Los eventos catastróficos afectan a las comunidades de manera colectiva. Hay heridos y fallecidos, pérdida de bienes, interrupción de la escolaridad y alteraciones de la salud mental y emocional. Sin embargo, la exposición a algunos riesgos y la capacidad de respuesta y recuperación no es igual para todos. Hay efectos específicos sensibles al género.

Los desastres naturales a menudo reflejan y refuerzan las disparidades entre hombres y mujeres, porque su impacto está influenciado por las dinámicas culturales y sociales. La Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción de Riesgo de Desastres (UNDRR, por sus siglas en inglés) y organismos internacionales advierten que las mujeres se ven afectadas en diferentes dimensiones: la esperanza de vida, la autonomía económica y las cargas de trabajo no remunerado. La violencia basada en el género también se incrementa en momentos de emergencia. Hay que agregar que no todas se ven afectadas de la misma forma. Variables como la situación socioeconómica, la edad, la condición de migrante, estar embarazada o tener alguna discapacidad aumentan su vulnerabilidad y reducen su capacidad de respuesta. 

El sábado 8 de octubre de 2022 un deslave arrasó con la ciudad de Las Tejerías, en el estado Aragua. Tres días después, en una transmisión por televisión, Nicolás Maduro afirmó: “Estamos llegando a casi un centenar de víctimas fatales de esta tragedia”. La vicepresidenta Delcy Rodríguez informó que se habían reportado hasta entonces 43 fallecidos y 56 desaparecidos.También en Aragua, esta vez en Maracay, se desbordó el río El Castaño el lunes 17 de octubre. Al menos 140 viviendas se vieron afectadas y se realizaron más de 300 evacuaciones. En Caracas se anunciaron desplazamientos de tierra desde el 6 de octubre debido a intensas lluvias. En Mérida incluso se informó de dos fallecidos. En el Zulia hay continuas inundaciones y, debido al oleaje del lago, 15 palafitos de la Costa Oriental quedaron destruidos. En Maracay, estado Aragua, el lunes 17 de octubre se desbordó el río El Castaño. Se realizaron más de 300 evacuaciones con un saldo de 140 viviendas afectadas.

Consultamos a Susana Raffalli, especializada en emergencias humanitarias y pediatría, y revisamos la literatura sobre la preparación y respuesta ante los desastres para profundizar en el fenómeno de las desigualdades durante las situaciones de crisis. ¿A qué se debe prestar atención para mejorar la respuesta ante la emergencia y las políticas públicas a futuro?

  • Evaluar la tasa de mortalidad entre mujeres

En la guía de directrices para que la reducción del riesgo de desastres sea sensible al género, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo advierte que las estadísticas de desastres pasados, como el ciclón que azotó Bangladesh en 1991 y el tsunami del océano Índico en 2004, “mostraron que las mujeres están sobrerrepresentadas en las tasas de mortalidad”. 

La UNDRR explica que las disparidades entre mujeres y hombres en el acceso a los recursos y las oportunidades para su desarrollo pueden aumentar la vulnerabilidad. “Las tasas de mortalidad más altas entre mujeres y niñas en muchos desastres recientes se han atribuido a las desigualdades de género, incluyendo el acceso limitado de las mujeres a la información y las comunicaciones de riesgo, las altas tasas de pobreza de las mujeres y la exposición diferencial a los peligros debido a los roles de cuidado y trabajo de género”. 

Durante situaciones de emergencia, en otras partes del mundo se han revisado limitaciones relacionadas a la cultura, la religión o las normas sociales. Por ejemplo, en algunos países solo se anima a los hombres y a los niños a aprender a nadar. También hay lugares en los que las mujeres no pueden abandonar las casas sin la compañía de un hombre. 

Susana Rafalli afirma que la vulnerabilidad de las mujeres tiene que ver con las estrategias que se ponen en marcha para sobrevivir. Durante tsunamis, huracanes y deslaves “se ha visto que los más afectados suelen ser las personas que estaban dentro de la casa”:

“Si la emergencia te agarra afuera, puedes correr y refugiarte en algún lugar, sostenerte de algo, subirte a una platabanda… pero si te quedas en casa, hay riesgo de quedar tapiado o tapiada. Las mujeres están amarradas dentro de la casa por su rol doméstico. También son las primeras que corren a la casa o se devuelven antes de salvarse para sacar a una persona discapacitada o a un niño”.

