El presidente Joe Biden planea gastar, en adición al gasto presupuestado de 5 billones (trillion en EE.UU.),[1] 6 billones de dólares: 1,9 billones de ayuda para neutralizar los efectos de la pandemia; 2,3 billones para infraestructura muy ampliamente definida; y 1,8 billones en nuevas dádivas de bienestar social.

Este colosal estallido del gasto del gobierno se monta sobre un presupuesto ya fuera de control, con un déficit fiscal de 3,7 billones, el 19% del PIB en el último año[2] de Donald Trump, quien prostituyó al partido Republicano tachando sus principios fundacionales: gobierno de tamaño moderado y finanzas públicas en equilibrio.

Después de la debacle en salud y economía trumpianas y con los Republicanos privados de toda autoridad moral en materia económica, se ha puesto de moda deshacerse en alabanzas a las supuestas virtudes de un Estado enorme y en evocaciones color de rosa del New Deal de Franklin D. Roosevelt (FDR) y de la Gran Sociedad de Lyndon B. Johnson (LBJ), soslayando sus terribles lacras.

FDR (1932-44) nunca tuvo un plan económico coherente e improvisó con volubles ocurrencias. En su primera campaña de 1931, prometió equilibrar el presupuesto, sólo para hacer lo opuesto como presidente. El crecimiento y el empleo empezaron a recuperarse cuando EE.UU. entró en la Segunda Guerra Mundial.

Lo que tenía claro FDR era su gran estrategia política que consistía en usar el gasto gubernamental para fraguar vínculos con nuevos electores para ampliar su base de apoyo político y eternizarse en el poder, lo que hizo al ser reelecto tres veces, algo nunca visto.

LBJ, discípulo de FDR decidió emprender su gran programa de ingeniería social, al que llamó la Gran Sociedad que mediante un enorme gasto público pretendía resolver las carencias en educación, atención médica, conflictos urbanos, pobreza rural, y comunicaciones y transportes.

El problema fue que LBJ también decidió no sólo seguir con la guerra de Vietnam que heredó de sus antecesores, con una enorme expansión de la participación de EE.UU. en ese conflicto, lo que conllevó un gasto formidable, que sumado a su ambicioso plan de bienestar, generaron enormes déficit públicos.

Allí se sembraron las semillas de la gran inflación con estancamiento económico que llevaron años después a la revisión a fondo de las políticas “progresistas”, que sin resolver los problemas que pretendían atender, quebraron al erario y generaron escepticismo sobre las virtudes de la intervención estatal.

El acceso al poder de Ronald Reagan en EE.UU. y Margaret Thatcher en el Reino Unido marcó un rompimiento con la gradual invasión del gobierno en la economía, y con el colapso de la Unión Soviética, que reveló la secuela de miseria y ruina que dejó atrás, se enterró la visión romántica del socialismo.

Estas lecciones se olvidaron y hoy la progresía celebra con fruición que Joe Biden, elegido por su moderación, actúe como si fuera miembro de la banda de fanáticos que orgullosamente se ostentan como socialistas.

Me temo que todo esto va a terminar muy mal…

Referencias:

[1]. En el año fiscal 2020-2021 que en EE.UU. corre de octubre a septiembre.

[2]. Medido entre marzo de 2020 y el mismo mes de 2021.


Este artículo se publicó originalmente en El Cato el 7 de mayo de 2021

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