Me late que muchos en México, por ver las cosas tan de cerca, no se han percatado de lo que les viene pierna arriba para 2024. Hasta hace un par de meses se tenía por seguro que la sucesora del AMLO iba a ser la desangelada Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Pues bien, este andamiaje tambalea. Sucede que el presidente, en sus machaconas conferencias matutinas, le negó a la senadora Xóchitl Gálvez un derecho de réplica al que ella tenía derecho por un fallo de la justicia. La reacción indignada de Xóchitl le hizo dar un salto mayúsculo en la opinión pública, y pasó de candidata en la capital a candidata muy opcionada a la presidencia en 2024.
Tan dramático desenlace, ilustrado de manera inmejorable por las recientes fotos de una demacrada y deprimida Sheinbaum, significa que de seguro ahora el candidato de AMLO no será ella, sino Marcelo Ebrard, su sombra, pues, para Xóchitl, derrotar a la Sheinbaum, quien hoy encabeza las encuestas de Morena, sería casi pan comido. Ni hablar de que este cambiazo es un signo de debilidad extrema de Morena, el partido gobernante.
¿Quién demonios es Xóchitl Gálvez? Ingeniera de la UNAM con especialidades en robótica, inteligencia artificial, edificios inteligentes, sustentabilidad y ahorro de energía, o sea lo último en tecnología. Tiene un origen humilde, pues nació hace sesenta años de un padre indígena y una madre mestiza en el pueblo de Tepatepec, estado de Hidalgo, lejos de la gran capital. Bajo la presidencia de Vicente Fox, dirigió la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y ya en el Senado promovió la reforma a la Ley Federal del Trabajo en beneficio de las mujeres que se quedan en casa. Fundó la asociación civil Porvenir para combatir la desnutrición y atiende a más de 100.000 niños indígenas de diferentes estados del país. Además del PAN, Xóchitl es cercana al PRD (Partido de la Revolución Democrática), donde militó AMLO antes de lanzar Morena, y aspira a ser candidata de la coalición “Frente Amplio por México”, en la cual participan el PAN, el PRD y el PRI, es decir, todos los partidos de peso, aparte de Morena. El grupo se solía llamar “Va por México”. Los racistas dicen que Xóchitl “debe poner un puesto de tortas afuera de Palacio”. Pues bien, vaya que las vendería por miles.
En las épocas del PRI, se hablaba del “tapado”, es decir, del candidato que destapaba el presidente saliente como último acto significativo de gobierno. Esta persona por lo general era elegida. Pues bien, López Obrador ha querido seguir la tradición, cambiando el nombre. Ahora les dice “corcholatas” (corcho + lata), refiriéndose al mecanismo con el que se tapa una botella, digamos, de cerveza. Pues bien, podría pasar que estas corcholatas con nombre y apellido fueran a parar a la misma caneca de la basura a la que van a parar sus congéneres físicas.
El destino de todo lo mencionado depende de la coalición de partidos que se ha armado para escoger un solo candidato o candidata que se oponga a la corcholata de Morena. Por si acaso, del gran ramillete que había hasta hace dos meses hoy queda apenas un puñado. De algún arrastre, siguen Santiago Creel y Beatriz Paredes, además de Xóchitl. Ya se bajaron Claudia Ruiz Massieu y Lilly Téllez. Claro, si la deidad de la sensatez llegare a hablar al oído de la coalición, únicamente quedaría nuestra senadora, quien sería de muy lejos la candidata a vencer el año entrante.
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