Gran parte de la población joven los últimos años forzosamente han interrumpido su proceso de formación académica o viven en situación de pobreza. La pobreza en Venezuela se ha elevado al 87% de la población (Tanya Miquilena – Werner Corrales, 2018), nivel nunca antes imaginado, y los pobres viven una espinosa precariedad en todos los órdenes.

La calidad de la educación a la que tenían acceso las mayorías ha desmejorado marcadamente, por lo que nuestra educación ha reducido su contribución a la formación en valores y a la adquisición de conocimientos, habilidades y competencias; y ha perdido eficiencia en el uso de los recursos aplicados. La cultura del venezolano se ha ido diluyendo, trayendo como consecuencia un país en constante involución afectando así principalmente a muchos adolescentes que se encuentran en condiciones desfavorables.

Muchos de estos adolescentes se ven envueltos en escenarios realmente terribles, no cuentan con recursos económicos para poder subsistir, lo que los conduce a abandonar su educación para contribuir a dar sustento a su núcleo familiar, en muchos casos los padres no son capaces de cubrir las necesidades básicas y no cuentan con formación académica y/o recursos económicos necesarios para iniciar un emprendimiento o se encuentra limitado para optar por un empleo formal.

Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI), 2021, de la población de 3 a 24 años que asiste regularmente a un centro de enseñanza, solamente el 66% vive su cotidianidad educativa con aparente normalidad, mientras que para el otro 33% (un estimado de 3 millones de estudiantes fuera del sistema educativo) la asistencia a clases resulta bastante azarosa porque frecuentemente requieren sortear algún obstáculo.

El joven venezolano tiene que enfrentar muchos obstáculos para lograr su formación y desarrollo integral en Venezuela. Muchas veces el esfuerzo se queda en el intento, por lo que la creación permanente de capacidades esta llamada a ser un pilar imprescindible y convertirse en la lógica fundamental del progreso material de Venezuela en el futuro. El aprendizaje que se da en la educación es una fuente que puede emplear el individuo para construir sus capacidades y por lo tanto convertirse en agente de su propia vida y no caer en situación de pobreza.

La solución a esta grave situación corresponde a propiciar un impacto real en la educación para contribuir a su desarrollo, apoyada en generar una cultura de emprendimiento, trabajo y solidaridad, aprovechar las potencialidades de los jóvenes y adolescentes a fin de que los ayude a superarse como individuos, puedan estudiar más y entrenarse para tener un mejor trabajo y siempre poder progresar.

Durante los últimos años la cotidianidad de la sociedad venezolana se ha visto alterada por todo tipo de eventos, en el caso de la población escolarizada, hay razones que impiden la normalidad de la vida escolar, como es la falta de alimentos en los hogares y/o en los establecimientos de enseñanza, encontrándose así que hay cierta diferenciación social en la regularidad de las dinámicas escolares. Este tipo de factores señalados están cada día más presentes en poblaciones más vulnerables, con lo cual profundiza las desigualdades sociales y potenciando la exclusión educativa.

El diseño e implementación de nuevas estrategias para superar los problemas asociados a la creciente brecha entre las habilidades obtenidas por los jóvenes en el sistema de educación actual, y las expectativas con que ellos enfrentan su posible acceso al mercado laboral pasa en primer lugar, por aceptar que estamos mal y comenzar a impulsar las transformaciones políticas necesarias que den paso a un gobierno de transición que se centre en la reinstitucionalización del país, apoyar el talento Nacional y enrumbar a Venezuela hacia el progreso y desarrollo sostenido.

IG: @panchoseijas

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