Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

No basta con nacer en Caracas, o algún pueblo remoto. No es suficiente acostumbrarse a las arepas, queso rallado, plátanos, o los pocos alimentos accesibles que la barbarie castro madurista nos va dejando. Ni sobra observar Llanos, el Ávila, Orinoco, Puente sobre el Lago y suspirar, o gemir con el tarareo del Alma Llanera.

Ser venezolano es mucho más, que idealizar a Simón Bolívar, sentirnos vagamente orgullosos por un pasado de lucha con el colonialismo que heredamos, pero no ejecutamos. Siempre hemos sido más que lo que dábamos, un compromiso de esfuerzo e intransigencia.

Los no venezolanos -aunque hubiesen salido a la luz en cualquier lugar de los más de 900 mil kilómetros de montañas, playas y llanuras- nos convencieron de que transformarían al país para beneficio de todos, pero exigieron sacrificios, trabajo, sudor, lagrimas y tras veinte años sólo nos han dejado desolación, miseria, y esa inexplicable paciencia de los resignados.

Ejercieron el cambio de la historia como destino, leyenda de glorias que nos pertenecen, como pañuelos y franelas usadas, pero que ya no es reto. Aseguran ser venezolanos mientras la entregan a cómplices aprovechadores extranjeros. Por décadas, desde que nacieron nuestros abuelos, padres y nosotros mismos, los dirigentes han dicho y repetido que somos dueños de un país rico y por eso nada teníamos que hacer, ellos se encargarían de todo, pero nunca advirtieron que la riqueza, nace realmente del esfuerzo y talento. La abundancia está en el suelo, la cuestión está en sacarla, transformarla y comerciarla.

Nos hemos convertido en una nación de resignados en espera por caudillos que sólo ven votos y ganancias para ellos y sus adulantes; que siempre los ha habido y hoy vienen también de otros países llamados y cuidados por esos venezolanos que en realidad no lo son. Por eso estamos como estamos, volvimos a confiarnos, permitimos que una pandilla de no venezolanos de dentro y fuera se adueñara de todo, empezando por nuestras esperanzas, y se enriqueciera con ese todo nacional dejándonos huesos y ruinas.

No es venezolano culpar a los chavistas, castristas, comunistas y otras raleas de lo mal que nos está yendo. Ser buen venezolano empieza por entender que el chavismo no se adueñó de todo porque quiso, sino porque nosotros los venezolanos decentes se lo permitimos. Llorar y sentarnos a esperar a quienes vengan a enjugarnos las lágrimas, es de pendejos. Ser buen venezolano es comprender, aceptar la responsabilidad del país, de la nacionalidad, del compromiso de hacernos dignos de la nación que soñamos.

Idolatrar a Trump y mirar con esperanza a Biden, es bobería; estar pendientes de si este mandatario de cualquier país dijo esto o aquello, es consuelo de tontos. Ser buen venezolano es tomar este toro por los cuernos, comprometernos con el empeño de cada uno en domarlo, conducirlo, llevarlo por el camino adecuado; no nuestro propio, sino el que convenga a todos. Y en percatarse que ser rico por herencia, ilusiones y fábulas es sólo ser pobre, seguidor de idiotas para los cuales no somos pueblo, sino instrumento.

Los próceres de la independencia pidieron ayuda, no esperaron que llegara, comenzaron a actuar por convicción, para ellos la patria no era una esperanza sino una decisión.

Nadie debe hacer favores para que se los agradezcan, pero quien los recibe debería ser agradecido. Si en el mundo hay un pueblo generoso, nada excluyente y siempre solidario, ha sido el venezolano. Recibimos perseguidos sin exigirles nada a cambio, ponerles condiciones ni arrinconarlos. Dimos la bienvenida a los musulmanes sin más detalles que, por cosas populares, llamarlos “turcos” a todos, pero no por desprecio sino por cariño y simpatía.

Las tiranías y pobrezas de América siempre encontraron refugio tranquilo y facilidades, en Venezuela. Los molestados, acosados, por militares encendidos en crueldad, los aplastados por el comunismo represor, hambreador; arruinados y desesperanzados por la violencia política derivada en narcotráfico, los derrotados por la escasez de recursos y pequeñez territorial; los atrapados entre fuegos de montoneros y militares fanatizados ambos, todos han encontrado abrigo, protección, cariño y ayuda en Venezuela.

Cuando España era poder colonialista, ladrón de riquezas naturales, impositor de clases sociales, aplastador de pueblos, fueron los venezolanos -sin negar próceres locales- que salieron a lo amplio y hostil de su tierra, a las lejanías agotadoras de dominios apartados. Nadie puede negar ni niega el valor e importancia de los héroes regionales, pero sin el empuje de Simón Bolívar, oficiales y soldados, la independencia de América no hubiera sido posible.

La situación ha cambiado, y quienes consiguieron paz en Venezuela, se hacen cómplices de la tiranía castrista rechazando a los nacidos en este país que salen desesperados en busca de auxilio. Porque echar de sus territorios a los migrantes venezolanos, reprimirlos, humillarlos y rechazarlos, es convalidar, actuar en apoyo de una desgracia que padecemos y que por nuestra resistencia, empeño en demostrar su crueldad e ineptitud, no ha llegado a ellos.

Solo en Colombia, porque somos vecinos directos de habituales intercambios, y Bolívar nos soñó un mismo país, se trata mejor a los migrantes venezolanos y les otorga, por espíritu de comprensión de sus dirigentes, un mejor compromiso.

Se agradece a quienes nos reciben con brazos abiertos, corazón solidario y a quienes nos toleran. Volverá el momento de rescatar a quienes se fueron y nivelar favores, también a los que nos rechazan, porque dan lección que jamás olvidaremos.

Está patria e historia son nuestras, la responsabilidad del rescate está en nuestras manos, sólo con esfuerzo y convicción volveremos a ocupar un lugar privilegiado. Tenemos que tender la mano hacia el Este y Norte, todo lo demás debe regirse por aquél viejo axioma del derecho internacional, de que los países no tienen amigos sino intereses. Que El Libertador y su voluntad de libertar por encima de cualquier esfuerzo y sacrificio, han sido siempre venezolanos.

@ArmandoMartini

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