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La mítica baranda es lo único que se puede cubrir en el CNE

La mítica baranda es lo único que se puede cubrir en el CNE

La sede principal del Consejo Nacional Electoral (CNE), enclavada en pleno centro de Caracas, tiene tres pisos, pero hay una parte de esa inmensa estructura con la cual se identifica la ciudadanía cada vez que hay elecciones: la baranda. Tanto es así, que “la baranda” tiene una cuenta en la red social X.

Es esa agarradera o baranda que enfocan las cámaras cada vez que se esperan durante horas y horas por los resultados ‘irreversibles’ de los comicios, y se vuelven a encuadrar cuando los rectores suben por esa rampa y se agarran de la baranda, para ir a la sala de totalización.

Clausuran acceso a «la pecera» del CNE

Pero hay otras zonas y accesos famosos del organismo para quienes lo frecuentan a diario. Uno de los más conocidos es ‘la pecera’, un largo pasillo que tiene dos escaleras a cada lado y unos amplios ventanales que permiten ver al fondo la Plaza Caracas, y la entrada del ente comicial. Las escaleras a la izquierda conducen a la oficina de los rectores y las comisiones permanentes, y las escaleras a la derecha llevan al auditorio y a la presidencia.

Los periodistas de la época del mesozoico que aún visitan el CNE se toparon con una sorpresa hace unos meses. El acceso a la pecera fue clausurado por un muro de drywall que (im)puso el presidente del Poder Electoral, Elvis Amoroso, tan pronto llegó a la presidencia del organismo.

Aparte de que es antiestético y sombrío, al ver el muro uno tiene la sensación de asfixia, se siente una especie de opresión en el pecho. Quien se enfrenta a ese muro podría pensar que del otro lado hay algo oculto, que no quieren que te enteres de qué se trata. No importa si no está pasando nada, es lo que transmite.

La pecera era, de verdad, mítica; la oportunidad de oro para atajar a un rector y arrancarle una escueta declaración sobre una votación de un tema complicado; abordar a un funcionario medio del organismo para obtener una explicación técnica, o sacar datos de una normativa. Encontrarte con un colega y comentar en qué andaba el organismo ese día.

Ese pasillo tiene un muro que llega a la mitad del cuerpo y del cual la gente se recostaba, y podía ver el lobby del organismo, y quienes deambulan por las oficinas del primer piso, o iban hacia a la Consultoría Jurídica en la planta baja.

Espacio cerrado por Amoroso

En los días de elecciones —en lugar de estar confinado a la carpa en la Plaza Caracas miles de horas —, uno se escabullía a la pecera, cruzaba a la izquierda y se iba a las oficinas de los rectores y de las comisiones, para ver quién estaba por allí. Y siempre había un funcionario con un dato, o un político experto en elecciones en la oficina de un rector.

Ahora este espacio es de Amoroso. Él entra por la entrada trasera del organismo y nadie ve quién pasa o, mejor dicho, qué pasa por la pecera.

Aún en la última etapa de las gestiones de la difunta expresidenta del CNE, Tibisay Lucena, y del expresidente, Pedro Calzadilla, el acceso a este pasillo estaba abierto. Aunque no había ruedas de prensa, las declaraciones se hacían en el auditorio, y los periodistas podían sentarse, al menos, cómodamente, y deambular por la pecera y hablar con los funcionarios, así no te dijeran nada noticioso.

Ahora hay esos simulacros de ruedas de prensa —en los cuales te convocan a que oigas, pero no puedes preguntar—, y te sientan en el lobby en unas incómodas sillas de fiesta de plástico.

Solo tienes acceso a tu silla, no te puedes mover libremente por el CNE.

La manera en que el presidente del ente comicial y los rectores decidieron comunicarse con los periodistas que cubren las elecciones es lo que hicieron con la pecera: un muro y cero acceso.

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