Poco antes de las elecciones, el periódico de la Universidad Nacional de Colombia se refería a las inversiones extranjeras que pudieran llegan al país si el presidente fuera Gustavo Petro y aseguraba que “el marco regulatorio colombiano es lo suficientemente sólido como para garantizar la llegada de capitales extranjeros, incluso ante la incertidumbre que genera el cambio de gobierno”.
Lo cierto es que, hasta el presente, si cualquier país con los dramas de seguridad que existen en Colombia quisiera actuar como un imán para captar inversiones de fuentes externas no lo podría lograr. Colombia sí ha configurado un polo de atracción de capitales foráneos a pesar de que la inseguridad y la violencia representan un costosísimo rubro que castiga poderosamente los Estados financieros de cualquier empresa que opera en su suelo.
Hace muchos años- tantos que me cuesta recordarlo- me tocó trabajar en un nivel alto con un grupo empresarial colombiano con experticia en el sector petroquímico. Las necesidades de protección que era imprescindible contabilizar para rodear a las unidades fabriles, a sus operarios, planta profesional y directiva, a sus “tractomulas y dobletroques”, a sus ductos de trasporte de combustible y a sus puertos pesaban fuertemente dentro de las variables a considerar en el mantenimiento de las industrias existentes y en cada nueva instalación. No obstante, la seguridad jurídica de que gozaban tales inversiones de capital mixto, las facilidades otorgadas por las administraciones departamentales regionales y estatales, y el respeto al esfuerzo empresarial conseguían estimular nuevas y nuevas inversiones, aunque – es preciso decirlo-la tributación fuera un factor a deleznar, muy por el contrario.
El modelo de libre empresa en cada uno de los gobiernos que han tenido el turno para dirigir al país ha sido lo que ha imperado, y dentro de ese contexto, han sido formuladas normas para otorgar las seguridades indispensables para la entrada y salida de capital y beneficios, y han imperado parámetros normativos estables, aunque los mismos no siempre fueran sido compartidos por los empresarios, lo que es razonable. Los excesos del poder – léase expropiaciones, incautaciones, intervenciones ilegales por ejemplo- hasta el presente, no le han quitado el sueño a quien arriesga sus dineros en una actividad económica.
¿Será otro el cantar con Gustavo Petro? Sus señales, hasta el presente, no han estimulado la confiabilidad, lo que no quiere decir que no reflexione dos veces o que sus adláteres no lo orienten en el sentido de lo que más le conviene a Colombia.
Hay que decir que los mercados han venido protegiéndose de lo que se podía anticipar en lo electoral. Mientras en 2020 llegaron a Colombia 13.234 millones de dólares, 4% del PIB, ya en el 2021 la cifra descendió a 9.403 millones para configurar solo un 3% de participación en el Producto. Las cifras son del Banco de la República. Los anuncios sobre la manera de Gustavo Petro de ver a la industria extractivista durante la campaña electoral tienen en vilo a las empresas petroleras, justo en el momento en el que petróleo y gas son temas estratégicos, al igual que la minería.
No faltará, sin embargo, quien le haga ver al Jefe del Estado que los ingresos por la via de regalías e impuestos en estos sectores son los que financiarían en buena parte las políticas sociales que intenta emprender, y son los que facilitarían la inversión en infraestructura, gran generadora de puestos de trabajo.
El mismo cuidado debe prestarse al área tributaria. Los capitalistas del mundo y los colombianos por igual estarán atentos a los movimientos en este terreno antes de poner un dólar dentro de la geografía neogranadina pero estarán dispuestos a examinar con atención a propuestas razonables para el país y para sus actividades.
Las atareas del campo colombiano están, hoy por hoy, más devaluadas que nunca. Pero el Plan de Gobierno del presidente electo aspira a hacer de Colombia un país con autosuficiencia alimentaria. Las oportunidades son grandes dada la situación del desabastecimiento mundial, pero para intentar acercarse a esta meta y, a la vez generar rubros de exportación para países cercanos y los consumidores latinoamericanos, se requerirá de ingentes cantidades de recursos de los que el país no dispone, pero inversionistas propios y ajenos sí. No será tarea sencilla atraer inversiones con un gobierno de izquierda radical al frente del poder.
Así pués el momento es bueno si existen las garantías necesarias. De lo contrario la sequía colombiana en este terreno va a ser grande.
https://www.analitica.com/opinion/inversion-extranjera-en-tiempos-petristas/