En la actualidad hay una tendencia en los distintos países del mundo para denigrar, no sin razón, del bipartidismo que predomina en varios países del mundo; aún en los países más desarrollados del llamado primer mundo. El bipartidismo; en cualquier país que respete su constitución o instrumento estatutario equivalente, no es más que un efecto que ocurre como resultado de las correspondientes votaciones donde sus ciudadanos, según de su ideología, deciden. De por sí, el bipartidismo no es el problema. Más bien el problema está en la degeneración o corrupción de los partidos que conforman dicho bipartidismo y empiezan a emerger dirigentes demagogos e irresponsables que terminan tomándose el partido para ellos mismos e imponerse sobre los demás copartidarios. Si no llegan a controlar al partido en el cual militan, dividen  ese partido y crean otro con los adeptos o los que se dejan seducir por al falso Mesías. No se puede culpar al ciudadano común por decepcionarse del liderazgo en el que depositó su confianza y el bipartidismo defraudó. El ciudadano común es simplemente una víctima de los desaires que le causó un liderazgo rancio que no logró cumplir sus objetivos ni los anhelos de la población. Por eso son vulnerables al dejarse seducir por los sofismas de una supuesta revolución o un cambio que termina en un retroceso social político y económico. Es así como surgen los demagogos populistas.

Lo que está ocurriendo es que los partidos del sistema están siendo reemplazados por otros partidos, en muchos casos por antiguos dirigentes del bipartidismo, del mismo “lado” del espectro político pero más radicalizados o fanatizados. Éstos, se han convertido o se están convirtiendo en los populistas que a través de engaños seducen a los incautos y se hacen queles crea líderes “salvadores”. Eso se llama populismo que no es más que corrupción, demagogia, personalismo y ruina. Nada tiene que ver con la mal llamada izquierda o derecha política que al fin al cabo son términos desfasados que tuvieron algún fundamento en los siglos XVIII y XIX, pero en el siglo XX demostraron sus semejanzas y se demostró que el comunismo y el nazi fascismo terminan siendo el mismo perro con distinto collar.

El llamado populismo no es de derechas ni de izquierdas; no es socialista, ni conservador, ni radical, ni nada de eso; mucho menos progresista y democrático. Más bien se parece al fascismo del más puro y reaccionario. El populismo es demagogia pura y dura, corrupción y destrucción del país que se dejó seducir por el caudillo populista si es que la nación bajo sus fauces no hace nada para echar al demagogo populista que tiraniza a su nación.

Lamentablemente en pleno siglo XXI existen naciones, desarrolladas y subdesarrolladas, que cayeron bajo los tentáculos del Kraken populista. Entre ellas están: la Venezuela de Chávez y Maduro, la Rusia de Putin que añora a la extinta URSS, el Brasil de Bolsonaro, El México de López Obrador, La reincidente Nicaragua de Daniel Ortega, la desventurada Cuba de Díaz Canel de quien heredo el nefasto castrismo y la Argentina de Kirchner que no aprende de las nefastas experiencias del peronismo. España, por ahora, se ha salvado de caer en esa desgracia, pero la amenaza sigue latente –PODEMOS se ha venido a menos, pero VOX está ahí. Afortunadamente en EEUU Biden derrotó al “chavismo trumpista”, en Francia Macrón derrotó al “chavismo de Le Pen” y por ahora, Zelensky está conteniendo al “chavismo de Putin” en Ucrania, en medio de una guerra espantosa donde el invasor está cometiendo todo tipo de atrocidades. No se puede cantar victoria antes de tiempo hasta que estos tiranos demagogos hayan sido erradicados y su imagen se les haya aplicado el recurso Damnatio Memoria. El verdadero enemigo del populismo es el populismo mismo –un demagogo más guapo y apoyado— que destruye a la democracia misma. Ya para entonces no habrá democracia sino populismo y miseria.

https://www.analitica.com/opinion/populismo-vs-populismo%ef%bf%bc/

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