Cuando hay un terremoto los fundamentos de las edificaciones son capaces de soportar el embate de los movimientos de la tierra. En los peores casos, aunque la edificación sufra daños, si los fundamentos fueron lo suficiente, de acuerdo a la ingeniería, la edificación podrá recuperarse. De la misma manera sucede con nuestras vidas, si el fundamento sobre el cual hemos vivido, sobre el cual hemos levantado a nuestra familia es sólido, constituido por principios universales, sustentados sobre los valores de la verdad; entonces, aunque seamos movidos en nuestros cimientos por cualquier debacle, podremos ser restaurados.

A veces pensamos que la mejor salida es huir. Sin embargo, vivimos un tiempo de la sociedad mundial en el cual en pocos lugares de la Tierra no seríamos alcanzados por por todos los cambios del pensamiento de la sociedad actual, la que nos quiere someter a sus ideologías, la cual se empeña en vestirnos a todos con un mismo uniforme. Cuando pareciera que estamos a la merced del viento, del terremoto o del alboroto, entonces es tiempo de buscar la sabiduría que nos enseña ese antiguo libro, que algunos catalogan como obsoleto; no obstante, su vigencia es inalterable.

En el Salmo 11, el rey David nos enseña algunos conceptos que podemos convertir en ejercicio moral y espiritual para lidiar con toda suerte de circunstancias desventuradas. El salmista comienza con una pregunta, un cuestionamiento quizá para aquellos quienes se apresuraban a darle el consejo de huir. “Yo confío en el Señor; ¿Por qué, entonces, me sugieren que escape a las montañas, como un ave? “En el Señor he puesto mi refugio; ¿cómo dicen a mi alma: Huye cual pájaro, hacia el monte, porque los malos tensan su arco y ajustan sus flechas a la cuerda para herir en la oscuridad a los rectos de corazón?”. Salmo 11:1-2. En otras palabras hemos puesto a nuestro Señor como nuestro refugio, no nos digan ahora que la solución es escapar, sin consuelo y sin esperanza.

La vida de David estuvo llena de valiosas enseñanzas para todos los tiempos, especialmente para los difíciles. Continúa el Salmo diciendo: “¿Pero qué puede hacer el hombre honrado cuando son socavados los cimientos?Salmo 11:3. Lo más probable es que David se refirió aquí al mandato corrupto y violento del Rey Saúl, quien debido a la envidia que atormentaba su corazón, trató por largo tiempo de matar a David. Mientras tanto, David estuvo con sus hombres tratando siempre de esquivar a Saúl. Aunque tuvo varias oportunidades de apresarlo y tomar su vida, nunca se atrevió a derramar la sangre de un rey de su pueblo, Israel. Saúl se corrompió en su reinado; sin embargo, David reconoció la soberanía de Dios. Y por esta razón, nunca tocó a Saúl.

Así mismo, el hecho de que David reconociera en Saúl su posición de rey, no quita lo doloroso que tuvo que haber sido para él ver cómo Israel se desintegraba moralmente. Saúl mató a muchos de los sacerdotes (levitas) e hizo persecución a los profetas. La fibra de esta gran nación, sus fundamentos, estaba siendo destruida gradualmente por un rey vil, a quien solo le importaba mantener su poder a todo costo, antes que edificar y fortalecer a su pueblo haciendo lo justo. La pregunta de David es muy apropiada en estos momentos: “Cuando los fundamentos (de la sociedad) son destruidos, ¿qué puede hacer el justo?”Salmo 11:3. ¿Qué pueden hacer aquellos quienes realmente honran la justicia, en estas situaciones tan difíciles y deprimentes? David nos da la respuesta:

·      Primero, tomemos aliento ya que Dios sigue siendo soberano: “El Señor está en su santo templo, en los cielos tiene el Señor su trono”. Salmo 11:4ª

El leer estas palabras da aliento a nuestra fe. La soberanía de Dios es irrefutable. Cuando el ser humano se llena de arrogancia, es bueno recordar que Dios tiene en los cielos su trono.

·      Segundo, a Dios no se le escapa nada: “Atentamente observa al ser humano; con sus propios ojos lo examina” Salmo 11:4b

Dios conoce los corazones, pesa las acciones de cada uno, el juicio está en su poder.

·      Tercero, persevera haciendo el bien: “Dios prueba a los justos, pero a los que aman la violencia los repudia, y éstos recibirán las consecuencias de sus actos”. Salmo 11:6.

Aunque vivimos en un mundo cuya injusticia pareciera doblegar nuestra confianza en Él, el salmista nos recuerda que somos probados mediante todos los acontecimientos del mundo. Entonces, no podemos desfallecer, debemos seguir confiando, perseverando en el bien.

·      Finalmente, los íntegros recibirán recompensa de Dios: “Porque el Señor es justo y ama la justicia; por eso los íntegros contemplarán su rostro”.

       Salmo 11:7.

Una vez más, recibimos un llamado a la integridad. Los íntegros están en el pensamiento y en el corazón de Dios para bendecirlos.

Los ojos de David no estaban puestos en Saul, ni en todos sus hombres. David sabía que todos los seres humanos somos como la flor del campo, que hoy muestra toda su belleza y a la mañana siguiente está marchita. Él sabía la futilidad de aquellos que lo perseguían y reconocía su propia fragilidad. Por esa razón, tenía sus ojos puestos en aquel que tiene el dominio sobre todas las cosas. 

David tenía la confianza de que Dios estaba a su lado. ¿Recuerdan ese Salmo tan nombrado que tiene esa maravillosa frase, la cual dice: “Aunque ande en valles de sombra de muerte, no temeré mal alguno porque tu Señor estarás conmigo”?¿Cómo pudo un hombre atravesando el valle de la sombra de la muerte escribir tales palabras? En efecto, alguien acechado por la muerte de día y noche, expresa su confianza en que Dios estará siempre a su lado. ¿No es acaso esta actitud de David un ejemplo de fe inquebrantable? Ciertamente, un ejemplo que hoy nos recuerda el llamado a confiar en medio de la tormenta.

Entonces, ¿cuál es la moraleja? Como dijo el antiguo predicador: 

“El fin de este asunto en el cual se ha escuchado todo es: Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos porque esto es el todo del hombre. Pues Dios juzgará toda obra, buena o mala, aún la realizada en secreto”. Eclesiastés 12:13-14. 


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