Eran las 4:17 am del 6 de febrero pasado cuando un terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter sacudió el sureste de Turquía y noroeste de Siria, 350 mil Km2 equivalentes a la suma de los estados Apure, Barinas y Bolívar, al cual siguió un segundo sismo de intensidad 7,5 nueve horas más tarde. Al 1º de marzo se habían confirmado más de 45 mil muertes en Turquía y unas 6.700 en Siria; más de cien mil heridos, muchos de gravedad; 14 millones de personas afectadas en Turquía y 1,5 millones de personas sin hogar; casi 25 mil edificios severamente dañados, y unos  3.500 colapsados.  De los muchos que ha sufrido, éste ha sido uno de los terremotos más letales en Turquía.

¿Qué hace a esta región tan sísmica? Los terremotos ocurren cuando dos o más placas tectónicas, es decir, los fragmentos en que se divide la capa más superficial del planeta y donde se concentra la actividad sísmica y volcánica, de repente se deslizan una sobre otra. Turquía y Siria están sentadas sobre la zona de convergencia de cuatro placas tectónicas: Anatolia, Arábiga, Euroasiática y Africana, siendo la primera la principal responsable del terremoto reciente.

El 12 de enero de 2010, un movimiento sísmico de 7,0 grados en la escala de Richter, provocado por el deslizamiento de dos grandes placas tectónicas, la norteamericana al norte y la caribeña al sur, dejó en escombros a Puerto Príncipe, Haití: 65% de las construcciones colapsadas, más de 200.000 personas fallecidas y más de dos millones en la calle.

Seis semanas más tarde, en la madrugada del 27/02/2010, Chile, país sísmico en extremo, sufrió el desplazamiento de la placa de Nazca bajo la placa Sudamericana, que resultó en un terremoto en el centro-sur de Chile, con una magnitud de 8,8 grados en la escala de Richter y tsunami subsiguiente. Como saldo, 521 muertos y 56 desaparecidos.

Tomando como referencia la escala Richter, el cálculo de energía liberada en cada caso indica que el terremoto de Turquía de 2023 fue 6,3 veces más potente que el de Haití en 2010; también el terremoto de Chile de 2010 fue 1 055 veces más potente que el de Haití y 168 veces más enérgico que el de Turquía. No obstante, el sismo más suave de los tres, el de Haití, y en segundo lugar el de Turquía, causaron la mayor devastación en la población, cuyas consecuencias todavía se sufren en Haití. Mientras que el más violento, el de Chile, fue el menos severo en término de muertes y daños estructurales.

¿Cómo explicar estas diferencias? Cierto es que hay fallas geológicas que explican la intensidad de los terremotos. Pero los científicos están de acuerdo en que el terremoto de Turquía ha provocado un número tan elevado de víctimas debido a que en esa región la gran mayoría de los edificios no cumplía la normativa sismorresistente que el propio gobierno había introducido un año después del siniestro de 1999 en el que murieron 17 mil personas. Pocos recursos y personal poco capacitado, más una corrupción rampante hicieron posible que el pasado 6 de febrero la tragedia se repitiera en escala mucho mayor. Razones similares afectaron a Siria y acabaron con la vida de más de 200 mil haitianos.

En cambio Chile es referencia mundial en tecnologías antisísmicas y tiene normas de construcción de las más estrictas del mundo. También es un país más desarrollado, con más recursos, mejor organización y profesionales de élite en el área sismológica y de ingeniería. Al final, la diferencia radica en un problema de pobreza económica, política, de salud, de educación, de ciudadanía.

Mientras tanto ¿qué pasa en Venezuela?

Todos los venezolanos conocemos aquella frase de supuesta autoría bolivariana, según la cual Don Simón habría dicho: “si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”, en ocasión del terremoto que asoló a Caracas el Jueves Santo 26 de marzo de 1812 y afectó a La Guaira, Mérida, El Tocuyo y San Felipe, todas en poder de la Primera República. Ciudades en manos realistas, como Coro, Maracaibo y Angostura, quedaron indemnes, lo que dio pie al clero, de eminente vocación realista, a declarar que el terremoto era un castigo divino contra las ansias independentistas de los rebeldes. La frase de marras, de dudosa veracidad, tiene como única fuente un texto escrito en 1829 por el médico caraqueño realista José Domingo Díaz.

