Con los ojos llenos de lágrimas Neyda Guaita contó la impotencia que siente al verse jubilada dentro de poco y sin siquiera poder mantener a sus dos hijos.
Esta madre soltera de dos menores de edad tiene 16 años de experiencia como cirujano general y más de 20 años de graduada como médico, pero su pago quincenal por ser nómina de la Gobernación de Vargas fue de Bs. 4.700.000; es decir, menos de dos dólares quincenal.
Contó que ese dinero no le alcanza para comprar al menos dos harinas de maíz para llevar a sus hijos. “Tengo 16 años de especialista, 20 años de graduada y es triste llegar a casi la jubilación y aún ni siquiera puedas mantenerte, que tengas que vivir de tus padres o de tus hermanos”.
Su realidad contrasta con la del resto de profesionales de la salud en Latinoamérica, donde los sueldos de un médico oscilan entre 600 y 1.600 dólares mensuales. De allí que entre 2007 y 2020 más de 24 mil médicos venezolanos han emigrado, según estadísticas de la ONG Médicos Unidos Venezuela.
Los bajos sueldos son una de las razones de esta fuga de cerebros, pero también lo es el riesgo de morir producto del COVID-19; y es que en el país hay uno 549 decesos producto de la enfermedad, de los cuales 11 corresponden a Vargas, seis de los cuales son médicos.
Guaita labora en el hospital Rafael Medina Jiménez de Pariata, dependiente de la Gobernación, y recalcó que el pago del viernes fue menor a dos dólares. “Soy madre soltera de dos niños pequeños y eso no me da ni para comprar la harina Pan”.
Ni comida ni tampoco los insumos necesarios para protegerse del virus. Por eso Guaita contó que muchos médicos venezolanos deben “rebuscarse”.
“Muchos de nosotros nos tenemos que redoblar en otras cosas para poder alcanzar a comer o que algún familiar, como en mi caso, que mi hermana me ayuda con el mercado. Yo soy especialista y no es muy cómodo depender de la ayuda de mis hermanos”.
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