todo lo contrario: las víctimas fatales se multiplican, así como los contagios, en forma tan escandalosa que el régimen, como de costumbre, ha apelado al criminal recurso de falsear las verdaderas estadísticas para intentar ocultar la gravísima dimensión de la pandemia en nuestro país.
Mientras tanto, los hospitales continúan sin funcionar a cabalidad, las clínicas privadas están colapsadas y el régimen se ha desentendido de la seguridad sanitaria de los demás venezolanos, comenzando por sus jubilados, pensionados y funcionarios dependientes de la Administración Pública. Resulta, sin duda, una actitud criminal y puede que, si las cosas siguen como van, también genocida. Pero nada de esto preocupa a la cúpula en el poder. Ni siquiera intenta buscar alguna solución, como lo revela la inaudita situación con la adquisición de las vacunas, que hasta ahora suman menos de 500.000 dosis en un país de más de 25 millones de habitantes, si se descuenta la diáspora que se encuentra afuera.
Un aspecto gravísimo es que no se ha procedido a vacunar, en primera instancia y como lo están haciendo casi todos los países, al personal médico y de salud, debido a los riesgos que conlleva su trabajo de atender a los contagiados. Que se sepa, hasta ahora son unos pocos los inmunizados, pues la inmensa mayoría de médicos, enfermeros y personal de hospitales y centros de salud no han tenido acceso a la vacuna. Luego vendrían las personas mayores de 60 años. Desafortunadamente, pasa el tiempo y el régimen no se ocupa de atender el peligro de una epidemia mayor en Venezuela, como pareciera que puede ocurrir.
Lo grave es que, ahora mismo, el régimen puede adquirir al menos 40 millones de dosis a un costo que podría oscilar entre 540 y 700 millones de dólares, según cálculos del economista Asdrúbal R. Oliveros. Con tal operación habría vacunas para todos, y no, como ahora, para unos pocos privilegiados. Y uno se pregunta: si se han robado en estos 20 años más de 400 mil millones de dólares, ¿cómo es posible que no destinen una cantidad infinitamente menor para enfrentar la pandemia y proteger a la población venezolana, tan necesitada ahora mismo de ello, ante el avance incontenible del virus?
Lo único cierto entonces es que, a pesar de disponer de esos recursos, no han actuado con la diligencia y la premura que la crisis de salud exige. Mientras tanto, hay denuncias de que se le pagan al abogado del testaferro preso afuera más de 170 millones de dólares. Por cierto, Chile, con menos recursos financieros, ha comprado 60 millones de dosis, lo que lo ha convertido en el país que ha vacunado -hasta ahora- el mayor número de personas en el mundo, seguido por Israel, todo ello, por supuesto, en proporción a su población, incluyendo migrantes. Si Chile lo ha logrado, lo lógico sería suponer que nosotros también. La diferencia está en que aquí padecemos un régimen inepto, incompetente e indolente.
Por supuesto que existe otro elemento que el régimen aprovecha: inmovilizar a la mayoría de la población con su disparatado mecanismo de “semanas rígidas y semanas flexibles”. Este sistema lo siguen usando otros países, pero complementándolo con planes masivos de vacunación. Esto es lo lógico, pues -como es de suponer- el virus no se aísla ni en las semanas “flexibles” ni en las “rígidas”, sino que sigue contagiando cada vez a más gente.
Nada de esto puede asombrarnos, desde luego. Ya sabemos que Venezuela padece el régimen más incapaz y corrupto del mundo. En estas circunstancias, el sólo hecho de haber destruido en 20 años un país que estaba llamado a lograr en breve tiempo mejores niveles de desarrollo, riqueza y bienestar, explica suficientemente el desastre que ahora significa la terrible falta de políticas y respuestas oportunas del régimen chavomadurista ante la epidemia del Covid19.
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