No fue ese el único terremoto en castigar a la capital. Rogelio Altez, estudioso venezolano del tema, recoge informaciones sobre los 4 sismos más graves ocurridos en Caracas: 11 de junio de 1641, 26 de marzo de 1812, 29 de octubre de 1900 y 29 de julio de 1967. Este último ha sido analizado a plenitud en el libro: “El terremoto de Caracas de 1967: 50 años después” (publicaciones de la Academia Nacional de Ingeniería y el Hábitat, 2017, 260 páginas; acceso libre), bajo la compilación de los expertos ingenieros venezolanos Marianela Lafuente, Carlos Genatios,  Alfredo Cilento y José Grases, más contribuciones adicionales de Eduardo Páez Pumar, Roberto Centeno, Víctor Artis, entre otros, un libro que debería ser de lectura obligatoria para todo ciudadano responsable de quehaceres relativos a la ciudad de Caracas, su urbanismo, su cuidado, su protección, su gente. Los datos que siguen son tomados de ese libro.

El 25 de julio de 1967 Caracas festejaba el cuarto centenario de su fundación con diversos actos alusivos a la fecha fundacional de 1567. Cuatro días más tarde, el sábado 29 de julio de 1967,  a  las  8:05  de  la  noche, un terremoto de 6,4 a 6,6 en la escala de Richter y 35 segundos de duración azotó a la ciudad cumpleañera. El sismo se ubicó a unos 16 Km de profundidad, bajo el fondo marino, en el sistema de fallas de San Sebastián y La Tortuga. El saldo fue de 236  muertos,  dos mil  heridos,  80  mil  personas  sin  vivienda, colapso de cuatro edificios en el este de Caracas y otros más en el litoral  central.  A esto siguió la declaratoria de inhabitables a 40 edificios y otros 180 con deterioros severos.  Se  reportaron también daños en  viviendas  antiguas  de  paredes  de  mampostería, en el centro y norte de Caracas.

A raíz de la tragedia, el gobierno de entonces y siguiente trabajaron con expertos para crear Funvisis, Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (decreto  N°  1053,  27/07/1972), y producir normas para la construcción de edificaciones, actualmente la  Norma COVENIN-MINDUR 1756-2001.

A lo largo de estos 52 años transcurridos desde el terremoto de 1967, la ciudad ha visto crecer sin límite su población y aumentado su riesgo de desastre  de  origen  sísmico. Hoy se estima un total de 224 mil edificaciones populares en Caracas (69,9% del total de edificaciones de la ciudad), de las cuales un 75,6% son estructuras de baja calidad. En un eventual terremoto en Caracas (nada descartable dada la geología del valle y su historial sísmico), unas 3.500 edificaciones sufrirían daño completo con un estimado de casi 6.500 víctimas fatales.

Lamentablemente, tanto los constructores informales como el mismo gobierno han convertido en letra muerta las normativas aprobadas. Nos dicen Lafuente y Genatios que “…Un  factor  importante  asociado  a  la  vulnerabilidad  de  las  edificaciones  de  Caracas, es el relativo a  la cuestionada  calidad  de  edificaciones de vivienda construidas por el gobierno nacional en los  últimos  8 años, en el operativo llamado Gran Misión Vivienda Venezuela. En efecto, se tienen dudas importantes en relación con la calidad de los diseños, el cumplimiento de los requerimientos normativos, los estudios de suelo y  los  materiales  utilizados. La vulnerabilidad  de  estas  edificaciones   ya  ha  sido demostrada por algunas fallas que han aparecido en numerosos desarrollos, como por ejemplo en Ciudad Caribia,  por  lo  que  una  evaluación detallada de estas estructuras es recomendable a fin de establecer  los programas de rehabilitación que sean necesarios para garantizar la seguridad de sus habitantes”.

Los conocimientos científicos actuales no permiten prever los terremotos; sabemos, sí, que la tierra volverá a temblar allí donde ya lo ha hecho. Pero no tiene por qué desembocar en una tragedia apocalíptica. Los sismólogos aseguran que los terremotos no matan gente; las matan los edificios mal construidos, por efecto de la pobreza, la injusticia, el abuso, la corrupción.

Algún día volverá a temblar en Caracas, así lo apuntan su historial sísmico y las informaciones geológicas a disposición. ¿Los caraqueños de entonces estarán preparados para salir airosos de la prueba? O por el contrario ¿habrán continuado en esa atolondrada actitud de “como vaya viniendo, vamos viendo”, promovida por Eudomar Santos, aquel inolvidable personaje malandro de la telenovela “Por estas calles”? 

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