“Nada da más tristeza que ver cómo los adversarios del caudillo  en el poder se desviven por buscar un caudillo que lo reemplace”.  Guy Sorman

Pese que el título puede remitir a los recientes incidentes de espionaje aéreo entre Estados Unidos y China, una vez más se refiere a lo que está sucediendo en nuestro país, siempre tan pródigo en intensidades.

En el interior del Frente para Todos (FpT), como todos percibimos, ha estallado una guerra cuyos contendientes son Cristina Fernández y su desesperación por la inminencia de una catástrofe penal, Alberto Fernández y su razonable deseo de que los mozos de la Casa Rosada le sirvan café hasta el final, Máximo Kirchner y la suya por conservar algo de la mítica zurda con que se fundó La Cámpora, y Sergio Massa y la banda que lo respalda, conformada por empresarios “expertos en mercados regulados” que buscan seguir haciendo negocios con “la nuestra” y por peronistas que buscan conservar poder y privilegios, aún al precio de consumir la pestilente sopa de sapos que acompaña desde siempre la historia política del Aceitoso.

Es innegable que el Caracol padece una afección psiquiátrica porque, de otro modo, no podrían explicarse sus afirmaciones insanas, tales como que los actuales reclamos sociales son la demora en acceder a los restaurants, o que sus éxitos sean su ideologizada y corrupta política de importación de vacunas que nos costó la vida de 125.000 compatriotas, la distribución prioritaria de los fármacos entre sus amigos VIP, sus dichos como que sólo China supera a nuestro país en crecimiento económico o la recuperación del empleo formal; sólo le resta decir que lo obligamos a hacer sus fiestas en Olivos. Pero, entre renuncias de sus pretendidos fieles y desplantes de sus ministros de propiedad ajena, no se pone los pantalones y renuncia al cargo para tirárselo por la cabeza a la arquitecta egipcia, ni acepta resignar su impostada actitud –otro globo aerostático- de precandidato, que complica el armado que busca, como hizo en 2019, el dedo de la PresidenteVice.

La renovada ilusión de Cristina de echar a la Corte Suprema para salvarse de la cárcel y, a la vez, escenificar una racionalidad unificadora tampoco parece viable, no sólo porque ya quince provincias peronistas adelantaron sus elecciones con respecto a la nacional, previendo una derrota fenomenal en ésta, sino porque, como en 2013 y 2015, surgió una alianza entre caciques como Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey y Florencio Randazzo, dispuestos a extraer piedras de la misma cantera política.

Para los capitalistas prebendarios habituales, cómplices necesarios de nuestra decadencia, el globo que pretendió venderles el Ministro de Economía pierde helio por los agujeros que la imparable inflación le produce; su atrevida promesa de un índice que en abril comenzaría con 3 resulta de imposible cumplimiento y entierra sus probabilidades electorales. El martes, el INDEC dará a conocer el resultado de su medición de enero, que estará muy próximo al 6, y febrero promete cifras mayores de la mano de los aumentos en carne, energía, colegios, prepagas médicas, alquileres, etc.. Y la recesión que está imponiendo a la economía para frenar la caída del peso es otro salvavidas de plomo para sus ensueños presidenciales.

Tampoco es que tuviera tan fácil lograr el respaldo a su candidatura de todo el FpT porque, mientras ata su suerte al apoyo del FMI (algo que se descuenta por el pánico a desatar una nueva crisis aquí que produciría ramalazos en todo el planeta emergente), la mitomanía camporista la obliga a seguir disparando con grueso calibre contra el acuerdo y contra los Estados Unidos, cuyo voto tiene tanto peso allí y se muestra indignado por los impúdicos ataques a la Justicia, que el Aceitoso habilita con el voto de los diputados que le responden. Pero tenía fe en que el espanto del kirchnerismo frente al desierto compensara su falta de amor.

Es esencial que los pre-candidatos de JxC digan ya clara y comprensiblemente cuáles son los lineamientos económicos, fiscales, sociales, laborales, políticos y de defensa y seguridad básicos que proponen para salir de este insoportable marasmo en que nos debatimos desde hace demasiadas décadas y volver a soñar con un horizonte feliz y con movilidad social ascendente, aunque el camino sea durísimo. Si no lo hicieran en las próximas semanas, continuará la sangría que hoy lleva agua a los molinos extremos de la derecha libertaria y de la izquierda trotskista.

Aunque hoy, de acuerdo con todas las mediciones, a nivel nacional el techo del FpT no supera el 30%, también es cierto que en la Provincia de Buenos Aires, donde no hay ballotage y se gana por un voto, frente a una oposición atomizada entre Juntos por el Cambio (JxC) y Libertad Avanza (LA) es prácticamente seguro que Axel Kiciloff logrará la reelección. El kirchnerismo la transformará en el gran bunker para la resistencia. Y no exagero, porque también se refugiarán allí los movimientos piqueteros, los trotskistas infiltrados, los “trabajadores de la educación” del perverso Roberto Baradel, las bandas de narcotraficantes, los okupas violentos, las barras bravas y unidas, el “Vatayón Militante”, los sempiternos mamadores de la gran teta estatal, los perpetuos intendentes del Conurbano esquilmado y, si nos descuidamos, hasta los pseudo-mapuches.

Mi propuesta, entonces, es que el candidato de LA a la gobernación bonaerense compitiera con los de JxC en las PASO, lo cual requería de todos una enorme cuota de patriotismo, pero así la oposición unida vencería. Una carta que quizás permitiría llevar a buen término una negociación sería retirar los candidatos a gobernador en alguna provincia donde LA superara a JxC en las mediciones, y arrebatar así su sillón a algún señor feudal.

Si no hubiera en todos los dirigentes la grandeza que requiere una solución como la que propongo (u otra similar), el enorme costo que pagará el país con un nuevo triunfo del marxista Kiciloff, traducido en una complicada inestabilidad para la próxima administración, recaerá sobre las espaldas de quienes hayan privilegiado su miserabilidad y su ombliguismo, y lo pagarán en futuras elecciones si es que, para cuando éstas lleguen, la Argentina continúa existiendo tal como la conocemos.


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