Al escoger el título para el mensaje que enviaría a quienes me leyeran, pasó por mi mente la imagen de “buen gobierno”, que descarté pues habiendo habido tantos, sería desatinado pronunciar un juicio conclusivo de bondad sobre tan variado número de gobiernos que desarrollaron tan diversas políticas con resultados tan diferentes y más aún, habiendo juicios de aprobación y reprobación que resultan no solo contradictorios unos a otros, sino que se basan en criterios tan disímiles, que pudiéramos decir que lo que a uno le parece bueno, a otro le parece irrelevante y no faltará quien lo juzgue malo o inconveniente.

Es por eso que me abstendré de expresar mi propio juicio y me remitiré a lo que considero el juicio del pueblo, que como ha sido expresado tantas veces, es palabra de Dios, por más que haya quienes consideren la frase una expresión demagógica carente de verdad, o más bien carente de sustento en la realidad, porque desde luego según se aprecia por muchos la frase “el pueblo nunca se equivoca”, es una de las demagógicas expresiones que quienes buscan el favor popular pronuncian, creyendo así que se identifican con el pueblo por lo que “el pueblo” más bien “las mayorías” se identificarían con quienes las pronuncian; y de este modo lograrían el favor popular, que es el paso indispensable para acceder al poder.

En esta línea de razonamiento no puedo dejar de señalar que no solo en Venezuela, sino en general en los países que practican la democracia y con ella el favor popular, representado por el número de votos, los líderes que antaño llevaban sus ideas a las masas tratando de captar su simpatía hacia sus ideas, hoy con los consejos de los “expertos en opinión pública”, reciben “las ideas” de lo que quieren las masas y creen que así se han “mimetizado” con las necesidades del pueblo, y quizá a lo que han accedido es a los sueños, a las ilusiones que desde luego siempre nos acompañan, lo cual no quiere decir que debemos ir en pos de ellas.

Así ocurrió en las elecciones de 1988, el mensaje fue la vuelta a “la gran Venezuela” y el “caracazo”, los golpes contra Pérez y su defenestración, fueron mensajes de querer esa gran Venezuela y el triunfo luego de Caldera también lo fue, como lo sería también el de Chávez; que nos sitúa en la misma noria, y nos pone a dar vueltas alrededor de un sueño vago, porque el sueño real que acompaña a nuestros pueblos está siendo cantado por nuestras propias poblaciones y desde luego por las migraciones. ¿Acaso no fue a la Argentina a donde se dirigieron las primeras olas de inmigrantes europeos y luego a Venezuela? ¿Y las poblaciones de América no se movieron hacia Venezuela durante muchos años y Venezuela fue el foco de atracción para nuestros colegas hispanoamericanos y también para las poblaciones de las islas caribeñas no obstante el inconveniente de la lengua?

Ese movimiento fue hacia donde se respiraba libertad y democracia. Y admitamos que pudiera ser una fantasía que atrajo hacia Argentina las corrientes migratorias y luego que el mismo fenómeno se repitió hacia Venezuela; y que ni entonces en la Argentina, ni luego en Venezuela existiera democracia y que esas corrientes migratorias no solo europeas, sino también de nuestra propia América hubiesen sido inducidas por la falta de información o por la información manipulada.

Que así sea, que es el significado de “Amén”. Pero dígame lector. ¿Ha oído usted en la voz del pueblo, que es la voz de Dios que se haya producido un movimiento migratorio hacia Cuba cuyo desarrollo científico permite exportar médicos PhD al mundo? ¿Acaso no ha ocurrido por la competencia de Nicaragua? Porque ciertamente que no será la venezolana, cuyos médicos han sido recibidos en Colombia, en Chile, Argentina y un largo etcétera. Lo que sí parece es que los pueblos tienen claro lo que buscan, lo que desean, aunque en esa búsqueda yerren al votar, pero ese es el precio que hay que pagar.

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