Oseola McCarty (1908 – 1999) fue una mujer muy humilde, que lavó ropa durante toda su vida y que, al jubilarse en 1994, atrajo mucha atención en los Estados Unidos luego de que anunciara que había establecido un fideicomiso a través del cual gran parte de los ahorros de su vida se los dejaría a la Universidad de Southern Mississippi. Algo sorprendente de una mujer que nunca tuvo ni un carro ni estudió más allá de su sexto grado.

A temprana edad se convirtió en lavandera, como su abuela, un oficio que continuó hasta que la artritis la obligó a renunciar a sus 86 años de edad en 1994. McCarty nunca tuvo un automóvil; andaba a pie para todos lados, empujaba su carrito de compras casi una milla para adquirir los víveres que necesitaba. Nunca se suscribió a ningún periódico y consideró el gasto una extravagancia. Solo fue propietaria de una televisión en blanco y negro, de los enseres que le había dejado su tía. En 1947, su tío le regaló la casa en la que vivió hasta su muerte y recibió algo de dinero de su tía y su madre cuando murieron, que también ahorró. Antes de abandonar la escuela, sin haber terminado primaria, su madre le enseñó a ahorrar dinero, lo que comenzó a hacer desde los ocho años. A medida que el dinero se acumulaba en su cochecito de muñecas, la jovencita tomó medidas. “Fui al banco y deposité. No sabía cómo hacerlo. Fui allí yo misma. No les dije a mamá y a ellos que iba a ir.” Abrió su primera cuenta de ahorros en el First Mississippi National Bank y, a lo largo de los años, abrió otras cuentas en varios bancos de la zona, incluido el Trustmark National Bank, al que nombró fideicomisario de su fideicomiso y albacea de su patrimonio.

El trabajo fue el gran bien de su vida, como lo explicó una persona que la conoció. “Encontró belleza en su movimiento y orgullo en sus provisiones. Estaba feliz de tenerlo y se entregó a él con pasión.” La misma McCarty lo expresó de esta manera:

“Sabía que había personas que no tenían que trabajar tan duro como yo, pero no

me hizo sentir triste. Me encantaba trabajar, y cuando amas hacer cualquier cosa,

esas cosas no te molestan.  A veces trabajé corrido durante dos o tres días.

Tenía objetivos por los que estaba trabajando. Eso me motivó y pude hacerlo siempre. 

El trabajo es una bendición. Mientras viva quiero estar trabajando en algo. El hecho

de que sea vieja no significa que no pueda trabajar”.

Con el tiempo, el personal de Trustmark Bank notó los ahorros acumulados de McCarty y comenzó a ayudarla en la planificación futura de su patrimonio, así como también a ser sus tutores no oficiales. Los empleados del banco y amigos la convencieron de comprar dos acondicionadores de aire de ventana para su casa y el servicio de televisión por cable. Mas adelante, con la ayuda de un abogado local, para quien había lavado la ropa, y el fideicomisario del banco, utilizando papelitos y monedas de diez centavos, para representar el 10% de las acciones, McCarty estableció la distribución futura de su patrimonio. Apartó una moneda de diez centavos (10%) para su iglesia, una moneda de diez centavos (10%) para cada uno de los tres familiares que tenía y las monedas restantes (60%) para Universidad del Sur de Mississippi. Estipuló que los fondos deberían usarse para estudiantes, preferiblemente de descendientes afroamericanos, que no podrían asistir debido a dificultades financieras. Cuando se hizo pública la noticia, líderes locales financiaron una donación adicional en su honor. Ella firmó un fideicomiso irrevocable, lo que le permitió al banco administrar sus fondos de los cuales recibió un cheque regular durante su vida. Y donar $150,000 la convirtió en el benefactor más grande y famoso de Southern Miss.

Por ese aporte recibió grandes reconocimientos. En 1998, recibió un título honorífico de la USM, el primer título de este tipo otorgado por la universidad. El presidente Bill Clinton le otorgó la Medalla Presidencial de Ciudadanos, el segundo premio civil más alto de la nación. Recibió la Medalla Avicena de las Naciones Unidas por su compromiso educativo. En 1996, la Universidad de Harvard le otorgó un doctorado honorario junto con Maya Lin, Walter Annenberg y Judith Jameson. En diciembre de ese año, su mano estaba en el interruptor que hacía caer la bola de la cuenta regresiva en Times Square en la víspera de Año Nuevo. Era la primera vez que dormía en un hotel y fue su primer viaje en avión. En 1997, McCarty recibió el Premio al Mejor Servicio Público en Beneficio de los Desfavorecidos, un premio otorgado anualmente por los Premios Jefferson. Y fue reconocida con un Premio Essence y Patti LaBelle le cantó un tributo durante la ceremonia en el Madison Square Garden.