En un informe publicado en 2021 por el Banco Mundial y el Fondo Mundial para la Reducción y Recuperación de Desastres, se revela que “la mortalidad de las mujeres por desastres tiende a ser más alta en relación a la de los hombres en países donde las mujeres tienen un nivel socioeconómico más bajo”. La afirmación se basa en un estudio de dos investigadores especializados en ambiente y desarrollo, quienes analizaron datos de 141 países, entre 1981 y 2002. 

  • Desarrollar sistemas de prevención y respuesta inclusivos:

El trabajo de campo y la experiencia le ha mostrado a Raffalli que la respuesta humanitaria coordinada por organizaciones con trayectoria ha mejorado con el tiempo, e “incluyen en los recursos que se entregan los insumos necesarios para las mujeres, especialmente para la higiene menstrual”. Sin embargo, “hay organizaciones que necesitan más información al respecto porque no están formadas en eso”. Agrega que los vacíos más profundos se manifiestan de otras formas.

En primer lugar, deben hacerse diagnósticos diferenciados sobre las necesidades de las mujeres y de los hombres. Para ello, los responsables en la gestión de riesgos deben realizar reuniones grupales con los afectados. Raffalli recomienda agregar a la agenda encuentros separados por género.

“Hay cosas que a las mujeres no les gusta decir en presencia de los hombres. También ocurre que se hacen reuniones para detectar las necesidades y coordinar tareas, y se realizan justo en horarios en los que las mujeres no pueden asistir porque están en la casa cumpliendo labores socialmente impuestas, como preparar la comida u ocuparse de la crianza, o no pueden movilizarse con sus niños”.

La UNDRR explica que el análisis interseccional de género implica recopilar y utilizar datos desglosados por sexo, edad y discapacidad. Esto es necesario “para comprender mejor la naturaleza de género del riesgo de desastres e informar la toma de decisiones”.

Raffalli advierte que “hay discriminación incluso en el reclutamiento del personal humanitario”. Esto resulta en equipos integrados, en su mayoría, por hombres y “mejorar ese balance sería de mucha utilidad para una ayuda más sensible en el proceso de detectar necesidades particulares de las mujeres”. En las tareas de rehabilitación, también se requiere una visión no sexista del trabajo. “Las actividades que se ofrecen son completamente estereotipadas. Las mujeres reciben cursos de artesanía o cocina. A los hombres se les da formación en mecánica automotriz o para pequeños negocios. Me cansé de verlo en Centroamérica rural”.

Los equipos de respuesta deben ser cada vez más inclusivos. En la foto, rescatistas atienden a un hombre en El Castaño, en Maracay. Fotografía de Federico Parra | AFP.

  • Considerar el papel de las mujeres más allá de sus roles de cuidado:

A las mujeres se les suele asignar los trabajos no remunerados, como la crianza de los niños y la atención de las personas mayores o enfermas. Durante las fases de emergencia y recuperación, estas cargas trascienden al cuidado de los afectados y de la comunidad.  

En los papeles de trabajo reunidos en 2002 por el Programa InFocus sobre respuesta a las crisis, de la Organización Internacional del Trabajo, investigadoras como Elaine Enarson, socióloga experta en estudios de la mujer y desastres, y Zenaida Delica-Willison, especialista en reducción de desastres, explican estos desafíos. Delica-Willison dice en su ensayo:

“Se espera que las madres los supervisen (a los hijos), los atiendan y los cuiden. Esto naturalmente representa una tremenda carga de trabajo y responsabilidad que no termina. Cuando un peligro golpea a la comunidad, la responsabilidad de las mujeres aumenta aún más. Tienen que pensar no solo en la subsistencia del día a día de las familias, sino también en su seguridad. Tienen que trabajar más duro durante las emergencias”.

Raffalli reafirma que “las mujeres son las grandes cuidadoras y administradoras de los servicios durante las emergencias”. Sin embargo, esto las expone a una mayor vulnerabilidad y puede anular sus necesidades como víctimas de un desastre. “Ellas mismas están afectadas por la propia emergencia y el cuidado en casa más el colectivo supone una carga adicional. Eso es un doble rasero que hay que saber manejar. Las agencias humanitarias que lo hacen bien ofrecen a las mujeres incentivos mayores y mecanismos de protección. Pero eso es una excepción”.

