Prendan el Televisor

En graves conflictos políticos y con posibles implicaciones fatales para alguna de las partes las negociaciones no se llevan a cabo con dos partes sentadas formalmente, frente a frente en una mesa, como el armisticio de Santa Ana entre Bolívar y Morillo (1820), el tedioso proceso de Panmunjom en Corea; o como se intentó en Santo Domingo y Barbados.

El verdadero intercambio es parte esencial del proceso, y las transacciones se producen a través de múltiples conductos, con mensajes puntuales y gestos que tan solo saben interpretar correctamente los principales elementos en juego. Las manifestaciones públicas suelen ser apenas la punta del iceberg.

En situaciones de fuerza y juego trancado lo que suele sobrevenir son apenas treguas y armisticios que permiten algún reacomodo de factores en juego, antes de llegar a un desenlace decisivo.

Y en complejos procesos donde pretenden intervenir muchas manos en medio de mucha tensión y constante evolución es candoroso aferrarse a horarios y fechas en el calendario; y muchos que en su momento pueden parecer protagónicos no terminan siendo más que actores de reparto o piezas de utilería.

Los grandes cambios tan sólo ocurren cuando los factores decisivos se alinean y eso no lo suelen controlar siquiera quienes manejan las principales fuerzas en juego. Para el resto apenas queda hacer lo que la conciencia, la inteligencia, la paciencia y el sentido común les dicten.

Y con la aparición de nuevos medios electrónicos el abrumador exceso de información y desinformación se convierte en una especie de estática radial que distorsiona o enmascara la realidad de los hechos en curso – incluso para algunos de los protagonistas secundarios.

Por eso, en situaciones como la de Venezuela se hace extremadamente difícil avizorar lo que se avecina en el próximo mes y quizás para el 2025, por más que se desgañiten los tradicionales analistas y pitonisas de los medios de comunicación. Aquí la mesa está servida, y tocará a los historiadores del futuro describir lo que hoy pasa o pasará en este país.

El común de los mortales tendremos que conformarnos con desear que el nuevo año se nos presente con paz, prosperidad y salud, con tranquilidad y sosiego, y siempre esperando el momento en que alguien nos diga “prendan el televisor”. Que Dios nos ampare y que todos tengan un muy feliz 2025.
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Autor: Antonio Herrera-Vaillant [aherreravaillant@gmail.com] Imagen cortesía de pixabay.com

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