Luis Alberto Buttó @luisbutto3

Es permanente la denuncia proveniente de los sectores críticos del ámbito universitario en el sentido de que las instituciones de la educación superior venezolana, como resultado del proceso de estrangulamiento presupuestario al cual han sido sometidas de manera deliberada e inclemente a lo largo de más de una década por el oficialismo gobernante, se han visto reducidas a operar, en la práctica, como una especie de agencias de empleo pagadoras de los sueldos de los profesores, administrativos y obreros que allí laboran. Valga la aclaratoria, sueldos cuyo único alcance real es el mantener sumidos en condición de pobreza extrema a quienes los reciben.

Con la centralización de las nóminas de las universidades a través del Sistema Patria que ahora se ha puesto sobre el tapete, esa función meramente decorativa, así entendida en el sentido de que apenas proporciona la idea de cierto funcionamiento autónomo, desaparecería por completo al borrar los contornos del endeble y acotado manejo propio. Entonces, la ficción dejaría de verse como tal para mostrarse como lo que en verdad es hace ya bastante tiempo: realidad incuestionable donde las universidades, dado lo que dicho concepto debería abarcar y explicar en sí mismo, lo continúan siendo solo en el imaginario.

Que en ella se dicten clases no hace a una universidad, pese a que muchos alegan este proceso como demostración de resistencia y/o de lo que ahora se denomina resiliencia. La universidad es mucho más que eso, dado el papel transformador e innovador que está llamada a cumplir en el marco de los esfuerzos nacionales por alcanzar crecientes cuotas de desarrollo tangible. Una universidad maniatada en materia económica, razón por la cual está imposibilitada de generar ciencia para explicar la realidad y transformarla positivamente en función de la mejora de las condiciones de vida de la población, no es, ni por asomo, una verdadera universidad.

La universidad no puede limitarse a ser simple caja de resonancia del conocimiento ya creado, del conocimiento ya circulante en textos conocidos. La universidad no es para fotocopiar y/o escanear, lo cual, hoy día, ni siquiera puede hacerse. La universidad debe ser, está obligada a serlo por esencia y definición, centro vivo, palpitante, de generación permanente de conocimiento, en consonancia con el supuesto de que la ciencia es un continuo progresivo y siempre inacabado. La universidad es más que un salón de encuentro presencial o una conexión virtual. La universidad es producción de ciencia para el bienestar y eso ha dejado de serlo en Venezuela por el cerco de recursos que se le ha impuesto. Esto hay que tenerlo bien claro en mente cuando se llama a luchar en defensa de la universidad.

En otras palabras, es momento de repensar las coordenadas de lo que se entiende como combate por mantener la universidad erguida y siempre identificada con la causa de la libertad de pensamiento. Mucho más cuando, en medio del revuelo generado por la pretensión de centralizar las nóminas universitarias a través del Sistema Patria, y cuando saltan al ruedo las justas voces de rechazo a esta imposición, redúndese al calificarla de arbitraria, innecesaria, contraproducente y manipuladora, aparece como elemento que adereza la discusión el hecho de que no menos de la mitad de los profesores universitarios, por diversas razones que van desde el deseo de comprar gasolina subsidiada bajo el esquema de aprovechamiento de la renta petrolera (o lo que queda de ella), hasta el cobro de la merecida pero ofensiva, por inútil, pensión del seguro, estaban previamente inscritos en el Sistema Patria.         

No basta con estar en la acera correcta. Hay que caminar en la dirección apropiada.         

@luisbutto3

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