El fenómeno de la globalización económica ha conseguido que todos los elementos racionales de la economía estén interrelacionados entre sí debido a la consolidación de los oligopolios, la convergencia tecnológica y los acuerdos tácitos corporativos. Dicho neoliberalismo económico sería el culpable de que según la OIT para el 2.023 el número total de desempleados en el mundo alcance los 207 millones (6% de la población activa) aunado con un déficit de 75.000 millones de dólares de financiación climática en los presupuestos de los países pobres y un previsible recorte de 7,8 billones de dólares en inversiones públicas de dichos países que afectarán sustancialmente a la sanidad y la educación.

En consecuencia, las autoridades económicas mundiales debieran impulsar la frágil recuperación económica global, promover una capacidad productiva diversificada y garantizar una evolución equilibrada de los ingresos. Sin embargo, dichos objetivos no tendrán su plasmación en la agenda de la Cumbre de Davos que se celebra en dicha ciudad suiza del 16 al 20 de enero y que reúne a las élites económicas mundiales pues dicha agenda estará monopolizada por el contencioso ucraniano, la crisis energética, la persistencia del COVID y la desbocada inflación de las principales economías tractoras, obviando la desbocada desigualdad social en el mundo.

 Así, según el último informe de Oxfam Internacional titulado «La Ley del más rico»,  desde 2020 el 1% de la población más rica habría acaparado el 63% de la riqueza generada en el mundo mientras cerca de 820 millones de personas vivirían en la más  absoluta pobreza, quedando en el limbo la urgente necesidad de aplicar un impuesto del 5% a las grandes fortunas y corporaciones que generarían anualmente 1,7 billones de dólares y permitirían redistribuir la riqueza entre las clases más desfavorecidas.

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