  • Atender la pérdida de autonomía económica:

La investigadora Elaine Enarson explica que las mujeres tienen más posibilidades de quedar expuestas a perder a mediano y largo plazo sus fuentes de ingresos: “Ocupan a nivel global el 65% de los empleos más vulnerables, caracterizados por la informalidad, como las ventas ambulantes o los negocios en los hogares; lo que sugiere una mayor vulnerabilidad ante la pérdida de medios de vida”. Depender del trabajo informal también implica poca o ninguna seguridad o beneficios económicos y sanitarios.

A esto se añade que, cuando las mujeres pierden sus recursos económicos, pierden autonomía y poder en el hogar para tomar decisiones. La investigadora Delica-Willison señala que “esto tiene graves consecuencias para las mujeres, de quienes se espera que se aseguren de traer comida en la mesa. Normalmente alimentan primero a sus maridos e hijos y viven de las sobras, incluso durante la lactancia, cuando necesitan más alimentos”. 

El contexto en el que las mujeres y las niñas viven después del desastre influye en la exposición a otros riesgos. En Haití, tras el terremoto de 2010, algunas mujeres que se encontraban en campamentos intercambiaban sexo por dinero o comida para poder alimentarse. La investigación Nadie nos recuerda, de Human Rights Watch, recopiló algunos testimonios. Una mujer en Croix-de-Bouquets contó: 

“Las mujeres tienen relaciones con los hombres para poder alimentar a sus hijos. Eso pasa mucho. Mi hija tiene 12 años y no tiene amigos en los campamentos, porque sucede que hasta las niñas son presionadas para tener sexo por cosas”. 

Raffalli acota que “en las emergencias largas, el sexo transaccional es un mecanismo muy usual para adaptarse y sobrevivir. Aunque sucede también con hombres y niños, lamentablemente son las mujeres la mayor proporción de personas que se ven obligadas a hacerlo para llevar algo de comer a la familia”.

Una mujer limpia el lodo dentro de una tienda en Las Tejerías, estado Aragua. Fotografía de Miguel Zambrano | AFP.

  • Protección ante el incremento de la violencia basada en el género:

La violencia sexual e intrafamiliar contra mujeres y niñas aumenta en los contextos de desastres. Raffalli explica que durante las emergencias sube la tensión intrafamiliar. Hombres y mujeres experimentan alteraciones de su salud mental, están nerviosos y ansiosos, “y sube la demanda por parte de los niños y de las personas en situación de dependencia. Toda esa tensión familiar se expresa en violencia doméstica y las mujeres suelen ser las más afectadas cuando eso pasa”.

Delica-Willison utiliza el caso de la explosión del volcán Pinatubo, en 1991, para explicar cómo la convivencia después de un desastre puede desembocar en la violencia. “Cuando los hombres están desempleados, como en el caso de las víctimas del desastre de Pinatubo, hay tensiones en el hogar y se registra violencia física contra las esposas. Las demandas sexuales tampoco disminuyen durante los desastres, especialmente cuando los hombres tienen tiempo libre”. 

La socióloga Elaine Enarson también señala en sus ensayos que durante los desastres los reportes de síntomas de estrés postraumático son mayormente de mujeres. No sólo están expuestas a la violencia intrafamiliar. Durante las emergencias los mecanismos de contención social y de seguridad son violentados. Susana Raffalli explica: 

“Los territorios afectados se convierten en tierra de nadie y todo el mundo hace lo que mejor le parece, sin que haya contrapeso ni regulación. Aumenta mucho la violencia sexual y las violaciones. Las mujeres no se pueden transportar solas a los lugares de ayuda, si hay, porque en los caminos pueden ser agredidas”.

¿Cuáles son los factores que exponen a las niñas y las adolescentes?

La agencia internacional de desarrollo Plan, que ha trabajado en 50 países por más de 75 años, publicó en 2013 el informe Por ser niña. Allí advierte que esta población tiene necesidades específicas que a menudo son ignoradas, y van desde el acceso a la información hasta la protección de su salud sexual y reproductiva:

“En un desastre, la desintegración de las familias y los servicios de salud pueden dejar a los y las adolescentes sin acceso a la información y a los servicios de salud sexual y reproductiva que necesitan. Para las niñas y mujeres jóvenes, este es precisamente el momento cuando su situación, su edad, y género las pone en mayor riesgo de embarazos no deseados, aborto inseguro, e infecciones de transmisión sexual y VIH”.

