Desde nuestra más temprana niñez, sin darnos cuenta, sin percatarnos del cómo y del cuándo, comienza la búsqueda del ser humano por ese algo que nunca antes ha tenido. Es una sensación interior de falta, de ausencia, que nos impele a buscar ese algo que llene el molde de nuestro interior. La mayoría de las veces somos totalmente inconscientes de esta búsqueda, es como si en nuestro ser más profundo, en lo intrínseco de nuestra alma se gestara el plan por una conquista que es ajena a nuestro mundo inmediato, y muchas veces a nuestra consciencia. Sin embargo, siempre llega el momento de la soledad, del hablar con nosotros mismos, del suponer que otros han encontrado la tan anhelada felicidad, de preguntarnos hacia donde vamos, de buscar esa tranquilidad que callada pero desesperadamente anhelamos.
No estamos solos en esta búsqueda. La humanidad entera está acompañándonos en este viaje, aunque muchas veces pensemos que a los únicos que el camino se les hace largo y fatigoso es solo a nosotros. Es el grito silencioso del hombre por encontrar la guía, la brújula hacia el verdadero camino para hallar la paz por la cual suspira su alma. Toda la humanidad busca una respuesta a estos tiempos tan confusos, una cura para la ansiedad que va carcomiendo el alma tan preciada del hombre y lo reduce a un depósito de píldoras que le cambian las sensaciones, que le abstraen de esa realidad tan temida, la cual pareciera no poder enfrentar.
Como lo expresa el poeta checo Rainer Maria Rilke en su libro Cartas a un joven poeta: “La manera más probable de dificultar vuestra evolución es mirar al exterior y esperar del exterior respuestas a preguntas que tal vez sólo pueda responder vuestro más íntimo sentimiento en su momento de mayor silencio”. Porque es en el silencio de nuestro ser donde podemos escuchar la voz de Dios. Es ese momento de comunión con el Creador, cuando las muchas voces de nuestra mente se apagan, cuando nos fundimos en el silencio con esa voz suave y apacible como la que le habló al profeta Elías. Porque las respuestas a la gran búsqueda de la humanidad no están en el exterior, no están en los otros, no hay que viajar a otro lugar del mundo diferente al que te encuentras ahora; las respuestas están dentro de ti. “Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo. Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que le dijo: —¿Qué haces aquí, Elías?” I Reyes 19:11-13.
No hemos escuchado el murmullo suave que nos habla en nuestro interior porque hemos pretendido encontrar la respuesta en medio del viento recio del mundo y sus incesantes demandas; en medio del terremoto que ha destruido las instituciones, que ha vuelto ruinas los principios fundamentales de la vida expresados explícitamente a través de la naturaleza; en medio del fuego ardiente de las nuevas ideologías que pretenden reducir a las cenizas la verdad resplandeciente de la existencia.
Aquí y allá hablamos de métodos para encontrar la paz, pero aquí y allá permanecemos enfrascados en toda clase de conflictos. Todas las cosas que nos ofrece el planeta para vivir en plenitud las hemos estado destruyendo por siglos. Nos dejamos vislumbrar por eventos transitorios, desdeñando lo que realmente construye nuestras vidas, la simple cotidianidad, la repetición en la sucesión de un día tras otro; aquello que nos forma sólidamente y nos capacita para los eventos extraordinarios. Y aquí cito de nuevo al poeta Rilke: “Si vuestra vida diaria os parece pobre, no le echéis la culpa; culpaos a vos, decíos que no sois lo suficientemente poeta como para invocar sus riquezas, ya que para el creador no existe la pobreza ni ningún lugar pobre o indiferente”.
La familia, en su diseño divino para sanar al hombre a través del amor de los más cercanos a su corazón; para elevarlo al desarrollo de su potencial y para ofrecerle el abrazo caluroso para confortar su alma, se está desvaneciendo en nuestra sociedad. Y contrariamente, se ha convertido en el seno de las confrontaciones más primitivas y devastadoras que anulan la capacidad constructiva del ser humano. Constantemente nos encontramos tratando de demarcar, nuevamente, territorios ya conquistados en nuestra libertad, y en la garantía de nuestros derechos humanos.
