La tragedia que sufrimos en Venezuela sólo puede ser superada con el cambio del presente régimen. No hay otra forma.
Como bien se sabe, se trata de una crisis monumental, ciclópea. No la resolvería de inmediato ni siquiera un nuevo gobierno, a menos que cuente con un plan de financiamiento gigantesco parecido al Plan Marshall conque Estados Unidos auxilió a Europa, luego de la segunda guerra mundial. Y en ese caso, el rescate y la reconstrucción de Venezuela no sería a corto plazo, sino más bien -siendo optimistas- a mediano plazo.
Más grave y más retardada aún será la reconstrucción moral y ética de Venezuela. El chavomadurismo va a dejar unas instituciones corrompidas como nunca, que minimizan todas las que pudrieron las dictaduras anteriores, lo cual ya es mucho decir. Sin embargo, hay que señalar, en descargo de estas últimas, que la actual ha multiplicado exponencialmente todos sus crímenes y robos, pero no puede presentar algún saldo positivo como aquellas, si recordamos, por ejemplo, la creación del Estado Nacional y su integración territorial, en el caso de la del general Juan Vicente Gómez, o en materia de obras públicas importantes, como sucedió bajo la del también general Marcos Pérez Jiménez.
Por desgracia, el país está hoy arruinado y empobrecido como pocas veces antes. Somos un país saqueado inmisericordemente por la devastadora corrupción chavomadurista, a la cual debe agregarse el robo de riquezas minerales y metales preciosos, con la consiguiente depredación del ambiente, por parte de países extranjeros, cedidas por el régimen a cambio de su apoyo en instancias internacionales y hasta desde el punto de vista militar.
Lo peor de todo es que esta claque envilecida no está dispuesta salir del poder y menos a tratar de resolver la crisis gigantesca nacional creada por ellos en estos últimas dos décadas. Lo de ellos es continuar en el poder y más nada. La tragedia nacional no les preocupa porque, además, están incapacitados para resolverla. No hay entre ellos gente conciente que se plantee, al menos, dialogar con la oposición en búsqueda de una salida a este infierno. La palabra “diálogo” está prohibida para ellos. Por lo tanto, sería una necedad pretender que la solución o su búsqueda puedan venir de ellos mismos.
Sería pecar de ingenuos no darse cuenta de esa realidad. Por esa circunstancia, nada que no implique salir de este régimen resolverá en lo más mínimo la catástrofe que nos afecta. Ya algunos andan ofreciendo, desde sus tiendas de buhoneros políticos, falsas ilusiones, entre las que sobresalen, por ahora, las supuestas elecciones de gobernadores y alcaldes este mismo año.
Sin embargo, sería absurdo creer que las mismas resolverán la descomunal crisis que sufrimos, aparte de que resulta absurdo acudir a ellas sin cambiar las actuales condiciones electorales. En todo caso, quienes salgan electos -sean oficialistas u “opositores”- no podrán hacer nada o casi nada: recibirán o continuarán en unas gobernaciones y alcaldías arruinadas y quebradas, sin recursos ni medios para enfrentar los graves problemas regionales.
Y, en el caso de que algunos opositores triunfen, lo primero que hará Maduro -como ya lo señala la experiencia- será montarles por encima un “protector”, al cual se le entregarán los escasos recursos que puedan llegarle, desconociendo así su autoridad; serán despojados del control de las fuerzas policiales regionales; y minimizados ante ministros y presidentes de otros organismos nacionales. Serán “gobernadores” a quienes no le van “a parar bolas”, pues tampoco la gente lo respetará, al darse cuenta de que carecen de autoridad y recursos para atender y resolver los problemas de su entidad federal.
La única solución electoral que permitiría cambiar al régimen pasa necesariamente por establecer nuevas y mejores condiciones electorales, digan lo que digan quienes quieren votar “como sea”. Esas condiciones comienzan con el nombramiento de un CNE que inspire confianza a la mayoría de los factores políticos, por no hablar de la totalidad, cosa imposible. Pasa también por un nuevo registro electoral, pulcro y sin vicios, y por la erradicación del ventajismo corrupto y abusivo del régimen a favor de sus candidatos, norma imperante durante estos nefastos años del chavomadurismo. Y pasa, finalmente, por la convocatoria a unas nuevas elecciones presidenciales y parlamentarias, así como regionales, conjunta o separadamente con aquellas, todas ellas bajo la observación internacional competente.
Ya el chavomadurismo hace tiempo que no gobierna. Lo de ellos -insisto- es mantenerse en el poder por el poder mismo, sin dar soluciones a los gravísimos problemas que han creado y agravado. Por lo tanto, la única solución es salir de ellos mediante la continuación de la lucha, librada con inteligencia, habilidad y realismo.
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