El régimen del terror pretende terminar de desbaratar las universidades cogiéndolas por los sueldos. Ahora busca obligar encallejonarnos en la Plataforma Patria para el cobro permanente de las “remuberaciones”. Aspira disimular así el “ajuste” paupérrimo anunciado: la bicoca mensual de llevarnos a cobrar 6 dólares. Monto tremendamente alejado de lo mínimo para considerar el estadio de la pobreza extrema.
Sabe que nuestras instituciones padecen un descalabro impuesto hace años por ellos mismos y busca la estocada a muerte. La nómina representa no menos del 80 o 90 % del esmirriado presupuesto cada vez más cercano a la inexistencia. Como a la inexistencia han llegado los sueldos.
Ese mismo régimen del terror amenaza a las autoridades con acusarlas ante diversos entre laborales y de derechos humanos por impedir el cobro de las quincenas si no envían la información requerida para meternos a todos a ser manipulados desde la Plataforma Patria. Otra manera de sujeción ciudadana por la boca, por la alimentación, tal como ha venido ocurriendo con el CLAP y los bonos saltarines.
Pareciera por fin haber llegado el tan deseado momento de la rebeldía universitaria. Sindicatos, gremios y autoridades han estallado en reacciones adversas al planteamiento impuesto (como ocurre hace años con los insignificantes sueldos, no se discutió el cambio de la modalidad de pago, ni se aprobó con la venia de ningún sindicato, gremio ni autoridad), producto de la miserable intención de sometimiento continuado del régimen a la ciudadanía.
El país espera aún mucho de la universidad. A pesar de saberla destruida, conoce que es allí donde se resguarda tembloroso el conocimiento y las respuestas. Tal vez por el bolsillo roto venga el estallido esperado. La Asociación Venezolana de Rectores Universitarios se ha opuesto frontalmente hasta ahora, a la medida, igualmente la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios. Algo han logrado. El régimen recompone poco, pero lo hace. El problema de fondo es el mismo de todo este largo tiempo: acabar la universidad, por un lado; resistir y hacerla sobrevivir a los embates, por otro.
No es cediendo y obedeciendo, como queda demostrado, el modo como las instituciones universitarias saldrán de este atolladero a la que el régimen del terror las ha llevado. ¿Clases? Seguirles la corriente es aupar la entrega y la destrucción. La oposición desde la universidad debe ser la más radical. Le va la existencia. Con ella caemos todos los que guindamos.
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