Le damos más importancia y trascendencia al mensaje de un influencer que no puede lidiar con sus propios conflictos que al mensaje mesurado, sabio y eterno de quienes han vivido con integridad dejando huellas de bondad a su paso. En este aspecto es bueno examinar con qué estamos alimentando nuestras almas. Rilke nos dice: “De todos mis libros, solo unos pocos me son indispensables e incluso hay dos que se encuentran entre mis pertenencias: la Biblia y las obras del gran poeta danés Jena Peter Jacobsen. Vivid algún tiempo de estos libros, aprended de ellos lo que os resulte digno de ser aprendido, pero sobre todo amadlos. Ese amor os será devuelto miles y miles de veces y sea cual sea el sendero que tome vuestra vida, estoy seguro de que en el tapiz de vuestra existencia será uno de los hilos más importantes entre todos los hilos de vuestras experiencias, decepciones y alegrías”.
En la búsqueda de una vida plena, hemos quedado atrapados en las soluciones. Pareciera que el hombre es el peor amigo del hombre. Mientras en algunos países del mundo la comida termina llenando los depósitos para la basura, en otros, miles de personas languidecen por el hambre. Muchos gobiernos en lugar de velar por la construcción de fuentes de trabajo, de la producción agrícola y tecnológica del país que gobiernan, con la finalidad de hacer ciudadanos independientes, capaces de proveer para si mismos y sus familias una vida digna, terminan usando el hambre del pueblo para enriquecerse de la manera más vil.
Nos hemos llenado de muchas cosas materiales, en los mejores casos de conocimiento. Hemos satisfecho nuestro intelecto; además, nos hemos rendido en una entrega desmesurada al placer, convirtiéndonos en adictos insaciables, pero el alma continúa sedienta y vacía. Dejamos de disfrutar el presente, siempre anticipándonos al futuro, y no nos damos cuenta que el futuro está dentro de nosotros mucho antes de que llegue. Nosotros vamos determinando ese futuro y lo vamos construyendo cada vez más vacío, precisamente por no experimentar el hoy en toda su dimensión, por pensar que vivir la vida es vivir en la algarabía, acallando la tristeza, maestra del alma. “Es importante estar solo y atento cuando se está triste: el momento aparentemente anodino e inmóvil en el que se adentra en nosotros nuestro futuro está mucho más cerca de la vida que aquellos otros momentos casuales y ruidosos que nos sobrevienen de afuera”.
La búsqueda continua sin resultados porque fuimos creados para tener amistad con Dios; porque solo El puede llenar el alma insaciable del ser humano y convertir a cada hombre en el mejor amigo del hombre: “No debes esperar que Dios vaya hacia ti y diga: Yo soy. No tiene sentido un Dios que manifieste su fuerza. Debes saber que Dios te da el aliento desde el inicio, y cuando tu corazón arde y no puedes decir, Él crea dentro de ti”.
El mundo entero cambia constantemente su mensaje, su respuesta a esta gran búsqueda. Nos hemos desviado detrás de la belleza, del placer y del tan mal llamado éxito que hace bulla y se deja ver caminando con soberbia. Quizá las palabras de este poeta a través de quien Dios ha alimentado hoy nuestra existencia nos enseña un mensaje claro y contundente acerca del secreto de la vida: “Deja que todo te suceda: terror y belleza. Uno solo debe andar: ningún sentimiento es lejano. No te dejes separar de mí (Dios). Cercana está la tierra que ellos llaman vida. La reconocerás en su rigor”.
“Si tú de mañana buscares a Dios, Y rogares al Todopoderoso; Si fueres limpio y recto, Ciertamente luego se despertará por ti, Y hará próspera la morada de tu justicia. Y aunque tu principio haya sido pequeño, Tu postrer estado será muy grande.” Job 8:5-7
@RosaliaMorosB
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