Para evitar el contagio de Covid-19, la OMS ha autorizado varias vacunas, todas muy efectivas.
Ocurre que, por razones, a veces políticas, así como por otras, hay países que no reconocen algunas vacunas. Así tenemos que los Estados Unidos y la Unión Europea no aceptan la vacuna rusa Sputnik ni la china. Lo hacen a pesar de que se ha probado que son efectivas. Pienso que hay razones políticas para no aprobarlas, o también económicas, cuando unos laboratorios farmacéuticos les dan prioridad a las vacunas producidas por sus laboratorios, incluyendo la competencia desleal.
Hay otras razones políticas para imponer una vacuna, como es el caso con Venezuela, que importa una vacuna cubana, no aprobada por la OMS, porque hay que favorecer a Cuba en todo lo que sea.
También hay razones culturales para no querer vacunarse, tal como es el caso en los Estados Unidos, por razones como es la insistencia de millones de grupos radicales que se oponen a la vacuna, porque la obligación de imponerla viola la sacrosanta libertad consagrada por la Constitución, que algunos americanos sostienen, que piensan les permite hacer todo lo que quieran, aunque ello perjudique a la comunidad. También en los Estados Unidos hay razones políticas como la de gobernadores republicanos y trumpistas sectarios, que sólo están interesados en perjudicar a Biden oponiéndose a las medidas que él tome, para lidiar con la pandemia, porque buscan que su fracaso por razones electorales, permita la recuperación de mayoría en el Congreso y la posible reelección de Trump en 2024.
No puede admitirse que hay motivos para impedir la vacunación, que junto con otras medidas de control, como el uso de máscara y el respeto de los protocolos, colabora a que disminuyan las muertes por el coronavirus.
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