La razón y significación de la palabra integridad en su origen nos lleva al vocablo latino integritas. Dicho vocablo expresa la idea de algo completo e intacto; pero, no solo algo físico o tangible sino algo abstracto como el pensamiento en el mundo de las ideas. A este respecto, la integridad está también relacionada y mejor expresada por otro vocablo latino, tangere, el cual refiere pureza, explícitamente la idea de no haber sido alcanzado por el mal. Además, al investigar en el origen de la palabra integridad en las Sagradas Escrituras, nos encontramos con un vocablo hebreo, tom, cuyo significado abarca la idea de la plenitud con la que Dios creó a cada ser en su aspecto físico, aunada a la rectitud e inocencia que les proveyó en su aspecto espiritual.
En el mundo de la construcción los ingenieros se refieren a la integridad de una edificación cuando los elementos utilizados en su construcción, apegados a un diseño preestablecido han dado origen a una estructura sólida y estable. En el mundo de la medicina, la integridad de un órgano se refiere a estar completo, sin carencia de una de sus partes, a estar libre de algún tipo de daño, a su cabal funcionamiento; es decir, a su indemnidad. En el mundo de la ética, la integridad constituye la gama de valores morales que se cohesionan en cada individuo para expresarse en una personalidad sólida, transparente, consistente con su discurso, conectada con verdades universales y comprometida con otros individuos en el bien común.
Como todas las cosas que pertenecen a la virtud, el desarrollar la integridad implica valentía; pues en nuestra sociedad actual el ser íntegros significa, literalmente, nadar en contra de la corriente. Puesto que la humanidad en general ha escogido el atajo de la corrupción antes que el transitar por el camino de los valores, el levantar la bandera de la integridad en cualquier lugar de tu influencia requiere que seas valiente, que tengas fortaleza interior para no dejarte ahogar por las aguas turbulentas del mal. Lo que pasa es que en nuestro mundo de la inmediatez y la superficialidad la recompensa es medida bajo un concepto eminentemente materialista. La mayoría de las veces los aplausos son para aquellos que hablan, que figuran, que alardean, pero al fin y al cabo su obra solo es un caos.
El caos fue el estado más primitivo del universo antes de la ordenación de sus componentes; de tal manera, que al hablar de caos en una sociedad, éste refleja la involución de los valores por la exaltación de los instintos más primitivos en la consciencia del ser humano. En nuestra sociedad el caos manifiesta un estado de confusión, en el que impera una transgresión constante e irreverente a la norma. Los individuos tienden a hacer lo que quieren y no lo que deben. El caos es la consecuencia de una decisión tomada en el lugar más intrínseco de nuestra humanidad. Allí, donde decidimos caminar alejados del bien, cerrando nuestros oídos y nuestro corazón a la proclamación constante de esa ley escrita indeleblemente en nuestras consciencias por la mano divina de nuestro Creador.
Todo en el universo se rige por leyes que actúan de modo inexorable. Estas leyes no están sometidas a caprichosos deseos de cambio o placer. Cada día es una muestra palpable de la ejecución magistral de estas leyes. La duración de los días, el romper de la oscuridad con la salida del sol, las aguas del inmenso océano contenidas en sus depósitos sin cubrir la Tierra. El poder contemplar las estrellas en medio de la noche sin sentir que una de ellas cae como una piedra sobre nuestro rostro. El poder estar apegados a nuestro suelo, sin que andemos flotando por los aires junto con la naturaleza entera. Todo es el resultado del cumplimiento de leyes. Las leyes mantienen al universo en un orden que hace la vida posible. De la misma manera, en el ser humano operan principios que al ser violados rompen el orden de la vida en convivencia; transforman a la sociedad en un irremediable caos.
La mentira, la corrupción y la injusticia han quebrado hasta los cimientos más profundos de nuestra nación. Rescatar la integridad no es un camino fácil pero sí es un camino factible; requiere voluntades férreas que no permitan que se le ponga precio a su proceder; requiere de hombres y mujeres comprometidos con el país que nos vio nacer. Demanda que volvamos nuestros ojos y nuestros corazones al hacedor de la vida; que entendamos que no hay camino posible de transitar si Él no nos lleva de la mano. La integridad es el camino. La integridad es la esencia de Dios. Es la suma de todas las virtudes que tienen la capacidad de alejar al hombre del caos.
«El que camina en integridad anda confiado; más el que pervierte sus caminos será quebrantado». Prov. 10:9
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