Dentro de los retos en los procesos de comunicación, hoy es la tecnología la que nos juega una mala pasada en nuestro ámbito político, ya que el uso sin sentido y propósito de las redes sociales lo único que logra es modificar incesantemente la realidad primaria, generando matrices de opinión sesgadas de inmediatismo y creando expectativas fantasiosas en una parte de la población.

Hoy tenemos políticos tratando de ejercer su liderazgo desde la pantalla de un móvil y olvidando la vitalidad de la actividad de calle. Parecieran haber olvidado la importancia del contacto directo con la audiencia a la que quieren llegar y que en su mayoría no tienen acceso a un móvil y mucho menos a las redes sociales actuales para ver allí sus exposiciones magistrales.

Seguir insistiendo en una política que se ejerce desde la plataforma digital, es colaborar al estancamiento y a la idea utópica de que el cambio vendrá de afuera, sin entender que el único cambio posible debe emerger de forma interna.

Y no creo que el problema sea el instrumento, que en este caso es el medio digital, sino el uso, sobreuso y abuso del mismo, sin tomar en cuenta que el porcentaje de la población que tiene acceso a estas plataformas es muy pequeño.

Pensar que 361.382 reproducciones de un Live, califica como actividad política suficiente, es como creer que somos líderes electos por nuestro propio dedo; si caemos en la idea de que 12.051 likes en un post es una acción que ayuda en algo, es asegurar el mismo fracaso del ejemplo anterior.

Hoy, hay políticos que aspiran tener la presencia meramente digital y medir su liderazgo en línea, siendo esto una realidad virtual muy cómoda que está muy distante de la realidad en las calles. Aún así, se nos siguen diluyendo los días en grupos de Whatsapp, reuniones organizacionales por zoom y cuanta plataforma digital podamos tener. Por ello, me atrevo a decir que el liderazgo político centrado en redes sociales, solo puede calificarse como una especie de influencer social de poco alcance.

Venezuela actualmente demanda una estructura política con base en la política de a pie, esa política horizontal, cara a cara con la población, para así poder escuchar las necesidades reales del pueblo.

Un político es una figura o una personalidad que aspira acceder al ejercicio del poder por medio del apoyo de los ciudadanos; pero con discursos huecos, carentes de una secuencia de ideas coherentes, y después de más de dos décadas de promesas incumplidas, a lo único que podrán aspirar nuestros influencer ¨políticos¨, sentados desde sus curules digitales, es a seguir creando más episodios de ese reality show de la tragedia venezolana para quienes los sintonizan desde el exterior.

Sin poner las suelas de sus zapatos en el asfalto, sin caminar en los sectores más vulnerables y sin escuchar de primera fuente lo que realmente urge, dudo que nuestros influencer logren algún cese de algo, ya que la única transición que alcanzarán será la de migrar a alguna nueva plataforma digital que emerja, dejando claro que el escenario de las elección libres es solo una ilusión sin acción.

Si bien es cierto que la comunicación conlleva un proceso de adaptación a las circunstancias y la vida misma, no es menos cierto que centrar el mayor esfuerzo en medios de comunicación y el auge en las redes sociales, hace que el liderazgo político se divorcie de la realidad, dejando de lado la vocación de servicio a los ciudadanos y sus comunidades.

Finalmente si un líder no sirve para servir, debería olvidarse de su liderazgo.

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