La Fundación de la Universidad del Sur de Mississippi honró la vida y el legado de Oseola McCarty el jueves 8 de octubre de 2020. En reconocimiento al 25° aniversario del inesperado regalo de McCarty a la USM, una celebración virtual contó con entrevistas con invitados especiales y la presentación de una escultura en su honor.

Su extraordinaria ética y mística de trabajo estuvieron con ella durante toda su vida, y estos produjeron resultados extraordinarios, logros que sus clientes y sus amigos siempre apreciaron. McCarty fue una lección práctica de que todo el trabajo se puede realizar con dignidad e infundir calidad. Ella dijo en una ocasión que un dólar no te gana mucho dinero, pero que un dólar ahorrado te lleva hacia adelante. “Tienes que dejarlo solo el tiempo suficiente para que aumente”, agregó. Por supuesto que para hacer esto durante toda una vida se requiere autocontrol y una vida modesta. Estos sólidos hábitos se combinaron para producir el secreto final de McCarty. Cuando se jubiló en 1995, con las manos dolorosamente hinchadas por la artritis, esta lavandera a la que le habían pagado con pequeños montones de monedas y billetes de dólar toda su vida tenía $280,000 ahorrados en el banco. “Mi secreto era la alegría. Estaba feliz con lo que tenía”, dijo McCarty.

Apartando lo suficiente para vivir, McCarty donó $150,000 a la Universidad del Sur de Mississippi para financiar becas para estudiantes dignos pero necesitados que buscan la educación que ella nunca tuvo. Cuando se enteraron de lo que había hecho, más de 600 hombres y mujeres en Hattiesburg y más allá hicieron donaciones que triplicaron con creces su dotación original. Hoy, la universidad presenta varias becas McCarty de matrícula completa cada año.

La primera beneficiaria de su donación, una niña de Hattiesburg llamada Stephanie Bullock, fue presidenta de su clase de último año y tenía padres que la apoyaban, pero también un hermano gemelo, y la familia no tenía suficientes ingresos familiares para enviarlos a ambos a la universidad. Con la beca McCarty, Bullock se inscribió en Southern Miss y rápidamente adoptó a McCarty como abuela sustituta. McCarty sintió un poderoso impulso de actuar en su región natal. Cuando se le preguntó por qué eligió Southern Miss, respondió «porque está aquí». Aunque nunca lo había visitado, el campus de la universidad estaba ubicado a solo un par de cuadras de su casa.

McCarty tuvo un carácter fuerte y virtuoso y de buenas costumbres. Cuando se quedó esa primera vez en un hotel, hizo la cama antes de irse. “Son tus ejemplos diarios los que marcan la diferencia”, dijo. Oseola McCarty sabía que no tenía que salvar al mundo entero, sino que más bien podía comenzar por arreglar lo que tenía cerca.

“No puedo hacer todo, pero puedo hacer algo para ayudar a alguien.

Y lo que pueda hacer lo haré. Desearía poder hacer más.”

Hay varias cosas que la vida de Oseola nos enseña, pues siempre tuvo persistencia, determinación, concentración en el futuro y el deseo por el bien mayor. Creo importante darnos cuenta de que todos los días estamos haciendo algunos depósitos y algunos retiros en nuestras vidas y necesitamos ver dónde estamos haciendo estos depósitos para que sean más efectivos en el futuro; eso fue lo que hizo Oseola durante toda su vida. Es posible que nunca podamos reconocer los frutos de nuestro trabajo, pero el objetivo no es solo centrarnos en lo que tenemos, sino asegurarnos de que las generaciones que viene delante de nosotros tengan más.

Oseola McCarty tuvo una vida humilde y sencilla. No supo el significado de la palabra filantropía, pero al regalar prácticamente cada dólar que ganó para dotar a un fondo de becas para estudiantes pobres en su ciudad, se convertiría en un símbolo de generosidad desinteresada. Honrada por las Naciones Unidas, el presidente Clinton, las universidades de Harvard y de Southern Mississippi, recibió numerosos premios y reconocimientos, y personas de todo el mundo lograron saber quién fue ella y lo que hizo.

Si hay algo que podemos aprender de Oseola McCarty, fue una frase que dijo en su discurso en la universidad de Harvard:

“Todos podemos enseñar liderazgo”.

https://www.analitica.com/opinion/lideres-inspiradores-oseola-mccarty/