La vulnerabilidad aumenta cuando se ven en la necesidad de buscar alguna forma de ingresos. El informe documenta casos en los que niñas y adolescentes que viven en situación de pobreza deben trabajar para ayudar a sus familias y “a menudo la única opción es vender el único activo que les queda –sus cuerpos–”. 

La participación de las adolescentes en la reducción de riesgos de desastres puede ayudar en el futuro a minimizar los vacíos en las fases de prevención, respuesta y atención. Save the Children señala que “sin un enfoque basado en los derechos del niño en los programas de socorro y rehabilitación, es probable que estos no alcancen sus objetivos de llegar a la niñez. En algunos casos, pueden incluso tener impactos negativos”.

Una mujer en su casa inundada, en Las Tejerías. Fotografía de Yuri Cortez | AFP.

¿Por qué es importante incluir a las mujeres en la gestión de las emergencias? 

En 1988, después del paso del huracán Joan, las mujeres en Mulukutú (Nicaragua), se organizaron para elaborar planes para casos de desastre en los que se incluyera a todos los miembros del hogar. Diez años después, cuando llegó el huracán Mitch, Mulukutú estaba mejor preparado que otros pueblos y se recuperó más rápido que otras comunidades afectadas.

Las mujeres también juegan un papel importante en la reducción de riesgos de desastres. Su vulnerabilidad no implica que no puedan actuar. El Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030, aprobado en la Asamblea General de las Naciones Unidas en junio 2015, señala que “la participación de las mujeres es fundamental para gestionar eficazmente el riesgo de desastres, así como para diseñar, dotar de recursos y poner en práctica políticas, planes y programas de reducción del riesgo de desastres con perspectiva de género”.

Durante los desastres, las mujeres suelen asumir la responsabilidad de mantener la unidad del núcleo familiar. Se organizan con facilidad ante una amenaza gracias a sus redes en la comunidad. Raffalli reafirma que “son excelentes administradoras y cuidadoras, tienen una mejor percepción de la organización en equipo y son mejores mediadoras y negociadoras de las necesidades de sus comunidades”. Sin embargo, advierte que es necesario velar que la participación de la mujer no reafirme estereotipos. Para ello, no solo deberían tener espacios en aquellas tareas para las que se consideran que son buenas, de acuerdo a los roles sociales. También deben tener el control: participar en la planificación, en la gestión de recursos y en la toma de decisiones. 

Recomendaciones: ¿Qué políticas se pueden aplicar en la gestión de emergencias?

Los organismos internacionales recomiendan a los gobiernos:

  • Considerar siempre un enfoque basado en los derechos humanos. “Debería ser el enfoque rector general para incorporar las perspectivas de género en la RRD (reducción de riesgo de desastre). Abre el camino para defender la gama completa de derechos humanos de hombres y mujeres en los procesos de desarrollo socioeconómico”, señala el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
  • Evaluar las barreras que impiden a las mujeres acceder a los recursos preventivos y de respuesta a emergencias. El Banco Mundial recomienda entre las políticas a aplicar “garantizar que las mujeres tengan acceso a capacitación, reciban alertas tempranas y sepan qué hacer en caso de emergencia, y que los refugios y campamentos sean seguros y respondan a las necesidades de las mujeres”. 
  • Brindar a los grupos de mujeres capacitación, recursos y la autoridad para participar en la preparación y respuesta ante emergencias. 
  • Integrar a las mujeres en los roles multifuncionales de la gestión de riesgos, no solo a aquellos relacionados al cuidado. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo señala que las mujeres pueden ser “participantes, gerentes, tomadoras de decisiones y líderes en el campo del RRD (reducción de riesgo de desastre)”.
  • Apoyar la resiliencia a través de los programas de protección social administrados por el gobierno. El Banco Mundial menciona entre las estrategias “la inclusión financiera de los hogares más vulnerables (…) y la promoción de la diversificación de ingresos y la participación laboral femenina a través de oportunidades laborales y de ingresos”.

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