Un verdadero amigo es quien te toma de la mano
y te toca el corazónGabriel García Márquez
 
Mariposas amarillas para la imaginación
He admirado a los colombianos y a Colombia desde que tengo uso de razón. Admirado y querido. Su cultura, su política, su arte, su literatura, su enaltecido empleo del castellano, su música, pero especialmente la arrebatadora personalidad de su gente. Recuerdo el ingenio de Libardo, la lealtad de Arle (el primo), la inalterable nobleza de Nelly, quienes han recreado, como mariposas amarillas, desde niño mi imaginación con sus deslumbrantes anécdotas colombianas.
Incluso antes de haber sido hechizado por García Márquez para mí Colombia siempre fue lo que es, una nación colorida, sonriente, educada, brillante, singular, profundamente noble.
Real, pero mágica. Siempre…
 
No es agradecimiento, es más…
Mi infancia, como la de muchos venezolanos, estuvo rodeada –debí escribir, engalanada– por la fraternal presencia de colombianos, es decir, de Colombia. Sabíamos de Barranquilla, de Cúcuta, de Cali o de Bogotá, tanto o más que lo que sabíamos de Delta Amacuro, Puerto Ayacucho o Cabimas. El trabajador colombiano en todas sus facetas laborales era un narrador nato, me entretenía horrores preguntando y escuchando sus innumerables cuentos.
Colombia es parte entrañable de Venezuela y no sé si Venezuela sea parte entrañable de Colombia, pero los colombianos se comportan como nuestros mejores hermanos. Lo debemos ser.
Yo no sólo les agradezco, admiro y honro a los colombianos, yo los quiero…, y mucho.
 
La orilla más generosa para el naufragio
Durante la devastadora crisis política que ha sufrido Venezuela con la infame peste chavista, nuestros más comprensivos aliados, las mayores muestras de solidaridad y la compañía de nación alguna más decidida con la que hemos contado es la colombiana. No sólo por el abrigo que ha dado al naufragio del venezolano siendo para nosotros una orilla de generosidad y calor humano, sino por el brío con que ha enfrentado al criminal Hugo Chávez y a su manada de zorras asesinas.
Los presidentes Andrés Pastrana, Álvaro Uribe e Iván Duque han desnudado y combatido al chavismo con una visión y fortaleza moral inefables. La historia los encomendará sin duda.
Están claros: desafían la peor crueldad jamás conocida en Las Américas. Y la derrotan con virtud.
 
Una gloria que no marchitará jamás
He tenido la gratificante oportunidad de conocer a Pastrana, Uribe y Duque, de los tres no tengo sino impresiones de reconocimiento y admiración. Su integridad, lo arraigado de sus principios democráticos y su decidida defensa de la libertad no la he observado –soy honesto– en ningún líder político venezolano, quizá por eso padecemos al chavismo. La combinación de lucidez, coraje y sensibilidad los edifica como hombres históricos y firmes enemigos del peor mal de todos los tiempos en América Latina: el chavismo.
Lo que aprendí de Libardo, Arle (el primo) y de Nelly lo confirmé en la presencia de sus presidentes: Colombia es una gran nación por su excelsa sociedad, por su pueblo sublime, por ellos.
¡Oh gloria inmarcesible! ¡Oh júbilo inmortal!
 
Ser el Churchill de la región más transparente
Al presidente de Uribe me lo presentó nuestro común amigo el presidente de México, Vicente Fox, en su rancho La Estancia en Guanajuato. Recuerdo que lo primero que acerté decirle fue: “Presidente, usted es el Churchill de Las Américas, su valiente enfrentamiento contra Chávez, Castro, Correa, Morales y Ortega, posiblemente represente la salvación de nuestra transparente región. No cese, millones de soldados anónimos estamos con usted, y venceremos.” No era una hipérbole de mi parte, era una realidad. El tiempo me dio la razón: los enfrentó y venció.
Pero no ha sido Uribe un gladiador solitario contra la nefasta crueldad chavista, también lo ha sido el Pastrana y ahora el presidente Duque, es decir, Colombia –como nación– es el insospechado Churchill de Las Américas, no sólo luchan por la región, lo hacen por la civilización.
¡Viva Colombia!
 
#GraciasColombia
Pese a los problemas sociales, políticos y económicos que la desolada migración venezolana causa a Colombia, pese a los millones de hambreados, enfermos e indocumentados venezolanos que atormentan el devenir del hermano país, sólo hemos encontrado solidaridad y apoyo de su parte, hecho sin precedentes en el mundo, hecho por el cual habremos de agradecer por los siglos de los siglos a nuestros siameses históricos. El gesto del presidente Duque –ese otro Churchill– de crear el Estatuto de Protección Temporal para nuestros migrantes es a un tiempo heroico y eximio, es uno de los actos más nobles de los que hayamos sido testigos. No hay palabras que alcancen para completar nuestro agradecimiento. Ese gesto sí merece un Nobel de la Paz.
Pero el memorable gesto de un histórico Duque no sólo es de él, es de Colombia toda, de la nación insigne y hermana, de la nación de los ideales y de la cultura, la nación de Libardo, Arle y Nelly, la nación de García Márquez y sus mariposas amarillas, la nación del canto, la imaginación y la libertad.
Gracias Colombia, gracias desde la pena y la lágrima, gracias desde la triste vergüenza de haber perdido un país, gracias desde el horror y la ruina, gracias desde el hambre, la tortura y la enfermedad, gracias con la voz adolorida de quien padece un crimen de lesa humanidad.
Gracias, mil veces gracias…, gracias hasta la eternidad.
  @tovarr

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