Las fuera de tono e impertinentes declaraciones del recién llegado embajador de Colombia, Armando Benedetti con un apellido que recuerda a un sabroso licor de hierbas, debería cambiarlo por Lío; Armando Lío, debido a la forma como llegó, vociferando contra Juan Guaidó, por lo que al día siguiente tuvo que aceptar que su jefe, el presidente Petro, le llamara la atención para darle un regaño «leve», según sus propias palabras. Pero pareciera que el pedir disculpas es parte de su naturaleza porque en una oportunidad como presidente del Congreso también cometió otras pifias como supuestamente tomarse un traguito no precisamente del tan sabroso tapa amarilla o insultar a la senadora Ángela Robledo.

Señor embajador, no es que pretendamos defender a Guaidó, él ya está grandecito, pero no se puede aceptar que un recién llegado por muchas cartas credenciales que traiga y sea el representante personal de su presidente, se dé el tupe de llamar «pendejo» a un venezolano en su propia tierra. Ese calificativo podrá ser muy común, incluso jovial entre barranquilleros, pero en este país, ese calificativo solo se le ha reído a un venezolano, intelectual, abogado, periodista, filósofo, escritor, premio Nacional de Literatura, productor de televisión y político, considerado como uno de los intelectuales más importantes del siglo XX y en el exterior laureado con el Premio Príncipe de Asturias en Letras y la Legión de Honor, cuando fue embajador ante la Unesco. A ver, señor Benedetti, además de haberse paseado de la centro izquierda colombiana con el Partido Liberal, a la centro derecha con el Partido de la U de Uribe, para terminar con Colombia Humana, del presidente Petro; qué otros méritos puede presentar, porque en las redes le vinculan a escándalos con Odebrecht y casos de mal manejo con dineros del magisterio, lo cual seguramente en otros circunstancias su solicitud de plácet habría quedado sin respuesta.

Embajador, usted como periodista comprenderá que la intención no es agredirle ni ofenderle, a primera vista luce entrador, pero entró con mal pie. Si en este momento hubiera sido el director de Protocolo y el canciller me hubiera preguntado qué opinaba, «con mucha pena», como dicen en su tierra, hubiera recomendado llamarlo a la Cancillería y leerle la cartilla de cuáles son sus funciones y sus límites como embajador de una República hermana, que gracias al presidente Petro se están tratando de restablecer las relaciones diplomáticas, consulares y comerciales, para que un «picado de culebra» las venga a envenenar.

El restablecimiento de las relaciones con Colombia y el reingreso a la CAN son necesarios, tiene una agenda de trabajo por delante nada fácil, difícil y complicada; me permito darle este consejo, al haber sido encargado de Negocios a.i en 17 oportunidades y tener en mi Altar del Ego en mi casa 23 fotos con jefes de Estado y Gobierno, 3 están autografiadas por expresidentes de Colombia, por lo que guarde sus verraqueras para otro momento. Recuerde que alguien dijo que cuando en Cúcuta había frío, en San Antonio la gente se refriaba.

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