La lucha debe tener un fundamento existencial. No es una lucha por parcelas de poder o por cargos públicos, o por aplicar tales o cuales políticas públicas en tales o cuales ámbitos determinados. Es mucho más que eso.
Es una lucha para que Venezuela pueda recuperar su carácter de República soberana, independiente, civil y democrática. Una lucha para que nuestra nación sea viable en el mundo, como una nación capaz de ofrecer una vida humana y digna a su pueblo.
Es la lucha de las luchas, porque de ella depende que se mantenga el continuismo destructor y sumiso a los mandoneros de peor índole; o que se abra camino al renacimiento de Venezuela, como solía decir el gran historiador Manuel Caballero.
Por eso la lucha por superar a la hegemonía despótica y depredadora, no debe plantearse en los términos convencionales de las competencias comiciales, y menos todavía cuando los comicios no son libres ni justos.
Las elecciones son un componente esencial de la democracia, pero sin democracia o con despotismo disfrazado de seudodemocracia, la llamada ruta electoral como única vía aceptable de lucha, se tiende a convertir en una calle ciega, para los que ansían un cambio general y efectivo.
La Constitución formalmente vigente es amplia al respecto de la lucha por la recuperación de los derechos de los venezolanos. Y además también es exigente. En estas breves líneas se centra la lucha de las luchas en esa Constitución.
La lucha por Venezuela envuelve todos los aspectos de la vida nacional. Y es que de eso se trata: de reconstruir a la nación desde sus cimientos.
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