Cuando la política solicita los servicios de alguien no debidamente preparado en dicha materia, es posible que la persona acepte el compromiso. Sin embargo, deberá informársele a esa persona en lo que ocupará su tiempo. Pero igualmente, deberá comprometerse a estudiar lo que encierra el mundo de la política. Aunque es posible que salga frustrado de la obligación a la que se ha comprometido. Estos por distintas razones, 

En los próximos párrafos, esta disertación intentará desarrollar por qué no  es fácil comprender la política. Menos, en medio de una sociedad desordenada. Y apuntalada sobre promesas ambiguas, que además nunca se alcanzan por desorganizadas en su estructuración.

El hecho de que el hombre es “un animal político”, a decir de Aristóteles, anima a suponer que la política es un problema sencillo de resolver. Pero no es así. Aun cuando cualquier individuo inspirado de cuanta motivación pueda ostentar, sobre todo aquella relacionada con su discurrir en la vida pública, podría ser capaz de ofrecer un discurso tan cargado de frases grandilocuentes, como confuso e impreciso. 

El mercado público, en época de campaña político-electoral, es el escenario más expedito o de mejor desenvolvimiento, para demostrar la hipótesis anterior. Es decir, hipótesis ésta relacionada con la capacidad de elocuencia que podría tener cualquier individuo llevado de la mano por la emoción o ánimos de un momento político extraordinario.

Desde el mismo instante en que se advierte que la médula de la política reside  en el cálculo que precede a la acción práctica y la preside, el problema adquiere visos de complejidad. Y es natural que así suceda, por cuanto la política aunque es la expresión más fehaciente de la vida misma, en el fondo no exactamente la simboliza tal cual es.

La política  se halla íntimamente consustanciada con la moral. Fue la razón para que Jean Jacques Rousseau, uno de los filósofos y escritores más destacados del siglo XVIII,  refiriera que “lo que es malo en moral, es malo en política”. De ahí que para John Morley, abogado inglés, “quienes estudian separadamente la política y la moral, no llegan a comprender nunca ni la una ni la otra”.

Es posible que luego de conocer de la imbricación que se articula entre política y moral, se haga más renuente el hecho de comprender la política tal como muchos lo esperan. Más cuando muchos creen que la política se desenvuelve en el ámbito de las emociones, Especialmente, en emociones provocadas por  el ejercicio político. Sobre todo, cuando se rodea de condiciones que favorecen el reacomodo de quienes concuerdan en la elaboración y ejecución de propuestas, planes e ideales. O porque actúan en consonancia con proyectos de vida aceptados a instancia de perspectivas comunes.

La política en su comprensión más usual, es la práctica arreglada de relaciones de poder. Pero animadas por intereses y necesidades que comulgue un grupo de personas que comparten un espacio de tareas en medio de restricciones establecidas por directrices del gobierno al cual esas personas deben someterse por conveniencia circunstancial.

Cuando el concepto de política exige más de lo que la percepción o el simplismo influido por la rutina, la incultura, las precariedades y las improvisaciones sean capaces de dar, entonces su comprensión se torna rigurosa. Es ahí cuando al pecar de tan grave problema, el ejercicio de política cae en desgracia incurriendo en prácticas que yerran ante cualquier situación de seria consideración.

Quien vive la política a nivel de la intelectualidad, sabe bien que su pensamiento tiene la capacidad para no dejarse arrastrar por contingencias que emanan de contextos salpicados por ineptitudes y desaciertos de quienes se arrodillan ante los llamados de “lealtad” construidos a desdén de la cognición humana. 

La política actúa como epicentro de la racionalidad que exhibe el hombre en aras de sus luchas por equilibrar los desbalances que causan los conflictos que han estado agotando la fuerzas del mundo para contener los avatares que produce el hombre en su afán de acaparar más poder con el cual hacerse de todo cuanto la apetencia le dicte.

Es precisamente lo arriba expuesto, parte de lo que dificulta entender la política. O lo que complica cualquier interacción que lleve a armonizar necesidades y recursos en un contexto de problemas sociales y económicos. Por eso y muchas otras razones, igualmente complicadas, no es fácil comprender la política

https://www.analitica.com/opinion/no-es-facil-comprender-la-politica/