Las circunstancias que merodean al país político, son las mismas que constriñen la dinámica universitaria venezolana. Aunque podría asegurarse que son, todavía, más insidiosas. Más traicioneras. De manera que no hay lugar para dudar de las dificultades que atascan la funcionalidad de la universidad autónoma. Mejor dicho, su capacidad para actuar según la potestad que la Constitución, en su artículo 109, permite a la universidad pública nacional, el derecho de ejercer. Además, con el orgullo, dignidad y autoridad que la historia política contemporánea y su condición académica le confiere.
De manera que el problema no debe conducirse al hecho de cuestionar la universidad. Aún cuando hay quienes aseguran o desean su deceso. Mientras que otros, manifiestan que la universidad está moribunda.
Pero ese no es el problema que, en el fondo, mantiene atorada a la universidad autónoma venezolana. Cabe rebatir y desistir del argumento que algunos emplean con la idea de tramar antagonismos que tiendan a afrentar o mancillar la academia universitaria.
Estos personajes son quienes, por razones asociadas a la apatía, resentimiento y mezquindad, olvidaron el compromiso de exaltar la educación como columna del desarrollo. Compromiso este que infunde en los miembros de la comunidad universitaria la convicción de actuar como colaborador “(…) en la orientación de la vida del país mediante su contribución doctrinaria en el esclarecimiento de los problemas nacionales” (Del artículo 2º, Ley de Universidades).
Por algo, la universidad se define como “una comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores, empleados, obreros y estudiantes en la tarea de buscarla verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre” (Del artículo 1º, Ley de Universidades)
Del análisis del problema
Cuando se dice que el problema que asfixia la universidad autónoma venezolana, no proviene de su esencia como cuerpo académico. Sino de las circunstancias que la rodean. Esto hace ver que en la base del problema, se consigue una disyuntiva que contiene razones para comprender el contexto del mismo.
Al referir el susodicho dilema, su análisis lleva a encontrar una horrenda brecha marcada -primeramente- por actores seducidos por excusas mórbidas o perversas. Por otra parte, el análisis conduce a inferir una separación entre quienes pudiendo actuar, no actúan. Y quienes actuando, se entumecen. Y por tanto, no se pronuncian dejándose abatir por un silencio sepulcral.
Las circunstancias igualmente se ven favorecidas por la hipocresía de quienes no se manifiestan ni por una u otra causa. Se quedan impávidos ante la oportunidad que brinda el problema propiamente.
También las dificultades se acrecientan, por la falta de valor de quienes dejan atraparse por el miedo. Tanto como por quienes creen que es mejor rendirse o subyugarse ante las intimidaciones que llueven por doquier. Casi todas, forjadas por las represiones de un autoritarismo hegemónico afianzado por el poder militar, policial y delincuencial.
Igualmente, por quienes esgrimen opiniones sin el conocimiento exacto de cómo se maneja organizacional, administrativa, financiera, gerencial, académica y jurídicamente, la institución universitaria. O en contrario, por quienes conociendo el manejo universitario, se esconden donde nadie puede hallarlos para así excusarse y no decir nada.
Por las razones arriba expuestas, es que esta disertación busca afirmar que el problema que vive la autonomía universitaria, no debe endosarse a su esencia. Es de otra índole o procedencia. Es así que puede asentirse que no es la universidad, sino las circunstancias.
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