Tres personajes determinarán el futuro de Colombia bajo la Presidencia de Gustavo Petro. Ello son el futuro Canciller, Alvaro Leyva, el futuro Comisionado de la Paz, Danilo Rueda y el designado Ministro de la Defensa Iván Velázquez. Tienen entre ellos denominador común de cabalgar posiciones políticas de izquierda y de ser cercanos a los cabecillas de los alzados en armas de su país.

No es necesario ser gran conocedor de los asuntos colombianos para percatarse de que solo dentro de un ambiente pacificado, el país podrá recuperar la senda perdida de su expansión y estabilidad económica y, solo con estas dos variables controladas, será posible proveer de bienestar a la población y trabajar para desterrar la desigualdad que impera en la nación hermana. Por ello este trio será vital para que otros altos funcionarios se ocupen del rediseño de su economía, se involucren en despertar el interés de los inversionistas y generen proyectos de carácter social para distribuir la bonanza que un país como Colombia será capaz de generar.

Lo que tiene el mayor sentido político de las fronteras para adentro es poner en manos conocedoras su proyecto estrella, cual es la negociación del desarme del ELN. Si este proyecto se encamina bien, otra piedra angular de su actividad como gobernante deberá ser la desactivación de las disidencias de las FARC que han resultado ser hoy una fuerza tan destructora, sembradora de violencia y desestabilizadora como sus predecesores. Para ello, un primer paso tiene que ir en el sentido de sumar a sus esfuerzos la voluntad del régimen de Nicolás Maduro quien mantiene con estos grupos insurgentes una relación particular de connivencia con sus propósitos y de protección de sus fechorías desde el suelo venezolano.

 No es de extrañar, pues, que uno de los primeros movimientos del Canciller designado, Alvaro Leyva, haya sido el de reunirse con su homólogo de la Casa Amarilla venezolana. Leyva tiene dentro de sus cualidades el haber sido un hombre cercano a Manuel Marulanda – alias Tirofijo- ex cabecilla de las FARC. Su carrera ha estado signada por el involucramiento en mediaciones oficiales con grupos alzados en armas durante los mandatos de Belisario Betancourt, Andres Pastrana, Alvaro Uribe y Juan Manuel Santos. EL ELN, el M19 y las FARC han sido sus contrapartes en mas de una negociación de paz.

Iván Velázquez desde la cartera de la Defensa deberá velar por no debilitar uno de los contingentes de fuerzas militares armadas más valioso y mejor formados de latinoamérica, de clara y decidida vocación civilista como es el colombiano. Le tocará a este personaje construir un enfoque de seguridad humana y ambiental que sea compartido por sus contrapartes insurgentes armados en la negociación de un desarme pero donde sea el Estado quien lleve la voz cantante, de manera que no se reproduzca una situación similar a la del Acuerdo de La Habana, que terminó con el rechazo de la población de a pie.

Danilo Rueda es de todos ellos el más polémico de esta tríada. El Comisionado para la Paz tiene a su cargo, desde hace ya un tiempo, las exploraciones que buscan un acercamiento entre el nuevo gobierno y la guerrilla del ELN. Este es un de los más prominentes partidarios del concepto del “ejercicio del sagrado derecho a la guerra” por parte de los alzados en armas por lo que intentará estar al mismo tiempo en la misa y en la procesión. Personaje muy cercano a Fidel Castro de cuya relación se ufana, históricamente Rueda se ha dedicado a enaltecer a los dictadores y a justificar a las bandas criminales. Resulta interesante, por decir lo menos, imaginar la relación que deberá armar con las fuerzas armadas de su país dentro de la construcción de un andamiaje de paz dentro del cual quepan las guerrillas y los grupos narcoterroristas junto con los uniformados encargados del orden.

No es poca cosa lo que el gobierno entrante de Colombia tiene entre manos. Sobre todo si se adereza con el componente de la actividad del narcotráfico que es la primera a la que resulta cómodo laborar dentro de un ambiente de caos y de violencia y que es una que se sostiene eficientemente desde el régimen corrupto que impera del otro lado de la frontera.

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