León Sarcos: El Gran Viraje de Juan Guaidó

Si dos aciertos pueden reconocérsele sin mezquindades a la dictadura del Sr. Maduro, es que sabe mentir y sabe simular, y que en su pericia al hacerlo ha sabido transformar situaciones adversas —siempre huyendo hacia adelante por consejo de sus asesores cubanos y de su factótum, el siquiatra siniestro— en avanzadas asertivas cuando la oposición le ha abierto flancos para hacerlo.

Por León Sarcos

No ha ocurrido así en esta ocasión y hoy debo dar gracias como individuo y ciudadano, al joven Juan Guaidó —a quien Maduro, en su idiota arrogancia, endilga un epíteto o varios, que en el fondo, terminan por simple deducción reivindicando la condición ciudadana y democrática de aquel, líder emergente y único de la transición— y al embajador estadunidense James Story, por la honorable, digna y valiente posición mantenida frente a la caótica, prolongada y dolorosa crisis nacional, y a ambos por su inquebrantable y estoica lucha para devolver la democracia y una mejor calidad de vida a los venezolanos.

No ha sido nada fácil para este joven valiente venezolano, que hizo su aparición en el escenario político una clara mañana de enero de 2019, -cuando se erigió como Presidente Interino con el respaldo de las democracias liberales más representativas del mundo, luego de unas elecciones fraudulentas en mayo de 2018-, sortear un camino lleno de arremetidas del régimen contra él, su familia y todo su entorno político y legislativo, en una guerra psicológica y de posiciones sin cuartel, afianzado el dictador en un poder casi absoluto de todos los poderes públicos, y en el brazo férreo de unas Fuerzas Armadas incondicionales y un poder electoral también incondicional.

No hay duda de que el régimen se mantiene gracias a la falta de escrúpulos, a la corrupción, ejecución de negocios ilícitos, violación sistemática y permanente de la Constitución y la ley, practicas indiscriminadas violatorias de los derechos humanos, y un nuevo y efectivo lenguaje que maneja exitosamente la verdad al revés, al igual que los resultados electorales cuando no lo favorecen, para volverse de corrupto en inquisidor de la corrupción, de ladrón en policía, de victimario en víctima, de partidario de la violencia en pacifista, de agresor en agredido, de espíritu totalitario en constructor de una dictadura camuflada con barnices electorales, falsamente denominada democracia participativa y protagónica.

A dos grandes grupos humanos ha quedado reducido el grueso de la población venezolana, por falta de estadísticas: uno que incluye, a los que dependen del gobierno, funcionarios públicos, no todos afectos a él; y los cautivos de las cajas CLAP o esclavos clientelares, y por otro lado una mayoritaria clase media fracturada en dos toletes; una que por razones obvias se vio forzada a partir a un exilio azaroso, y la otra que aún queda en condiciones precarias, sostenida en el ánimo ciudadano, aún dispuesta a luchar por sus derechos y a sobrevivir en este infierno a las inclemencias de la pandemia y a las crueldades y los horrores del régimen.

La dictadura, como resultado de la presión internacional, de las protestas internas, del malestar en las fuerzas armadas, de las carencias cada vez más apremiantes de la población, del desmantelamiento del aparato productivo, del deterioro progresivo de todos los servicios, de la falta de gasolina y gasoil, de la corrupción generalizada de civiles y militares en la función pública, se ha visto obligado a hacer concesiones en busca de un dialogo serio para llegar a acuerdos que permitan quitarle las sanciones y salir del callejón sin salida en que se encuentra. Es así como recibió a los representantes de la ONU para firmar acuerdos del programa de alimentación; realizó el pago al COVAX para la adquisición de vacunas contra el covid-19. Dio casa por cárcel a los seis directivos de Citgo, y designó un CNE, aunque ilegitimo, al igual que la asamblea que lo eligió.

Juan Guaidó, las fuerzas genuinamente democráticas y la comunidad internacional, después de un riguroso análisis y una evaluación de los últimos movimientos del Gobierno —luego de años de carencias, privaciones y calamidades a que ha sido sometida la sociedad venezolana —ha creído oportuno, por humanidad, poniendo su mano en el corazón y bajo el amparo y la bendición de Dios todopoderoso, abrir, aunque con mucho escepticismo, en esta ocasión acompañado de la comunidad internacional, Noruega, la Comunidad Económica Europea y los Estados Unidos, un nuevo proceso de diálogo para buscar una salida que permita el rescate de la democracia y con ella el ejercicio de la ciudadanía y la búsqueda de una mejor calidad de vida.

El señor Guaidó explica con sobrados argumentos su humana, política y razonada intención de este nuevo viraje estratégico: Venezuela vive la peor crisis de toda su historia. Ese momento convoca a la seriedad, a la responsabilidad y a la empatía con los más golpeados por la devastación institucional, económica y social y nos obliga a buscar soluciones realistas y viables que tendrán que necesariamente concluir en el rescate y relanzamiento de la democracia.

No podrá ser cualquier acuerdo, pues Venezuela reclama un gran Acuerdo de Salvación Nacional. Ese debe ser nuestro principal objetivo. Acuerdo que debe darse entre las fuerzas democráticas representadas por el Gobierno interino, la Asamblea Nacional y la plataforma unitaria; los actores que representen al régimen; y la comunidad internacional, especialmente las potencias internacionales.

Planteamos un acuerdo que incluya la convocatoria de un cronograma de elecciones libres y justas que incluya presidenciales, parlamentarias, regionales y municipales con observación y respaldo internacional; entrada masiva de ayuda humanitaria y vacunas para toda la población; garantías democráticas para todos los actores políticos, de las fuerzas democráticas y el chavismo; liberación de todos los presos políticos; el regreso de todos los exilados políticos y justicia transicional; compromiso de la comunidad internacional para lograr la recuperación económica e institucional de Venezuela y levantamiento progresivo de las sanciones condicionado al cumplimiento del acuerdo que resulte de la negociación.
Y concluye Juan Guaidó, con serena presteza, advirtiendo: la dictadura buscará seguir creando negociaciones paralelas y parciales para dar supuestas concesiones, dividir a la oposición y bajar la presión internacional, como ya lo ha hecho nombrando arbitrariamente un nuevo CNE y convocando elecciones regionales y municipales. Ese escenario también debe encontrarnos unidos.

Ya lo ha dicho en uno de sus clásicos desplantes, en las cadenas de radio y televisión, saturadas de mentiras, pamplinas y comentarios espesos y de mal gusto: que no crea él, dijo refiriéndose a Guaidó, que está convocando a nadie, menos a nosotros para una negociación, que venga a la mesa que nosotros hemos creado si quiere participar. Arrogancia idiota que ya ha sido respondida en lenguaje diplomático por los voceros del departamento de Estado, y el gobierno de España: «Estamos de acuerdo con los términos de la negociación planteados por el presidente interino Juan Guaidó». Es allí donde Ud. debe ir a negociar, señor Maduro. Tengan la seguridad que ahí estará él o su representación, entonces la comunidad internacional conocerá la verdadera naturaleza del personaje y estoy seguro que más temprano que tarde tendrá que venir el desenlace final.

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