Desde hace algún tiempo hemos presenciado una campaña acérrima contra la institución monárquica en España. Según un ex comisario, el cual habitualmente está vinculado a varios escándalos, el rey emérito, Juan Carlos I sería un ser incontinente en lo sexual, ante lo cual habría sido medicado (?) por agentes de los servicios secretos españoles.
Esto es, como la campaña de los ingresos indebidos (?) del ex monarca ibérico, no había logrado su objetivo, se ha acudido a este bajo medio. Sukarno sin ser rey de Indonesia sino un vulgar presidente, en una ocasión recibió a Nikita Krushev acompañado de una dama desnuda, ante la indignación del mandatario soviético. Fidel Castro, tuvo toda clase de aventuras con mujeres, pero como fue por muchos años el gran visir de las izquierdas mundiales se le ha mirado con enorme simpatía a esta exagerada vida romántica. Si mencionamos a los impresentables dictadores sucios e inmundos como Anastasio Somoza y sobre todo Rafael Leonidas Trujillo, siempre tuvieron mujeres para gusto y disgusto. En una monarquía mahometana como la del Reino Saudita al mejor estilo medieval¾sus monarcas y príncipes poseen harenes que superan a todos los imaginables que haya narrado el extraordinario libro, Las mil y una noches.
El rey está en jaqué, como diríamos en este juego de ajedrez casi virtual o real, como se quiera ver. No es una jugada contra un hombre que creía que tenía todo el mundo a su favor, es una poderosa movida contra una institución que le ha prestado a España y a su pueblo grandes servicios. Porque el principal trabajo de la monarquía española es evitar los golpes de Estado, y ahí ha sido efectiva. En este sentido, al parecer la memoria histórica del pueblo español es tan corta como la del venezolano. En la segunda República, todos pudieron apreciar cómo se derrumbó fácilmente, y en donde sus presidentes no fueron factores de negociación o concordia, sino más bien de crispación. La figura de la monarquía está estrechamente vinculada a la historia de España y a su grandeza. Mientras, que las breves historias tanto de la primera como de la segunda república, están asociadas a la inestabilidad política e institucional. Las monarquías parlamentarias, que existen en Europa, no son un invento extraño, son producto de la evolución política. Así, tenemos las monarquías británica, danesa, belga, noruega y sueca, estas dos últimas son entrañablemente queridas por los progresistas y amantes del Estado benefactor.
Nunca hay que olvidar, que la actual democracia española, tan chispeante y viva a los cuatro costados, es producto del esfuerzo del rey emérito, quien se esforzó a más no poder para realizar una convivencia entre fuerzas conservadoras e izquierdistas como el viejo partido comunista español. Y paró en seco un golpe de Estado, promovido por nostálgicos del franquismo.
Tampoco, el titular del trono de España, no posee exagerados privilegios, basta decir que Felipe VI, tuvo que esperar su turno para poder vacunarse contra el COVID-19 teniendo un riesgo genuino al recibir diariamente toda clase de personas, importantes y otros no tan importantes.
El cargo del monarca como jefe de Estado, lo sitúa por encima del debate político cotidiano. Esto le ha proporcionado una solidez inusual al aparato jurídico-político del Reino. No es una ficha de la derecha como pretenden los “ñángaras” de Podemos, recordemos que el actual monarca Felipe VI fue llevado a visitar a Cuba, para que Pedro Sánchez, presidente del gobierno de España, le hiciera carantoñas a Raúl Castro, super-dictador de Cuba, y dueño de haciendas y vidas allá. De igual forma, la persona del monarca como jefe de las fuerzas armadas, y altamente respetado por la Iglesia Católica, es un factor de gran solidez institucional. Y como embajador extraordinario de la moderna España, no tiene parangón.
De modo entonces, nos encontramos con una campaña destinada a destruir a la monarquía española, buscando radicalizar la vida política de la gran nación europea, para después implantar una dictadura marxista, o una República con sus presidentes ineficientes e incapaces como los hubo en la segunda República, que condujeron a una guerra civil.
Quizá, tampoco le perdonan al rey Juan Carlos I, el haber mandado a callar, en presencia de Rodríguez Zapatero, al bocón de Chávez, en plena Cumbre de jefes de Estado de América Latina, España, y Portugal.
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