A un año de la invasión rusa a Ucrania, es más que evidente que fracasó el objetivo inicial de Putin de ocupar la totalidad de Ucrania e imponer un régimen rusófilo, con un “Quisling” en la presidencia. Las fuerzas armadas ucranianas, con el apoyo de las armas occidentales, han logrado no sólo impedir el avance ruso sino han podido recuperar territorio inicialmente invadido. Sin embargo, hay que entender que el potencial militar de Rusia sigue siendo superior y sobre todo que, para Putin, una clara derrota militar significaría muy probablemente la pérdida del poder y, quizás, de su propia vida. La recuperación total, por parte de Ucrania, de su territorio, incluyendo no solo el invadido en el 2022, sino el ocupado desde el 2014, es militarmente muy difícil y “existencialmente” inaceptable para Putin. Por tanto, a menos que Putin sea de alguna forma “excluido” del poder, este objetivo máximo de Ucrania es realisticamente poco probable. Además, hay que tomar en cuenta que el territorio de la Ucrania moderna está formado, en su parte occidental, por territorios que fueron polacos antes de la Segunda Guerra Mundial y en su parte oriental por territorios que fueron de la extinta URSS y antes del Imperio Zarista. En efecto, en el Donbas y sobre todo en Crimea, una buena parte de la población habla ruso y se considera rusa. Crimea, en particular sólo ha sido parte de Ucrania desde 1956, cuando el ucraniano Kruscev decidió transferirle ese territorio. Pero, en ese entonces, fue una transferencia interna dentro del territorio de la URSS. Un caso similar podría ser si en EEUU se decidiera transferir una parte del estado de Massachussets al estado de New Hampshire. Además, habría que recordar que en Crimea está, desde la época zarista en Sebastopol, la principal base naval de la flota rusa. No olvidemos también que, para Rusia, la Guerra Fría terminó con una verdadera catástrofe geopolítica. Perdió, sin disparar un tiro, todo lo conquistado desde Pedro el Grande, Catalina la Grande y Stalin. Los rusos tampoco olvidan que sufrieron, desde occidente, la invasión de Suecia en el 700, la de Francia en el ‘800 y, dos veces en el ‘900, de Alemania. Sin embargo, la guerra de Putin, conjuntamente con el agresivo revisionismo geopolítico de China, ha acabado con la era post-Guerra Fría y puesto en crisis el orden global, surgido a partir de la Segunda Guerra Mundial. Rusia, una potencia nuclear y uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, trata de cambiar las fronteras en Europa, a través de la fuerza militar, violando burdamente la Carta de las Naciones Unidas y creando las condiciones para una crisis política, económica y social a nivel global.
En este complejo escenario, se ve muy difícil un pronto final de la Guerra de Ucrania. Sin embargo, quizás, en aras de la paz mundial, una inteligente diplomacia internacional, con sentido de la Historia, podría encontrar una solución a la crisis ucraniana, a través de la organización, por parte de la ONU y con relevante observación internacional, de unos “referenda”, libres y transparentes, en el Donbas y en Crimea y así definir claramente en cuáles territorios la mayoría de la población preferiría incorporarse a Rusia. A cambio de la subsiguiente rectificación de la frontera, Rusia debería aceptar el ingreso de Ucrania en la OTAN y en la UE, porque evidentemente, para Ucrania, sería la única garantía válida frente a una posible nueva invasión rusa.
@sadiocaracas
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