Apenas el avión de Alberto Fernández despegó de suelo chino, alguien dio la orden para evitar que la prensa argentina publicara el inesperado acto de solidaridad, que rompiendo todos los protocolos, se permitió el Embajador argentino en Pekín al finalizar la visita oficial del Presidente. El diplomático, en un inusitado arranque de familiaridad y para cerrar la visita con broche de oro, se dirigió al jefe del Estado anfitrión, en el más impecable mandarín, para parafrasear a Mao: “Sin el partido Comunista no habría una nueva China”.
Lo que no pudieron evitar fue que la prensa mundial relatara la “boutade” diplomática con detalles. El gobierno chino aprovechó el sorpresivo gesto reseñándolo a través de la TV estatal y poniendo de relieve el gran soporte recibido de parte del presidente argentino en esta visita a su homólogo Xi Jinping. Es que la misión llevaba aspiraba a sellar la estrecha relación existente entre los dos países y demostrar el nivel de coincidencia ideológica entre los dos gobiernos.
Las imágenes transmitidas muestran al mandatario del país de las Pampas elogiando la gestión de Xi por sus ejecutorias y destacando los aciertos políticos ocurridos desde la época de Mao hasta nuestros días. No repararon los argentinos en que, hoy por hoy, existe en China un mal recuerdo de las masacres que tuvieron lugar bajo el paraguas de la Revolución Cultural y de los horrores orquestados desde el Partido Comunista con motivo del Gran Salto Hacia Adelante. La falta de tino de estos visitantes fue tan lejos como ignorar que el actual mandatario de la nación asiática hace denodados esfuerzos por diferenciarse del “Gran Timonel” y por evitar que su sombra lo alcance, sin hablar de que Xi se ha inventado una nueva versión de la Historia china para hacer más amigable la figura de Mao.
Al fin de cuentas, los objetivos trazados fueron alcanzados por ambos lados. No solo la puerta de la Argentina le fue abierta de par en par al gobierno de Xi a través de la incorporación del país a la Nueva Ruta de la Seda, sino que el presidente Fernández partió con la promesa de 23.000 millones de dólares de inversión en infraestructura, gasductos, trenes y posiblemente una central nuclear.
Todo lo anterior está siendo visto con estupor desde la Casa Blanca. No fueron pocos los detalles que tuvieron que ser puestos a punto para que el Fondo Monetario Internacional acordara con Argentina negociar la reestructuración de su deuda de 44.000 millones de dólares, lo que es indispensable para reflotar la economía del país. Este hecho acaba de ocurrir hace menos de un mes, pero aún la letra pequeña del acuerdo sigue pendiente y para nadie es un secreto que quien lleva la sartén por el mango en estas tratativas son los expertos de Washington y los representantes gringos ante el FMI.
Lo que cada politólogo se pregunta es si el sector oficial argentino tiene claro el costo que pueden tener, en la hora actual, las entusiastas manifestaciones de simpatías y su solidaridad en favor de Pekín, sin hablar de otro tanto en Rusia.
Es posible que todo ello esté sabiamente calculado dentro de la “Nueva Etapa Argentina” prometida por su presidente. Recordemos que tres meses atrás Fernández celebró con bombos y platillos una victoria electoral que en la realidad había sido un estrepitoso desastre, un retroceso de nueve puntos para los peronistas en las votaciones de medio término.
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